“Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”. Este fragmento pesimista y críptico de Beckett se ha convertido en una especie de lema positivo y vitalista, y quizás de eso trata aprender de los errores. El tema está en que mirar esos errores de frente es difícil. Si tu espejo es tu persona online, cuyo reflejo de lo que querrías ser es una imagen distanciada de ti misma pero que se ha convertido en un ‘algo’ con lo que mantienes una relación íntima, deberías conocer a la artista Amalia Ulman.
Ulman (Buenos Aires, 1989) crea obras que funcionan como espejos duracionales, realidades alternas donde las apariencias importan. En ellas, la artista transita entre el brillo y la oscuridad, lo íntimo y lo social, con narrativas que oscilan entre el humor y la inquietud. Desde redes sociales hasta museos y películas, sus personajes y performances reformulan los dilemas contemporáneos del consumismo, la identidad y la clase. Su enfoque resuena con las ideas de Jean Baudrillard sobre el simulacro, cuestionando qué es real en un mundo saturado de apariencias y noticias falsas.
Criada en Gijón y ahora residente en Nueva York, Amalia es una fuerza disruptiva en el arte contemporáneo y el cine. Su primera performance, un experimento en Instagram, fue un ingenioso gag sobre los arquetipos femeninos y el consumismo. Durante meses encarnó en primera persona a distintos estereotipos, confundiendo a miles de seguidores, incluyéndome a mí. Este juego performativo evolucionó hacia El planeta, su primer largometraje, donde desdibuja la línea entre realidad y ficción para exponer la vulnerabilidad tras las fachadas que habitamos.
A punto de estrenar su segundo largometraje el 28 de enero en el prestigioso festival de SundanceMagic Farm, protagonizado por Chloë Sevigny y Simon Rex, Ulman sigue explorando con audacia los límites de lo auténtico y lo falso. En esta conversación, profundizamos en su universo creativo, las complejidades de su carrera, el apoyo que ha recibido (o la falta de este) y el equilibrio entre los errores que reconducen y las historias que transforman. Su capacidad para convertir lo cotidiano en materia crítica es fascinante: cada detalle de su obra parece cuidadosamente dispuesto para resonar con un todo más amplio, desafiando las narrativas dominantes, donde lo personal se amplifica hacia lo universal.
Tras hablar con ella, solo cabe dejarse envolver por la fascinación de esta artista polifacética, que integra procesos tan variados como la creación cinematográfica y la curaduría tanto artística como de aguas. Su obra es una lección sobre cómo las heridas –y los errores– pueden convertirse en lugares de creación y reinvención.
Entrevista extraída de METAL 51, publicada en noviembre de 2024. Hazte con tu copia.
Magic-Farm_Branded-Still.jpg
¿Cómo decidiste hacerte artista?
Comencé mi trayectoria muy joven, a los dieciséis años. Puede sonar un poco ingenuo, ya que todavía estaba en el instituto y tenía la intención de estudiar ciencias. Ese era el plan, pero apareció una cámara digital en casa y empecé a explorar la fotografía. En ese momento ya tenía presencia online, aunque luego decidí eliminarlo todo. A través de internet hice amigos en Barcelona y Madrid; yo tenía solo dieciséis años, mientras que ellos rondaban los veintiséis y ya eran artistas. Todo comenzó a funcionar muy bien, empecé a exponer y fue entonces cuando me di cuenta de que sería un error seguir con ciencias, un campo que me resultaba complicado. Además, las matemáticas nunca han sido mi fuerte.
¿Entonces fue muy orgánico?
Sí, yo estaba en Gijón, pero con mis ahorritos me iba a Barcelona para visitar a mis amigos artistas. Ahí fue donde surgió todo, de manera autodidacta, así que decidí estudiar arte. Al ser de Asturias, de todas formas, tendría que viajar para estudiar, ya fuera a Madrid o a Barcelona, y como había un vuelo barato de EasyJet desde Gijón a Londres, pensé: bueno, si me tengo que ir, me voy a Londres directamente.
Y estudiaste en Saint Martins, que es una de las mejores escuelas del mundo. Vivo en Berlín y más de la mitad de los artistas famosos que conozco han estudiado ahí. Es casi una fábrica de crear artistas exitosos, ¿no? Quiero decir que las escuelas de arte son siempre un poco ‘factorías’ de creación, los estudiantes se empapan mucho de las ideas del profesorado, pero también del tejido cultural de la ciudad y Londres es muy vanguardista. ¿Aprendiste mucho?
No, no aprendí nada, y quizás ese haya sido mi primer error. No debí haber estudiado Bellas Artes. Por desgracia, sabía muy poco y no tenía mucha gente que me guiara o me ayudara; no tenía mentores. Siempre me gustaron más la literatura y el cine, pero especialmente en cine no tenía referentes femeninos ni de mi clase social.
Para mí estudiar cine era algo imposible, no conocía a nadie. Miraba los créditos de las películas, veía la cantidad de gente involucrada y pensaba: esto es algo que hace otra gente, no yo, que siempre trabajo sola en mi habitación. Así que decidí estudiar Bellas Artes porque hacía fotos y demás.
Pero mi problema como artista es que no tengo un trabajo de estudio tradicional y mi práctica artística es muy narrativa, algo que está mal visto en el mundo de las Bellas Artes. Siempre me sentí fuera de lugar. La verdad, no me gustó nada ir a la escuela de arte; aprendí más conociendo a otros artistas, pero en la escuela no.
¿No te ayudó a desarrollar tu capacidad creativa?
Realmente no me ayudó porque la forma en que yo trabajo es muy distinta a la habitual de los artistas de Bellas Artes. Siempre estaba fuera de lugar, y sí, si hablamos de errores, ese fue mi primer error. Si hubiese estudiado otra cosa, la verdad, habría sido mejor.
Naciste en Argentina y luego te mudaste a Gijón. ¿Cuánto tiempo viviste allí?
Solo viví en Argentina el primer año de mi vida.
Por eso no tienes nada de acento argentino. ¿Te sientes más conectada con Argentina, con España, o con ninguno de los dos?
Con Argentina, definitivamente.
¿Luego de Londres te mudaste a Los Angeles en 2014 y ahora estás viviendo en Nueva York?
Sí, me mudé a Nueva York en 2020.
¿Me lo parece o tienes una relación de amor-odio con España?
Yo adoro España. El problema es que España no me ha querido a mí. A mí me encanta ir, antes iba todo el tiempo. Mi primera película la hice en España y, de hecho, mi siguiente película, la tercera, la voy a rodar también ahí. Yo adoro España, pero el tema es ese… que no es recíproco. Por ejemplo, en Argentina me siento muy bienvenida y, a pesar de las pocas veces que he ido, tengo muchos amigos cineastas, mucho apoyo y una conexión que, en España, desgraciadamente, no tengo.
Pues qué pena que todavía sigamos así: fuga de talentos. Hasta hace poco, en tus biografías siempre aparecía ‘Amalia Ulman, artista argentina residente en Estados Unidos’. Yo te sigo desde hace tiempo, y fue recientemente que vi en varios sitios que te habías criado en Asturias. España es difícil, no apoya mucho la cultura y se desdeña el producto nacional en general, incluso cuando tienen reconocimiento afuera. Me parece un rasgo muy español esto de no apreciar lo que la gente hace dentro, cuesta muchísimo; al revés, te critican constantemente. Así que no eres tú sola, le pasa a mucha gente.
De todos modos, no tengo una relación amor-odio con España. Como he dicho, El planeta, mi primera película, que se estrenó en 2021, la filmé en Gijón por amor a mi ciudad y creo que eso se ve en la película. Es un retrato de Gijón.
Es verdad, he vuelto a verla antes de la entrevista y es preciosa, tanto la historia como la fotografía.
Y mi tercera película también es, digamos, un retrato de España. A mí me gusta mucho el cine español y me encanta venir a España. El inconveniente es que no tengo apoyo. El planeta está en una plataforma de streaming española pero nadie lo sabe porque no tuvimos publicidad, no tuvimos comunicación, no tuvimos distribución. Mientras que en Estados Unidos estuvo en el cine ocho semanas seguidas, estuvo meses en aviones de la compañía Delta, y además está en HBO, que es una compañía mainstream. La película tuvo mucho más empuje que aquí, aún siendo sobre España y filmada en España, y eso me parece raro. Aprecio el tener éxito en Estados Unidos porque vivo aquí, pero sí que el tema España me resulta extraño.
“Siempre me sentí fuera de lugar. La verdad, no me gustó nada ir a la escuela de arte; aprendí más conociendo a otros artistas.”
Y bueno, no logras entrar en el engranaje de España. Supongo que estás mucho más integrada en el tejido estadounidense que en el español, ya que toda tu carrera se empezó a desarrollar allí. Y sinceramente creo que has hecho bien, porque de nuevo, en España es todo muy complicado.
Pero lo intenté ¿eh?, quiero dejar claro que lo intenté. Mientras vivía en Londres, regresaba a Asturias cada tres meses con la intención de tener una carrera en España.
Y además se une que si estás en la periferia es peor todavía. Tienes que estar en Madrid o Barcelona.
Pues sí, pero bueno, no se dio y me tuve que dar por vencida.
Pues me gustaría saber qué aspectos de tu infancia te han influido. Dicen que nosotros los humanos forjamos nuestra personalidad entre los tres y los seis años, incluso aunque no recordemos mucho de esa época. ¿Qué rasgos de esa época son signos identitarios en ti y en tu trabajo?
Pues mi barrio, Cimadevilla, en Gijón. En mi infancia recuerdo estar muy aburrida. Muchísimo aburrimiento. No volvería a mi infancia para nada. Excepto a mi barrio, que es un lugar muy peculiar. Todos los que visitan Gijón han estado en Cimadevilla porque es donde se sale de fiesta; es un sitio muy famoso. Yo lo recuerdo porque es un sitio muy especial. Por ejemplo, el otro día estaba viendo la primera película de Agnès Varda, La Pointe Courte, que es de 1956 y está filmada en un pueblo pesquero; lo curioso es que me transportó a mi barrio, en el que viví en los años 1990.
En ese entonces era como una película de Fellini de los sesenta: la ropa, los voceríos, todo. Me siento afortunada de haber crecido en un lugar que parecía atrapado en el tiempo. Mi experiencia fue como haber crecido en una Europa antigua. Cimadevilla es un sitio mítico, lleno de historia, capas y capas de memoria: fue un asentamiento romano, es una península en el mar que se transforma en isla y durante la Edad Media era una fortaleza. Como ves hay muchas capas.
Recuerdo correr de niña por las calles, entre ruinas, gatos, señoras vendiendo pescado, niños descalzos, gritando… Es una Europa que ya no existe, y eso que no soy tan mayor. Allí tuve una experiencia casi atemporal, y por eso me siento afortunada y tengo mucho amor por Cimadevilla, que por desgracia ya no es lo que era, está gentrificado y demás.
Sí, hay mucha historia en cada rincón. Y cambia constantemente, a veces avanza, a veces se atrasa, depende de como lo mires. Yo que también vivo fuera noto esas transformaciones… Antes mencionabas que no tenías referentes cinematográficos y demás, ¿tus padres tienen algún trasfondo artístico?
Mis padres son hipsters de la generación X. Crecí rodeada de hipsters, subculturas, skaters y demás. No tuve una infancia tradicional pero no lo considero un error; tuve muchos lapsus de enseñanzas convencionales, pero me empapé de todo lo que rodeaba ese ambiente.
No está nada mal la mezcla, Fellini y lo hipster. Además, tú siempre has interpretado, la ficción y las historias guionadas forman parte de muchos de tus trabajos, especialmente los relacionados con las apariencias, como Excellence and Perfections (2014), uno de los proyectos que lanzaron tu carrera como artista. ¿Cómo fue el tema de trabajar con las apariencias?
En 2014 comencé a publicar la performance que se convertiría más tarde en Excellence and Perfections. Para ello cree una persona online que al inicio entrelazaba lo real y lo ficticio. De hecho, se podría considerar que fue mi primer film. Aquella fue una época oscura: tenía muchos dolores por mi accidente, pero fingía estar bien mientras me involucraba en muchas actividades y me mantenía ocupada.
Como formaba parte de una industria que cree en el momentum, seguí adelante tomando OxyContin bajo receta médica para así ignorar el dolor. Tras un viaje a Nueva York para presentar un trabajo en el Swiss Institute, seguí publicando Excellence and Perfections desde un retiro religioso al que fui para empezar de cero sin medicinas. Siempre me hizo gracia que la gente pensara que era una sugar baby en hoteles de lujo, cuando en realidad estaba limpiando los váteres de cabañas en un bosque.
Seguimos con las apariencias. Otro trabajo fundamental es Privilege (2016), donde simulas estar embarazada. Me gustaría que explicaras por qué recibiste críticas negativas. Creo que el estigma que rodea el cuerpo de la mujer y su representación es un tema fundamental. ¿Podrías hablar de este trabajo? ¿Qué repercusión tiene que se finja un embarazo en un trabajo artístico? Porque las películas de ficción muestran mujeres embarazadas que no lo están realmente todo el tiempo.
Pues este trabajo fue precisamente una respuesta al éxito de Excellence and Perfections. En la performance de E&P estaba interpretando un papel, era un personaje sexy, un trabajo muy estético, y a raíz de eso la gente esperaba que continuara trabajando en esa misma línea, haciendo cosas ‘sexys’. Aunque quien me conocía tenía clarísimo que ni mi estilo personal, ni nada en mi vida tenía que ver con ese personaje. Pero como se veía bonito, me seguían pidiendo más de lo mismo. Así que, en una especie de acto de rebeldía, preparé otra performance en la que el personaje no era glamuroso, sino que trabajaba en una oficina para explorar las aspiraciones materiales y el privilegio.
Fue durante las elecciones de Trump contra Hillary y había un ambiente político muy cargado durante esos años. Decidí crear un personaje que aquí en Estados Unidos se denomina ‘cringe’. Lo hice basándome en personas extremistas de ambos lados del espectro político que descubría en internet, encontrando inspiración en material de gente que tanto apoyaba a Trump como a Hillary. Otro aspecto que incomodó a la gente fue el tema del embarazo. Como ves era una mezcla de temas opuestos a los de Excellence and Perfections de forma intencionada.
Lo del embarazo causó mucho revuelo, fue curioso porque me iban a conceder bastante financiación para hacer una segunda performance. Pero una vez que presenté el guion y expliqué lo que iba a pasar, me denegaron el presupuesto debido al tema del embarazo. La ironía es que, al mismo tiempo, se había otorgado dinero a otro artista que había fingido su propia muerte. Es interesante ver qué temas son aceptables o no, y hasta dónde se puede llegar. ¿Se puede fingir una muerte, pero no un embarazo? Es un tema bastante tabú, especialmente en Estados Unidos.
¿Pero por qué, por conservadurismo antiabortista?
No, ni siquiera eso. El comentario era algo así como que ‘alguna mujer que no haya podido tener hijos se podría ofender’. Era un tema que preferían evitar, por miedo. Fue curioso porque el embarazo no era un problema en sí, sino el miedo a tocar el tema. Tema que era percibido como muy tabú por los hombres en el poder que iban a darme el dinero, puesto que ninguna mujer se había ofendido.
Claro, más de lo mismo, el mayor error es que los hombres regulan todo lo referente a las mujeres y sus cuerpos; en este caso están presuponiendo que nos tienen que proteger de algo que para nosotras ni siquiera es un problema.
Sí, exactamente, algo así. ‘Proteger’ a las mujeres para que no se ofendieran de un posible agravio. Muy extraño, pero bueno…
Tras este recorrido de actuaciones performativas, hablemos de tu película El planeta. ¿Cómo surgió la idea de hacer un largometraje?
Estaba acostumbrada a trabajar sola, a fotografiarme a mí misma, a dirigirme, porque en Excellence and Perfections también tenía un guion, aunque era menos específico. Como sabes, me fotografiaba en diferentes situaciones y lo posteaba en Instagram. El tema es que mi práctica artística empezó a crecer y cada vez necesitaba más gente en mi equipo, no solo ayudándome a construir las instalaciones, sino también en otras áreas.
Llegó un punto en que tenía una exposición individual al mes, era una locura. Así que empecé a trabajar con más y más gente, hasta que finalmente la diferencia entre una película indie y la cantidad de gente con la que trabajaba para mi práctica artística ya no era tanta. Por eso decidí hacer la película. Y ya que estamos, me gustaría de nuevo incidir en que El planeta sigue disponible en España y que la gente la puede ver en Filmin y en Apple TV, así que cuando se publique esta entrevista espero que más gente pueda verla.
Eres una de las protagonistas, ¿cómo fue dirigir y actuar a la vez, especialmente siendo tu primer largometraje?
Hay mucho de correr entre la cámara y la escena, y así es como trabajo en fotografía: corro delante de la cámara para ver cómo queda, poso de nuevo, y así sucesivamente. ¿Y dirigiéndome? Pues es algo parecido: realizamos la escena, veo como ha quedado, repetimos… Pero tengo que decir que doy las gracias a mi asistente de dirección, Carmen Roca Igual, porque es alguien en quien confío muchísimo. En El planeta a veces me dirigía a ella y confiaba en que, si daba la escena por buena, para mí ya estaba bien. Eso, obviamente, acelera las cosas, porque sino...
“Me siento afortunada de haber crecido en un lugar que parecía atrapado en el tiempo. Mi experiencia fue como haber crecido en una Europa antigua.” 
¿Fue un proceso lento? ¿Cuánto tardasteis en filmar la película?
Filmamos en un piso, en mi barrio, en el bar, y creo que rodamos durante casi un mes, un poco menos de un mes.
¿Por qué decidiste filmarla en blanco y negro? El Gijón que mencionabas, aunque el monocromo no permite muchos matices, se percibe muy gris, muy pesado.
Decidí filmar en blanco y negro porque, siendo consciente de las limitaciones económicas del presupuesto, quería hacer algo bello. No dibujo pero sé hacer todo lo demás, por eso cuando hago películas hago de productora, figurinista, escenógrafa, montajista… pero sobre todo estoy muy involucrada en la fotografía porque ha sido un medio que he utilizado mucho.
Asturias tiene una luz bastante pobre para filmar y para hacer fotos, así que sabía que, si rodábamos en color, la corrección de color iba a ser una pesadilla. En cambio, al filmar en blanco y negro podíamos controlar desde el principio cómo se vería la película. Fue una decisión que tomamos desde el inicio, y eso también determinó el vestuario que íbamos a usar, todo estaba planeado para hacerlo sin color, por eso el traje de cebra y muchos más de detalles estilísticos pensados para el blanco y negro. Y sí, fue básicamente porque Asturias es gris.
¿Escribiste tú sola el guion?
Sí, lo escribí yo sola.
Luego me gustaría que hablaras sobre lo erróneo de las apariencias, que es un tema pivotal en tu trabajo. Lo tratas tanto en la película El planeta como en la mayoría de tus trabajos artísticos anteriores. Muchos de tus proyectos parecen estar ‘camuflados’ y mezclados con tu vida personal, moviéndose en esa zona ambigua entre la realidad y la ficción y explorando la fina línea que las separa.
Todo lo que he dicho en mis entrevistas siempre es verdad. La única ficción ha sido Excellence and Perfections, que estaba pensada para Instagram como herramienta, como medio, como escaparate para mostrar la pieza, del mismo modo que ahora uso el medio cinematográfico. Ese trabajo se sacó de mi perfil. Todo lo que has leído ahora es verdad.
Sobre tu accidente, ¿fue difícil lidiar con el sistema sanitario estadounidense donde tienes que pagar absolutamente por todo, y lejos de tu familia?
Sí, todos los tratamientos y operaciones fueron allá. Pero preferiría no hablar mucho de esto porque es algo muy traumático y serio para mí, de lo que por desgracia me ha quedado una discapacidad permanente. A veces uso bastón y silla de ruedas, aunque ahora estoy entrenando a mi perro para que me ayude.
Todos los temas que trabajas recursivamente te dado una identidad en tu carrera profesional siendo tan joven, tus trabajos se reconocen muy bien. Las relaciones sociales, las apariencias, las narrativas ficticias que se entremezclan con la vida real y que en El planeta logras integrar en una narrativa cohesiva, tejiendo elementos que van desde lo íntimo hasta lo social. La precariedad que afecta a las protagonistas, un reflejo de la crisis financiera que sacudió España a partir de 2009 y el aparentar la normalidad. Cada tema, que exploras cuidadosamente, encuentra su lugar dentro de la historia de modo natural y significativo. ¿En tu nueva película, Magic Farm, también tratas las dinámicas sociales y familiares?
Creo que esta película tiene menos que ver con mi vida personal, aunque sigue teniendo referencias. Magic Farm la filmamos en Argentina, país en el que nací, y mi abuela aparece en la película, aunque no es un personaje principal y sí que tiene que ver con las apariencias. El planeta, estilísticamente y en temática, considero que es un film bastante argentino aunque fue filmada en Gijón. Sin embargo, Magic Farm es una película bastante más española en cuanto a estética. Toma como referencia y está inspirada en el cine de los 90 español, como Airbag (Juanma Bajo Ulloa, 1997), El milagro de P. Tinto (Javier Fesser, 1998) con esa estética camp muy colorista. También me recuerda un poco a Bienvenido Mister Marshall (Luís García Berlanga, 1953).
Es en ese sentido que la película tiene que ver con las apariencias, y es que va de un equipo documental, como si fuese el de Vice News. Unos hipsters de Nueva York viajan a Argentina para hacer un documental buscando una moda que ya no existe, así que deciden fingirla junto a los argentinos, la gente del pueblo, que por otro lado no tienen problema en mentir, fingir y participar de la mentira, ya que les están pagando y quieren ser buenos con los estadounidenses. Es algo similar a lo que ocurre en Bienvenido Mister Marshall, donde también hay una predisposición hacia ellos. Los habitantes del pueblo dicen: esto es lo que quieren los estadounidenses, pues hagámoslo, no hay problema.
Y siguiendo con los temas sociales, también los hay porque definitivamente hay diferencias sociales entre la gente del pueblo y los que vienen a hacer el documental. También hay diferencias sociales dentro del grupo de estadounidenses; tenemos a personajes como el de Chloë Sevigny, que es la presentadora del programa que están filmando, más los otros personajes que trabajan behind the scenes y que probablemente no tienen seguro médico en Estados Unidos y tampoco mucho dinero. Así que como ves también hay jerarquías. Por otro lado, surgen muchas relaciones interpersonales entre los argentinos del pueblo y los estadounidenses. Hay un par de relaciones románticas que se desarrollan en esa semana de rodaje del documental que también crean tensiones y relaciones de poder.
¡Qué interesante! Hay varias historias paralelas y, por lo que me cuentas, también utilizas el recurso del cine dentro del cine, porque trata del rodaje de otra película, así muestras las tripas del cine. Antes has mencionado a Berlanga, Bajo Ulloa, ¿qué más cineastas admiras o te inspiran?
Depende mucho del proyecto en el que esté trabajando en ese momento. Para El planeta me inspiré en películas ‘precódigo’, es decir, cine de Hollywood de antes del Código Hays, entre los años 1920 y 1930. Son filmes muy divertidos, muy graciosos, donde los personajes son timadores muy glamurosos, estafadores muy carismáticos. Uno de mis directores favoritos de esa época es Ernst Lubitsch. Él fue una referencia bastante importante para El planeta, por ejemplo.
También incorporé referencias de la Nouvelle Vague porque también tomé influencias del cine europeo. Para Magic Farm, una gran referencia ha sido Robert Altman, especialmente por la estructura de la película que es ensemble film, con muchos actores y múltiples historias interconectadas. Luego, en general, no tengo un referente cinematográfico en particular, pero soy muy fan de Hong Sang-soo.
Short Cuts de Altman es una de mis pelis favoritas de todos los tiempos. Antes has comentado que tus padres son generación X, y casi todas estas películas son también gen X.
Sí, el haber hecho una película sobre Vice está profundamente relacionada con mis padres; tiene mucho que ver con ellos.
¿Es un homenaje a ellos?
Sí, más o menos. Homenaje y/o crítica.
Referente al casting, ¿cómo conseguiste a Chloë Sevigny y Simon Rex, que son muy famosos? ¿Es fácil acceder a ellos? Aunque también es cierto que Chloë suele hacer muchas películas indies.
Escribí el personaje pensando en Chloë, y tenemos muchos amigos en común, así que simplemente me reuní con ella y le compartí el guion. Con Simon, mis productores ya tenían contacto, y él estaba muy interesado en hacer la película. De hecho, el personaje más complicado para hacer casting fue el de Alex Wolff, porque era un rol complejo. Digamos que su personaje tiene una relación con una chica, y esta chica, cuando realizamos el casting, en Argentina resultó ser una actriz bastante joven, lo que complicaba bastante el personaje, porque la mayoría de los actores para el papel de Alex eran mucho más mayores.
No queríamos añadir la capa de complejidad a la relación que da esa diferencia de edad. No queríamos una relación entre alguien de cincuenta y una chica de diecinueve. Por suerte, Alex también es joven, fue fácil hacer la audición con él, porque a pesar de que su personaje era un liante, un fuck boy, la edad es parecida, así que la química fue más natural. En cuanto al resto de los personajes, estaban casi todos definidos, especialmente el de Chloë, porque ya desde el principio el guion estaba pensado para ella y su presencia estaba confirmada.
“Este año he dejado todas mis galerías. Tomé esta decisión porque no me interesa el arte comercial y realmente no quiero volver a una feria de arte en mi vida. Pero eso no quiere decir que deje de hacer arte.”
Seguimos con la producción, ¿cómo te financias? O sea, tú tienes una productora, Holga’s Meow Pictures, y supongo que, con ese cartel, Magic Farm, ya no es una película de bajo presupuesto. Lo que conozco de Europa es que casi todas las producciones están financiadas por la CEE, Europa Creativa, los gobiernos etc., todo institucional; allí es todo lo contrario, financiación privada y buscar productores ¿puedes explicárnoslo?
Pues, por ejemplo El planeta la financié yo sola hasta lo que sería postproducción, porque el Gobierno de España no me dio dinero y Asturias tampoco. Lo intenté muchísimo, pero no me lo quisieron dar. Así que saqué el proyecto adelante yo sola. O sea, conseguí una beca pequeña de Londres, luego me salió un trabajo, un workshop, así que junté el dinero y pagué a mi equipo, que eran solo cinco personas, mediante el convenio audiovisual de España.
Lo bueno es que, como tenía buen material, luego sí que se sumaron al proyecto algunas productoras estadounidenses para la fase de edición y finalización de la película para mandarla a festivales como Sundance y demás. Algunos de los que me habían ayudado a terminar El planeta, como la productora Spacemaker, se unió también al proyecto de Magic Farm, y tras ellos, Mubi, que produjo la película. Además, en Argentina trabajamos con Rei Cine, que son los productores de Zama de Lucrecia Martel. Y sí, que en este caso, Magic Farm es una producción más normal en temas de financiación.
¿Cuánto tiempo habéis estado filmando?
Un mes en Argentina.
En relación con el cine, este verano has curado un ciclo de películas llamado Fascism: Desire & Punishment en el cine Roxy de Nueva York. Ya hemos hablado de que piensas seguir con el cine porque estás preparando tu tercera película, pero ¿y en la escena de arte contemporáneo, museos, galerías. etc-?
Sí, yo sigo en el mundo del arte. De hecho, hace poco también comisarié una exposición colectiva titulada MiCasa en un apartamento del Upper West Side cuando estaba aún por renovar y que he empezado a reformar para convertir en mi estudio. Este año he dejado todas mis galerías. Tomé esta decisión porque no me interesa el arte comercial y realmente no quiero volver a una feria de arte en mi vida. Pero eso no quiere decir que deje de hacer arte, porque eso siempre va a ser parte de mí, soy artista y moriré artista. También el año pasado hice una expo en la galería Jenny’s de Nueva York, que está basada en el restaurante llamado Sardi’s. Los dibujos expuestos los comisioné a un caricaturista.
Y sobre el tema del agua y tu faceta como sommelier, ¿quieres comentar algo?
Bueno, lo del agua es un hobby. Me certifiqué y fui a la escuela de Doemens en Munich, así que técnicamente soy sommelier de aguas. Comencé a subir vídeos por diversión entre películas. Es entre películas cuando puedo dedicarme a hacer algo distinto. También aprendí a montar a caballo y a entrenar perros; ahora estoy entrenando el mío para que sea animal de servicio.
Lo del agua era un interés que tenía desde hace tiempo porque soy muy sensible a los sabores, pero de alguna manera se convirtió en algo más serio y sobre todo este año, me pidieron hacer curadurías de aguas para varias exposiciones. Al final, lo que era un pasatiempo acabó convirtiéndose en diez exposiciones.
Tu versatilidad y capacidad es realmente admirable. Aunque tus actividades son muy diversas, todas comparten un enfoque en el aprendizaje y la experimentación, y me parece fascinante. Desde la escritura y dirección de guiones hasta tus performances y exposiciones, ¿te encargas de todo por tu cuenta o trabajas con un equipo?
Lo hago todo sola, no tengo ni equipo ni estudio. Trabajo con gente de forma puntual dependiendo del proyecto.
Para acabar, ¿qué proyectos tienes en mente para después de la presentación de Magic Farm?
Ahora mismo me estoy enfocando en escribir cuentos y historias cortas y, además, estoy trabajando en el guion de mi tercera película, que voy a filmar en España. Estoy casi en fase de preproducción.