El pasado jueves la Fundación Foto Colectania inauguró La Movida. Crónica de una agitación. 1978-1988, que reúne la obra de cuatro fotógrafos clave de ese momento histórico en nuestra cultura contemporánea: Alberto García-Alix, Ouka Leele, Pablo Pérez-Mínguez y Miguel Trillo. La muestra llega a Barcelona después de su presentación en Les Rencontres d’Arles, uno de los festivales de fotografía más importantes a nivel internacional. Y lo hace para quedarse hasta el próximo 16 de febrero del 2020.
“Yo me arrepiento de no haber hecho más fotos entonces”, confesaba Albert García-Alix en la inauguración de la muestra como alguien que reconoce haber vivido, o incluso protagonizado, un momento histórico, un despertar cultural liberalizador y rompedor. La exposición, comisariada por Antoine de Beaupré, Pepe Font de Mora e Irene de Mendoza, cuenta con auténticos tesoros de época y ofrece una aproximación al universo de La Movida desde la perspectiva fotográfica a través de las lentes de cuatro artistas referentes del movimiento contracultural madrileño: Alberto García-Alix, Ouka Leele, Pablo Pérez-Mínguez y Miguel Trillo, cada uno desde su pertinente universo particular y su inconfundible lenguaje fotográfico.
A finales de los 70, después de la caída de la dictadura franquista y tras un tedioso periodo de estancamiento, la ciudad de Madrid se convirtió en un perfecto crisol para la liberalización cultural e ideológica, donde cada vez había menos cabida para la represión, la contención o el silencio. Y es así como se abrió paso a una de las épocas más singulares y espontáneas de la sociedad contemporánea española, que trajo consigo un despertar cultural multidisciplinario, de espíritu liberador y creativo –y un tanto marginal en sus inicios.
La idea de modernidad se respiraba en las calles de la capital y habitaba en cada poro de una nueva generación optimista y fascinada por la idea de revolución, rebeldía y progreso. Aparecieron, entonces, artistas emergentes de grande eclecticismo, y con ellos, distintas culturas y corrientes ideológicas alternativas que supusieron una bocanada de aire fresco para la juventud –hasta entonces un tanto adormecida– de una España que ya se encontraba en pleno estado de transformación.
La euforia colectiva de la escena contracultural y underground de los 80 que avanzaba hacia una nueva sociedad democrática y abierta fue un fenómeno que se experimentó desde todas las disciplinas artísticas: fotografía, pintura, música, moda, diseño, el mundo cinematográfico y también con fanzines, revistas, ilustraciones, cómics y demás. Y ahí estaban los que se convirtieron en sus mejores cronistas y retratistas para inmortalizarlo, que hoy protagonizan La Movida. “Estábamos todos conectados por el mundo del arte”, decía Miguel Trillo, a lo que añade que “sin la música no hubieran existido mis fotografías”.
Se refiere al ambiente de La Movida como un frenesí ecléctico y fértil, y a su vida nocturna como un caldo de cultivo para su creación cuyos frutos son ahora considerados de culto. “Me convertí en fan del público madrileño, que era un público anónimo”, decía. El documentalismo fotográfico de Trillo nos descubre la juventud irreverente y entusiasta, recurrente público ocioso de las actuaciones musicales del momento, y sobre todo, el vitalismo y la libertad de las noches de Madrid.
La Movida. Crónica de una agitación ilustra, a su vez, la agitación y convulsión del momento. “La Movida trajo la idea de la modernidad y en poco tiempo esa idea caló en toda España”, decía Alberto García-Alix. “Para mí fue totalmente estimulante”, compartiendo haberlo vivido con el hedonismo vital y habitual en los jóvenes. Da envidia escucharlo hablar y él es consciente: “Tuvimos la suerte de estar en el sitio adecuado en el momento adecuado”, añade. Y remarca la ilusión, la curiosidad que tenían aquellos que formaron parte de la movida madrileña; de su fervor y de sus “ganas de mirar”. Nos recuerda que eran muchos los que, como él, no tenían formación académica y eran autodidactas. “Tuve la suerte de que una cámara cayó en mis manos”. Y qué suerte la nuestra de que lo hiciera.
La muestra también hace un recorrido por los lugares y puntos de encuentro más característicos y populares de La Movida. Estudios, camerinos, salas de concierto como el mítico Rock-Ola o espacios como Photocentro, del que Pablo Pérez-Mínguez fue uno de los fundadores en 1975 y que en poco tiempo se convirtió en el centro neurálgico de las vanguardias, un templo del underground donde La Movida tenía un centro de reunión y en el que todo era tendencia y reivindicación. “La libertad de creación era absoluta, siempre y cuando la fotografía contara algo”, cuenta Rocío Pérez-Mínguez, sobrina y biógrafa del fotógrafo. Pablo Pérez-Mínguez retrató a los máximos exponentes de este fenómeno de absoluta renovación cultural, dejando constancia de la efervescencia y de la transgresión que tanto lo caracterizan. “La Movida nació underground y murió underground”, defendía García-Alix.
El lado más fantasioso, explosivo y surrealista es cortesía de Ouka Leele, que experimentaba con sus fotografías en blanco y negro al pintarlas con acuarelas, consiguiendo así fascinantes joyas oníricas que también revisten las paredes de Foto Colectania, y que hacen de esta muestra una colección tan particular y representativa, capaz de abordar un mismo movimiento desde varios puntos de vista y distintas expresiones artísticas. Alberto García-Alíx reflexionaba: “Lo maravilloso de esto es que nosotros cuatro hemos dejado un imaginario de esos tiempos. Y ese imaginario sigue vivo”. Y gracias a ellos y a su legado, lo seguirá estando muchos años más.
A finales de los 70, después de la caída de la dictadura franquista y tras un tedioso periodo de estancamiento, la ciudad de Madrid se convirtió en un perfecto crisol para la liberalización cultural e ideológica, donde cada vez había menos cabida para la represión, la contención o el silencio. Y es así como se abrió paso a una de las épocas más singulares y espontáneas de la sociedad contemporánea española, que trajo consigo un despertar cultural multidisciplinario, de espíritu liberador y creativo –y un tanto marginal en sus inicios.
La idea de modernidad se respiraba en las calles de la capital y habitaba en cada poro de una nueva generación optimista y fascinada por la idea de revolución, rebeldía y progreso. Aparecieron, entonces, artistas emergentes de grande eclecticismo, y con ellos, distintas culturas y corrientes ideológicas alternativas que supusieron una bocanada de aire fresco para la juventud –hasta entonces un tanto adormecida– de una España que ya se encontraba en pleno estado de transformación.
La euforia colectiva de la escena contracultural y underground de los 80 que avanzaba hacia una nueva sociedad democrática y abierta fue un fenómeno que se experimentó desde todas las disciplinas artísticas: fotografía, pintura, música, moda, diseño, el mundo cinematográfico y también con fanzines, revistas, ilustraciones, cómics y demás. Y ahí estaban los que se convirtieron en sus mejores cronistas y retratistas para inmortalizarlo, que hoy protagonizan La Movida. “Estábamos todos conectados por el mundo del arte”, decía Miguel Trillo, a lo que añade que “sin la música no hubieran existido mis fotografías”.
Se refiere al ambiente de La Movida como un frenesí ecléctico y fértil, y a su vida nocturna como un caldo de cultivo para su creación cuyos frutos son ahora considerados de culto. “Me convertí en fan del público madrileño, que era un público anónimo”, decía. El documentalismo fotográfico de Trillo nos descubre la juventud irreverente y entusiasta, recurrente público ocioso de las actuaciones musicales del momento, y sobre todo, el vitalismo y la libertad de las noches de Madrid.
La Movida. Crónica de una agitación ilustra, a su vez, la agitación y convulsión del momento. “La Movida trajo la idea de la modernidad y en poco tiempo esa idea caló en toda España”, decía Alberto García-Alix. “Para mí fue totalmente estimulante”, compartiendo haberlo vivido con el hedonismo vital y habitual en los jóvenes. Da envidia escucharlo hablar y él es consciente: “Tuvimos la suerte de estar en el sitio adecuado en el momento adecuado”, añade. Y remarca la ilusión, la curiosidad que tenían aquellos que formaron parte de la movida madrileña; de su fervor y de sus “ganas de mirar”. Nos recuerda que eran muchos los que, como él, no tenían formación académica y eran autodidactas. “Tuve la suerte de que una cámara cayó en mis manos”. Y qué suerte la nuestra de que lo hiciera.
La muestra también hace un recorrido por los lugares y puntos de encuentro más característicos y populares de La Movida. Estudios, camerinos, salas de concierto como el mítico Rock-Ola o espacios como Photocentro, del que Pablo Pérez-Mínguez fue uno de los fundadores en 1975 y que en poco tiempo se convirtió en el centro neurálgico de las vanguardias, un templo del underground donde La Movida tenía un centro de reunión y en el que todo era tendencia y reivindicación. “La libertad de creación era absoluta, siempre y cuando la fotografía contara algo”, cuenta Rocío Pérez-Mínguez, sobrina y biógrafa del fotógrafo. Pablo Pérez-Mínguez retrató a los máximos exponentes de este fenómeno de absoluta renovación cultural, dejando constancia de la efervescencia y de la transgresión que tanto lo caracterizan. “La Movida nació underground y murió underground”, defendía García-Alix.
El lado más fantasioso, explosivo y surrealista es cortesía de Ouka Leele, que experimentaba con sus fotografías en blanco y negro al pintarlas con acuarelas, consiguiendo así fascinantes joyas oníricas que también revisten las paredes de Foto Colectania, y que hacen de esta muestra una colección tan particular y representativa, capaz de abordar un mismo movimiento desde varios puntos de vista y distintas expresiones artísticas. Alberto García-Alíx reflexionaba: “Lo maravilloso de esto es que nosotros cuatro hemos dejado un imaginario de esos tiempos. Y ese imaginario sigue vivo”. Y gracias a ellos y a su legado, lo seguirá estando muchos años más.
La exposición La Movida. Crónica de una agitación. 1978-1988 se puede visitar hasta el 16 de febrero de 2020 en Fundació Foto Colectania, C/ Passeig Picasso 14, Barcelona.