Veo a Antonina a través de una pantalla, pero su manera cálida de hablar y su sonrisa me hacen sentirme como si estuviéramos tomando un café en Gracia. Tras ver Quest, la película que acaba de estrenar en cines, intenté que la entrevista pudiera hacerse por videollamada, principalmente porque tenía la intuición de que la directora tenía muchas cosas interesantes a decir. Y no me equivocaba.
Su ópera prima es complicada de encasillar. Se adentra tanto en el thriller como en el drama, impregnados ambos con un surrealismo mágico. Con Enric Auquer como protagonista –nuevamente candidato al premio Goya como Actor Revelación–, estaba segura de que Quest no defraudaría. La elección de proyectos define a un actor, y Enric tiene muy buen gusto, igual que lo ha tenido a la hora de interpretar un personaje como Lluc.
Para resumiros la trama, Lluc es un biólogo incapaz de aceptar la muerte de su esposa. Viaja a Quest, la isla deshabitada donde ella falleció, supuestamente para estudiar la flora, aunque en realidad busca rastros de ella. Durante esa búsqueda, que más que nada es un proceso terapéutico para enfrentar su duelo, aparece su hermana Carme, interpretada por Laia Manzanares, para remover no solo el presente sino el pasado. La narrativa se teje con un toque de magia y misterio que deja incógnitas sin respuesta. Antonina me asegura que no revelará el desenlace de la obra de manera explícita, y a mí, me parece perfecto.
Hola Antonina, qué placer entrevistarte. He tenido el honor de ver Quest y aún estoy con las emociones a flor de piel. Quería poner un poco de contexto para nuestros lectores, este film abría el Atlàntida Mallorca Film Fest organizado por Filmin. Si no me equivoco, eres de Felanitx, un pueblo al suroeste de la isla, así que ¿cómo ha sido estrenar en casa una película rodada íntegramente allí?
Fue un regalo del equipo de Atlàntida porque la película había estado en el Talents Lab del mismo festival. Así que ser el film inaugural fue un detalle muy bonito para cerrarlo todo. Por parte de ellos, creo que es muy valiente apostar por esta película en la que también queremos hablar de reivindicar la tierra donde se hace el festival, que a veces parece que algunos festis pasan por alto la localización en la que se encuentran. Y además fue una suerte porque la película de clausura era Creatura, de Elena Martín. Entonces dices, ostras, me están poniendo al mismo nivel. Es un honor.
Tu trayectoria en el audiovisual empieza con el corto The Man Who Sails with the Stars en 2016 y a ello le siguen Tipus Suite, un videoclip de Manel, y una selección de videos musicales para el grupo británico Erasure. Me gustaría saber, ¿cómo fue la transición de dirigir producciones más limitadas, especialmente en términos de duración, a llevar a cabo un largometraje?
Mira, un apunte importante. Mi primer trabajo de todos fue con un fotógrafo de moda haciendo vídeos para METAL Magazine (risas). Estudié cine y, evidentemente, el objetivo siempre ha estado ahí. La ilusión de hacer un largometraje existe desde que decides estudiar cine o antes de decidirlo. Lo que pasa es que por el camino te van desanimando los profesores, vas viendo que hay mucha competitividad o mucha competencia…
Salí de la escuela de cine y tuve la oportunidad de empezar a trabajar haciendo, sobre todo, fashion films y luego publicidad. Me encontraba muy cómoda y, además, la moda me flipa. Podía hacer piezas cortas y bonitas porque la estética –bueno, ya lo ves también en mi Quest– es algo que me atrae mucho. Pero luego, siempre tenía esa cosa de querer hacer una película. Lo que pasa es que tienes que dar un paso bastante valiente. Es como cambiar de trabajo y hacer uno por el que no te pagan. Fue cuando decidí ser madre que tuve que parar. Ya por un tema físico, de decir, no puedo estar viajando a Madrid cada semana porque tengo un bebé. Eso me ayudó mucho a empezar a escribir y atreverme a dedicarle más tiempo a esto. Ha sido muy difícil hacer una película, la verdad. Hacer publi es fácil, al final, tienes el mismo presupuesto para hacer una pieza de veinte segundos que para hacer una película de una hora.
En la sinopsis leemos: “Lluc, un biólogo marcado por el suicidio de su mujer María, emprende una investigación para catalogar la flora en el lugar donde murió: la isla deshabitada de Quest. Allí descubre que en la isla reina un elemento sobrenatural”. Como toda flor tiene sus raíces en una pequeña semilla, cada proyecto tiene un origen. Así que, ¿cuál fue la semilla que sembró la idea de este proyecto?
La semilla viene de cuando estaba estudiando cine. Me especialicé en documental e hice un proyecto final de carrera sobre el voto de silencio, que no llegó a materializarse. Estuve con monjas de clausura, con un pescador y también con un ornitólogo, que al fin y al cabo es también un biólogo que investiga las aves. A partir de esos personajes, sobre todo del ornitólogo, pensé en que hay personas que viven más aisladas del mundo que otras, que eligen un trabajo que les lleva a aislarse, como un voto de silencio inconsciente. Fue a partir de ahí, de empezar a intentar entenderles, que creé el personaje de Lluc, y tras hacerlo, empecé con la historia. Es decir, primero fue el personaje y luego fue creciendo hacia la historia realmente.
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Nos adentramos en esta historia con el sonido del mar de fondo y unas letras en pantalla que nos explican una fábula que empieza tal que así: “Conten que en una Illa remota / creix una planta de Dama de Nit”. Como persona curiosa, he querido saber si era una canción mallorquina o una leyenda popular, pero no he encontrado nada al escribir estos versos en Google. ¿Qué es la Dama de Nit y de dónde salen estas líneas?
Pues son nuestras, ¡son guion! Lo que pasa es que, evidentemente, tienen el estilo y los lugares comunes de la fábula. En principio, esta historia era una leyenda que solo se contaba en el centro de la película, la cuenta Carme, pero cuando ya estaba montada y producida, Jordi Lara (otro guionista maravilloso), a quien le enseñamos la peli, nos dijo: ¿y si la ponéis al principio también? Y dijimos, ¡ah, qué buena idea! Porque ya condicionas mucho al espectador en como se aproxima a la película. ¡Ey, ojo, que vamos a ver magia, que esto es una fábula!
Es que la palabra fábula es en sí descriptiva de este film. Por una parte, esa vuelta a la naturaleza y, por otra, ese intento de entender aquello inexplicable, como es la muerte y el duelo que la sigue. ¿Es esa la razón detrás de dividir la narrativa de Quest en tres capítulos?
Queríamos que fuera un cuento, esa sensación de ‘esta es la historia que te vamos a contar’. También me inspiro mucho en los mitos, hay mucha gente que ha hecho la lectura de que es la historia de Orfeo y Eurídice, que baja a los infiernos a buscar a su amada y además va a través de la barca de Caronte. Es decir, todo para mí remite a lo contado, a la leyenda oral. Me gusta mucho cómo la leyenda es la esencia del Mediterráneo y me gusta reivindicar esa idiosincrasia.
Siento que, al igual que la muerte, Quest deja muchas preguntas sin respuesta. ¿Cuál fue tu intención al dejar abiertas estas diferentes lecturas para el espectador?
Cuando la gente salía de ver Quest escuché conversaciones e, incluso, discusiones de, no, porque yo creo que él al final muere, y el otro respondía, no, no muere ni de coña. La gente me preguntaba, ¿pero qué pasa? ¿Qué es lo que está pasando? Y yo ya les avisaba que no lo iba a decir porque creo que es algo muy personal, como creo que es muy personal decidir qué pasa cuando morimos.
La peli tiene una lectura diferente dependiendo de cuál sea tu fe. La gente más racional ve que la película es cien por cien subjetiva, que habla sobre el trauma y que todo está en su cabeza, como una metáfora de su proceso terapéutico. En cambio, hay gente más espiritual que piensa que Lluc lo vive de verdad, que va a una isla donde hay magia, donde hay fantasmas y se encuentra con su mujer.
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Aunque Quest es una isla ficticia, su nombre proviene de una palabra mallorquina en desuso que solía utilizarse en el contexto de la caza, que significaba ‘rastro’. ¿Cómo es esa relación entre la Mallorca menos edificada y la isla mágica a la que va Lluc?
Tenía esa ilusión de recrear un mundo que no existe, pero que en mi infancia existía en mi mente. Evidentemente, como niña, tú no concibes el espacio completamente. Yo nunca había estado en Magaluf, no sabía ni que existía. Vivía en Felanitx, entonces me movía por esos espacios que salen en la película, son los espacios de mi infancia. Luego sales de esos espacios protegidos, de esa burbuja, y dices, ¡ah! ¿Qué le están haciendo a mi preciosa isla? Me acuerdo que cuando vivía en Barcelona y mi padre me venía a buscar al aeropuerto, cada vez que pasábamos por la carretera veía algo nuevo. Bloques de pisos, carreteras, hoteles donde antes había campo… Así que quería volver a esa sensación de la niñez, que no tu pequeño mundo te parece el universo entero, que hay magia y misterio. Eso es Quest en sí.
Me gustaría elogiar la interpretación de Enric Auquer con Lluc, sobre todo en ese primer capítulo donde la soledad y la introspección son protagonistas. ¿Cómo ha sido dirigirle? ¿Fue la primera opción para el casting?
El productor ejecutivo de Quest, que también es director, había trabajado mucho con Àlex Brendemühl. Hubo un momento que me dijo, oye, ¿y Àlex? Pero yo me imaginaba alguien más joven, entre los treinta y los cuarenta. Ahí fue cuando apareció el nombre de Enric Auquer. Pero, ¿cómo lo conseguimos? Estaba en el momento en el que todos los premios los ganaba él. Justo el productor acababa de trabajar con él. Y nada, le mandó el guion y se lo leyó en una noche. Me llamó superemocionado, con muchas ideas. Él es muy apasionado con todo lo que hace, yo creo que si no, no lo hace. Estuvo implicadísimo en el proyecto, también pienso que le apetecía mucho hacer algo que fuera más independiente.
Fue un rodaje muy pequeño, todo lo que pasaba casi era como vivido de verdad, así que, al final, lo guay es que él también es un chico de pueblo –es del Empordà– y eso me gustó mucho. Ese entendimiento de cómo moverse en el campo era muy importante en Lluc, y Enric ya lo tenía. Son cosas que el cuerpo tiene muy integradas. Su predisposición fue total y me invitó a su casa, estuvimos trabajando sobre el guion muy detenidamente y luego en el rodaje era la risa. Con el equipo encajó muy bien, todos vacilándonos y riéndonos. La sensación de estar como entre amigos.
Laia Manzanares también nos regala una maravillosa interpretación en el papel de Carme, hermana de Lluc. ¿Cómo fue el proceso para seleccionarla para este papel? ¿Hubo alguna consideración para lograr parecido entre ambos actores?
Yo tenía clarísimo que quería que fuera ella. A través de tener a Enric fue más fácil conseguirlo. Laia tenía muy poco tiempo porque estaba de promoción, en un momento álgido a nivel laboral, pero lo guay es que cuando está con una cosa está muy focus. Me dijo de no hacer ninguna reunión hasta que cerrara el proyecto anterior, y cuando lo hizo, estuvo al cien por cien concentrada en Quest.
Enric me presentó a Isaac Alcayde, que es actor y coach, y trabajamos unos días con él la relación de los dos hermanos. Trabajamos el pasado de ellos para que en escena hubiera todo ese pozo, todos esos recuerdos. Y opino que funcionó perfectamente.
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Para quien no ha visto Quest, decir que la aparición de Carme es un punto clave, no solo desordena la estancia donde parecen habitar juntos, sino también la mente de Lluc. Antonina, te voy a cargar con el peso de no desvelar de más a aquellos que no han visto el film, pero ¿qué papel tiene la culpa en el desarrollo de la narrativa?
Cuando estudias las diferentes fases del duelo, la primera es la negación. Lluc empieza siendo una persona que está negando todo –yo soy empírico y solo creo en lo que puedo demostrar–. Incluso niega su propio dolor y el hecho de que haya muerto su mujer, actúa como si nada. Luego van apareciendo otros sentimientos como la rabia y la culpa, que es algo normal en las fases del duelo. Lo curioso de un proceso terapéutico es que tú crees que vas en línea recta, pero antes tienes que trabajar todo lo que no se ha trabajado antes. Es por eso que aparece su perro, es decir, su primer trauma de pérdida en la infancia. Carme aparece como la gran pérdida de su vida, aunque no sepamos si está muerta o no, pero al final es un duelo. Ella murió para él porque no la volvió a ver nunca más.
¿Ha sido complicado para ti, como mujer, crear y entender un personaje como Lluc?
Como mujer he decidido hacer el personaje de Lluc. Históricamente, la mujer siempre ha sido el objeto del que se ha hablado y todos los hombres, bueno, los directores, han representado o a hombres desde su punto de vista o a mujeres con toda su complejidad. Almodóvar es un cineasta de mujeres, a mí me gusta mucho, lo respeto como cineasta, pero como feminista ves Mujeres al borde de un ataque de nervios y piensas, a ver, no somos todas histéricas, ¿no? Creo que faltan hombres vistos desde el punto de vista de las mujeres, es necesario crear esos nuevos relatos. Me interesa crear una nueva historia del arte en que la mujer también representa al hombre.
Al final, Lluc es un hombre en el que pueden sentirse representados muchos hombres, otros no, pero para mí representa a muchos que yo he conocido, por eso me sorprende y me gusta mucho esa cosa física de que hasta se hacen daño, que dices, ¿no tienes frío? ¡Tápate! Parece que les gusta torturarse. Ese placer por la tortura me parecía muy interesante para indagar sobre este personaje y representarlo, no hacerlo demasiado atractivo tampoco. Ya estamos un poco cansadas de ese hombre duro que no llora. Es como, mira ese hombre, van a venir las mujeres de su pasado y le harán llorar como un bebé.
Algo que también quería relacionar con el porqué de dividir Quest en tres partes es que la película también se transforma. Al principio es una peli realista, con la entrada de Carme estábamos en un tono de realismo mágico y, en la tercera parte, para mí es género fantástico, ya que usa recursos de cine fantástico, hasta el diseño de sonido está trabajado diferente. Todo muestra una transformación para exponer el duelo visto como algo positivo. Vivir un duelo es inevitable en esta vida, alguien al que amamos se va a morir, entonces es aprovechar el trauma para crecer a nivel personal. Las mujeres de la vida de Lluc le enseñan a conectarse con sus emociones, a ser más femenino. Igual que Lluc se transforma, la película también lo hace.
Aquí somos fans de Maria Arnal, así que obviamente tenía que preguntarte por ella. No solo se encarga de una banda sonora que se fusiona perfectamente con el entorno y la naturaleza de la isla, sino que también tiene un papel en la película. ¿Podrías contarnos cómo surgió esta colaboración?
Yo también soy muy fan y era muy fan en ese momento. Fue a través de una amiga mía, Alba Pujol, que contacté con Maria. Alba vino a casa unos días y yo estaba trabajando en el guion, faltaban pocos meses para rodar. Lo leyó y me comentó que el personaje de María le recordaba a Maria Arnal, que además es amiga suya. Fue algo en lo que yo también había pensado, pero claro, me parecía un sueño. Además, tenía la idea de que la banda sonora fuera el personaje de María, que el viento hablara a través de los sonidos con Lluc, como si se hubiera fundido en la isla. El personaje en sí era mínimo en escena. Así que a la pregunta de ¿a quién ponemos haciendo de María?, la respuesta tenía que ser Maria Arnal. Si ella es la voz, que sea ella en escena también. La escena tampoco exigía mucho a nivel interpretativo y ella enseguida lo pilló. En cuanto se lo propuse, no lo dudó y me dijo, uy, yo con lo que me cuentas es que ya te digo que sí, porque ahora estoy muy metida en el tema de los fantasmas.
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