Las relaciones son lo único que tenemos. Estamos condenados a ser animales sociales. Todos los días salimos de nuestras casas para amar, desear, envidiar e incluso odiar al prójimo o a lo que tiene. Las consecuencias de estas pasiones son imprevisibles y pueden conducirnos a momentos placenteros o a escenas puramente trágicas. No nos queda otro remedio que jugar a un juego del que desconocemos las reglas y el desenlace. Por eso resulta interesante cuando surgen voces entre la multitud que buscan arrojar algo de luz a este tremendo lío en el que nos debemos desenvolver. Antonio J. Rodríguez es una de esas voces que trata de tirar del hilo, de buscar una explicación a por qué amamos como amamos, con lo bueno y lo malo, sobre todo lo malo.
Como valeroso aventurado en la espeleología sentimental, Antonio se ha consolidado en nuestro país como un autor sin miedo a decir lo que piensa y a meter el dedo en la llaga, aunque duela. Desde Exhumación (2010, Alpha Decay) a La nueva masculinidad de siempre (2020, Anagrama), pasando por la intrigante Vidas perfectas (2017, Random House), Antonio nos ha ido ofreciendo grandes reflexiones sobre el errático comportamiento humano, colocándolos a todos frente a un espejo al que nos es difícil mirar.
Ahora, con su nueva obra, El Dios celoso (2024, Debate), el autor catalán pretende iluminar la oscuridad en la que avanzamos a tientas para tratar de explicar de dónde surgen nuestros demonios, esos comportamientos viciados que nos hacen tropezar una y otra vez con la misma piedra. Con una honestidad aplastante, cierta ironía y acertadas dosis de humor, El Dios celoso resulta como un bálsamo a nuestras heridas, un libro que nos sirve de comunión para entender que no estamos solos y que, al fin y al cabo, todos cometemos los mismos errores. Pero digan lo que digan, la sarna con gusto pica, hasta escuece.
¿Estás nervioso?
Siempre lo estoy cuando empiezo una entrevista, es inevitable para mí.
A mí me pasa igual. Pero que sepas que confío en ti, sé que lo vas a hacer muy bien. ¿Cuál es la entrevista en la que has pasado más nervios?
¡Empieza bien! No recuerdo una en particular, pero sí esa sensación que uno siente de tener que hacerlo bien y de dar el 110%. Pero sé que es algo que me va a seguir pasando.
Hace poco menos de un mes lanzabas tu nuevo libro, El Dios celoso, ¿qué tal estás llevando estos meses posteriores de promoción?
Estoy bastante tranquilo y con muchos compromisos a las espaldas. Creo que este nuevo libro va dirigido a aquellos lectores que me vienen siguiendo desde hace tiempo. Es un trabajo muy nicho, envuelto en un sentimiento de comunión para todos aquellos que se acercan a él. No es un tema que esté de moda, pero sí presente. Me ha servido para seguir disfrutando de lectores como tú, con los que llevo conversando de mis obras mucho tiempo.
Las relaciones y la religión siempre están de moda.
Me gustaría conocer tu opinión sobre el libro.
Me ha gustado. Creo que deja claro que las relaciones y la religión son un baile de máscaras.
Es una lectura muy interesante.
¿De donde nace esta obra?
El Dios celoso surge de mis demonios interiores, de cómo gestionar mis propias relaciones y de cómo vivir con esa permanente tensión entre cómo deberían ser las cosas, los nuevos modelos de relaciones y cómo nos sentimos. Desgraciadamente, las cosas siempre son más feas de lo que deberían ser. Venimos de una época en la que ha abundado la teoría de género, la sociología y el feminismo tan necesario. En mí se ha despertado un gran interés por la psicología, una materia que habla mucho de los demonios personales, de las heridas, de las sombras.
Cada vez me decanto más por un punto de perspectiva sociológico sobre las cosas. Creo que hay mucha frustración respecto a las nuevas teorías, las nuevas formas de relacionarnos y el no saber adaptarnos a ellas y vivir de una manera diferente. Somos personas que sienten y muchas veces sienten cosas feas, más o menos venenosas, que podemos reprimir o sacar fuera de nosotros, pero que siempre están ahí. El Dios celoso es una tentativa de indagación en la gran pregunta: ¿por qué sentimos lo que sentimos y cómo lo sentimos? Estudiamos, nos formamos, intentamos ser mejores personas, pero seguimos sintiendo cosas feas. Mi intención era nadar en esas aguas turbulentas y ver de dónde surgen y hacia dónde conducen.
Cada vez me decanto más por un punto de perspectiva sociológico sobre las cosas. Creo que hay mucha frustración respecto a las nuevas teorías, las nuevas formas de relacionarnos y el no saber adaptarnos a ellas y vivir de una manera diferente. Somos personas que sienten y muchas veces sienten cosas feas, más o menos venenosas, que podemos reprimir o sacar fuera de nosotros, pero que siempre están ahí. El Dios celoso es una tentativa de indagación en la gran pregunta: ¿por qué sentimos lo que sentimos y cómo lo sentimos? Estudiamos, nos formamos, intentamos ser mejores personas, pero seguimos sintiendo cosas feas. Mi intención era nadar en esas aguas turbulentas y ver de dónde surgen y hacia dónde conducen.
“Creo que hay mucha frustración respecto a las nuevas teorías, las nuevas formas de relacionarnos y el no saber adaptarnos a ellas y vivir de una manera diferente. Somos personas que sienten y muchas veces sienten cosas feas.”
Ponme un ejemplo de alguno de esos demonios que se ocultan en tu interior.
Los celos, la envidia, quizás todos los pecados capitales. ¿Por qué me sigue fastidiando que a mi vecino o a mi amigo le vaya mejor que a mí? ¿Por qué me siento vulnerable cuando no me veo guapo delante de mi pareja o si esta le hace ojitos a otra persona? Incluso cuando las cosas van bien, deseo que vaya mejor aún. Esto es todo feo y son cuestiones que reprimimos, que decidimos ocultar.
Pero nuestro sumidero interior se termina atascando y las aguas suben y nos inundan. Por eso he querido que este nuevo libro sea una especie de salvavidas, de consuelo, para así llevarnos mejor con nuestros demonios y entenderlos un poco mejor. Escribirlo ha sido un verdadero proceso terapéutico; un antes y un después.
Pero nuestro sumidero interior se termina atascando y las aguas suben y nos inundan. Por eso he querido que este nuevo libro sea una especie de salvavidas, de consuelo, para así llevarnos mejor con nuestros demonios y entenderlos un poco mejor. Escribirlo ha sido un verdadero proceso terapéutico; un antes y un después.
¿De qué manera ha hecho este libro que te sientas mejor con estos demonios tuyos?
Creo que la intensidad de mis sentimientos viciosos se ha atenuado un poco. Ese ejercicio de comprensión sobre los orígenes de esa maldad, de esos celos, me ha ayudado mucho. Creo que esa es la piedra angular del libro. Creo que el antes y el después lo marca mi capacidad de poder iluminar esos sentimientos malos que todos tenemos, pues he podido encontrarlos y atenuarlos, reducir su intensidad.
¿Pero no es la gracia de Antonio J. Rodríguez el que sea un intenso en todos los sentidos?
Sigo siendo muy intenso en todos los sentidos, intenso y dramático. Como habrás leído en el libro, cuento una experiencia personal y creo que mucha gente se habrá dado cuenta de lo mucho que me gusta el drama. Puedo ser una persona fría, intelectual, pero también alguien a quien le gusta la acción. No soy un ratón de biblioteca. Creo que vivir muchas experiencias y colocarse en situaciones muy diferentes a lo largo de la vida ayudan mucho a escribir. Todos somos un yin y un yang. Por cierto, me encanta que me llames intenso (risas).
Ese equilibrio recién encontrado, ¿de qué manera afecta a tu faceta como actor?
Últimamente escribo únicamente sobre lo que me interesa. Hace relativamente poco he empezado a ir a terapia y ha supuesto una experiencia muy interesante a la hora de dialogar conmigo mismo. Todo eso me ha llevado a pensar que muchos hombres, en los últimos años en la esfera pública, han sentido que debían mantener un perfil bajo, no levantar mucho la voz, contener las pasiones. En la última oleada del #metoo, esta contención de las pasiones se ha llevado a cabo de otra forma.
Un hombre colérico o enfadado se identificaba con un hombre de derechas, quejicoso, resentido… Y si no querían que les tildaran de eso, debían estar al otro lado y ser un hombre tibio, muy polite. Pero yo considero que, sea del partido que sea, de la ideología que sea, una persona tiene sentimientos y emociones, ya sean de envidia, de resentimiento, de rectitud o de saber estar. En mi caso, con mis sentimientos buenos y malos, estoy tratando de hacer algo luminoso.
Un hombre colérico o enfadado se identificaba con un hombre de derechas, quejicoso, resentido… Y si no querían que les tildaran de eso, debían estar al otro lado y ser un hombre tibio, muy polite. Pero yo considero que, sea del partido que sea, de la ideología que sea, una persona tiene sentimientos y emociones, ya sean de envidia, de resentimiento, de rectitud o de saber estar. En mi caso, con mis sentimientos buenos y malos, estoy tratando de hacer algo luminoso.
¿Crees que en los tiempos en los que estamos viviendo sigue habiendo cabida para lo que denominas como “el hombre mierda”?
¡Qué memoria tienes! Eso es de mi novela Vidas perfectas, ¿verdad?
Sí, me gustó mucho cuando la leí hace ya unos años.
¡Qué gusto da hablar con lectores que te conocen tan bien! Yo creo que el concepto de “hombre mierda” no solo permanece hoy en día sino que se ha reforzado. Hemos pasado una época donde se ha ejercido una presión muy grande sobre los hombres. Históricamente ha existido una insatisfacción entre lo que la sociedad espera de uno y lo que consigue, y eso genera unos demonios muy fuertes. Evidentemente seguimos viviendo en un sistema patriarcal donde existe una gran desigualdad hacia las mujeres, donde existe violencia hacia ellas, pero tampoco creo que sean días muy luminosos para ser un tío. Por eso creo que ese “hombre mierda” que se siente derrotado, que siente que no cumple con lo que se espera de él y no se siente feliz con la imagen de sí mismo sigue estando muy presente.
Un amigo mío que es psicólogo me contó que muchos hombres están deprimidos por culpa de esa fantasía que un día albergaron de ser millonarios y tener éxito y eso ha terminado por no ocurrir. Por lo tanto, se crea una fractura donde es relativamente fácil caer. Eso me hace creer que “el hombre mierda” sigue ahí, siempre, aunque sea en un rincón reservado a la intimidad y la privacidad, en su propio confesionario de hombre.
Un amigo mío que es psicólogo me contó que muchos hombres están deprimidos por culpa de esa fantasía que un día albergaron de ser millonarios y tener éxito y eso ha terminado por no ocurrir. Por lo tanto, se crea una fractura donde es relativamente fácil caer. Eso me hace creer que “el hombre mierda” sigue ahí, siempre, aunque sea en un rincón reservado a la intimidad y la privacidad, en su propio confesionario de hombre.
“Con la fachada es fácil deslumbrar, pero las relaciones duraderas implican mostrar las vulnerabilidades de cada uno.”
¿Cómo lidias tú con tu propia insatisfacción?
Mi nivel de insatisfacción siempre está alto. Sé que es un demonio con el que siempre voy a estar enfrentado, que nunca va a dejar de estar ahí. El tiempo me ha ayudado a atemperar mi frustración, pero soy una persona con distintos frentes abiertos, inquieta y muy movida, incluso ambiciosa. He querido muchas cosas en muchos momentos de mi vida, y una de las cosas que terminamos aprendiendo es que no se puede hacer siempre todo bien ni conseguir siempre lo que uno quiere. La vida es inesperada, te lleva a sitios donde no sabías que podrías llegar. Hay victorias y fracasos con los que no contabas e incluso te das de bruces con hallazgos nuevos.
A mí me ha pasado un poco con la paternidad, que es un aspecto de mi vida donde más feliz soy. Al ser un padre divorciado, gran parte del ejercicio de la paternidad lo he llevado mano a mano con mi hijo. Nunca he sido uno de esos padres que se empeña en ser el mejor padre del mundo, simplemente he hecho lo que he podido y a día de hoy es uno de los espacios vitales que más alegrías me proporcionan. Hay otros roles de mi vida que tienen cosas buenas y cosas malas, y me refiero más al ámbito intelectual y laboral. Hay gente que cree que lo que hago es superguay, y lo es, pero también tiene partes malas, como la tensión que vives a diario.
Respecto a las relaciones personales me siento muy satisfecho porque, al ser alguien intenso, me he involucrado en relaciones muy ricas y he logrado plantar un jardín enorme de experiencias. Pero la creación de ese jardín implica un esfuerzo brutal. Mi vida sentimental no es un aloe vera que riegas una vez al mes, hay mucha más complejidad.
A mí me ha pasado un poco con la paternidad, que es un aspecto de mi vida donde más feliz soy. Al ser un padre divorciado, gran parte del ejercicio de la paternidad lo he llevado mano a mano con mi hijo. Nunca he sido uno de esos padres que se empeña en ser el mejor padre del mundo, simplemente he hecho lo que he podido y a día de hoy es uno de los espacios vitales que más alegrías me proporcionan. Hay otros roles de mi vida que tienen cosas buenas y cosas malas, y me refiero más al ámbito intelectual y laboral. Hay gente que cree que lo que hago es superguay, y lo es, pero también tiene partes malas, como la tensión que vives a diario.
Respecto a las relaciones personales me siento muy satisfecho porque, al ser alguien intenso, me he involucrado en relaciones muy ricas y he logrado plantar un jardín enorme de experiencias. Pero la creación de ese jardín implica un esfuerzo brutal. Mi vida sentimental no es un aloe vera que riegas una vez al mes, hay mucha más complejidad.
¿Sueles encontrar lo que buscas en las relaciones personales en las que te involucras?
Suelo encontrar lo que busco y cosas que no sabía que buscaba, esto último es lo que más me mola. Puede sonar arrogante y pretencioso, pero me atrevería a decir que mis relaciones personales las vivo y las he vivido al máximo nivel. Y eso implica mucha exigencia. A veces me gustaría tener un aloe vera y no un jardín botánico. Puedo mirar atrás y decir, joder, he vivido cosas muy guays.
Una cosa relacionada con esto y con la insatisfacción es que, a veces, con una persona puedes estar al 120% y estar muy bien, pero termina asomando una especie de miedo a bajar al 75%, a que esa intensidad tan alta, que te gusta tanto, termine bajando, por el día a día y por la vida. No se puede estar siempre tan arriba. Las relaciones son una montaña rusa y cuando bajamos podemos llegar a sentir mucha inseguridad y paranoia al pensar que la otra persona se va a desenamorar de nosotros. Por eso, un libro como El Dios celoso ha sido muy importante para mí, porque es necesario investigar, encontrar personas que han vivido situaciones similares en momentos diferentes y arrojar un poco de luz en todo esto.
Una cosa relacionada con esto y con la insatisfacción es que, a veces, con una persona puedes estar al 120% y estar muy bien, pero termina asomando una especie de miedo a bajar al 75%, a que esa intensidad tan alta, que te gusta tanto, termine bajando, por el día a día y por la vida. No se puede estar siempre tan arriba. Las relaciones son una montaña rusa y cuando bajamos podemos llegar a sentir mucha inseguridad y paranoia al pensar que la otra persona se va a desenamorar de nosotros. Por eso, un libro como El Dios celoso ha sido muy importante para mí, porque es necesario investigar, encontrar personas que han vivido situaciones similares en momentos diferentes y arrojar un poco de luz en todo esto.
¿No resulta todo esto algo abrumador? Involucrarse en un nivel de intensidad tan elevado, en alguien que vibra tan alto.
Siempre he estado en relaciones largas, la verdad, y he tenido también momentos de soltería, aunque en este último contexto soy mucho peor. Soy alguien que conecta a través del fuego intelectual que deriva en otros fuegos de tipo físico, amoroso, amistoso, etc. Por eso rara vez busco, prefiero que lo que sea suceda, aunque pese a todo no me considero una persona rotundamente fácil (risas).
Ninguna persona es fácil, creo yo.
No, nadie es fácil. Por eso cuando conectas con alguien es increíble.
Antonio, no serás fácil, pero al menos eres honesto.
Probablemente sí, pero volviendo a lo que tú has dicho antes, se tiene la percepción de que soy una persona intensa. Me gusta ser como dices: honesto pero intenso. No creo que engañe a nadie. El alto voltaje sentimental e intelectual hace que pasen cosas maravillosas.
¿Nunca tienes miedo a decepcionarte?
Todo el rato. Y a mi gente más cercana, más todavía. Es muy fácil impresionar a alguien desconocido. Cuando tratas a alguien a lo largo del tiempo y visitas su cementerio, ese lugar sobre el que construye su mejor faceta, es cuando de verdad puedes llegar al fondo de una persona y saber cómo es. Con la fachada es fácil deslumbrar, pero las relaciones duraderas implican mostrar las vulnerabilidades de cada uno.