El 11 de diciembre de 2006, Italia se despertaba conmocionada por un crimen violento sin igual: el asesinato de cuatro personas, entre ellas un niño de dos años, todas vecinas de un mismo edificio en Erba, un pueblo en la Lombardia. El shock acaparó titulares, abrió los telediarios y capturó la atención del país por semanas; de hecho, años, porque a día de hoy sigue siendo un crimen que todos recuerdan y del que todos hablan. Rápidamente, se señaló a Rosa Bazzi y Olindo Romano, una pareja que vivía en ese edificio, como los autores del crimen. Ahí empezó su pesadilla; una pesadilla que persiste a día de hoy.
Sin embargo, y como suele pasar en casos tan mediáticos, la presión por actuar hace que la policía, el sistema judicial y toda la gente involucrada se salte pasos, se equivoque y se desentienda de la presunción de inocencia de los acusados, buscando cómo condenarlos más que intentar esclarecer los hechos. Precisamente de esto se encarga la autora Alessandra Carati en su nueva novela, El caso Rosy (2025, Lumen), un volumen que se centra en ahondar en la identidad de Rosa Bazzi.
“Mi curiosidad se dirigió inmediatamente hacia Rosa Bazzi, hacia la radicalidad de su experiencia. Quería comprenderla. Al principio me repelió su figura, pero al mismo tiempo sentí que había algo profundo que nos unía”, nos dice Alessandra en esta entrevista. Y nos explica más el contexto de la acusada y condenada por asesinato: “Rosa es una mujer con déficits cognitivos establecidos que afectan a sus facultades intelectuales, la memoria, el lenguaje, el pensamiento abstracto. No lee ni escribe, no hace cálculos sencillos, no distingue la derecha de la izquierda. Todas estas fragilidades la convierten en una persona vulnerable, la exponen a la manipulación, al abuso. Un riesgo que corren otras mujeres por falta de medios, pobreza relacional y cultural, soledad. Es como si encarnara lo que más nos asusta en sus formas más extremas: la minoría de edad, la dependencia”.
A lo largo de varios meses, Carati visitó a Rosa en la cárcel, donde lleva internada casi veinte años, separada de Olindo, su pareja y su mayor apoyo emocional. En El caso Rosy, podemos crear un retrato mental de una mujer que, como recalca la escritora, es carne de cañón del abuso y la manipulación. A lo largo de sus ciento sesenta páginas, y a través de varias miradas (la de los vecinos, la de la policía, la de la escritora, la de la protagonista), se nos explica cómo se resolvió ese caso, cómo se acusó a esta pareja, y qué consecuencias ha tenido en los afectados. Un relato de injusticia, prejuicios, periodismo de investigación y true crime que te mantiene en vilo a la vez que hace replantearte la realidad.

Eres escritora pero tienes un background en periodismo también, si no me equivoco. ¿Cuándo llegó tu amor por las letras? ¿Recuerdas algún libro o artículo que te hiciera pensar, ‘yo quiero hacer esto de adulta’?
En realidad no soy periodista, me formé en el estudio de la filosofía y la escritura escénica (cine y teatro), de ahí pasé a la literatura. Guardo en la memoria un acontecimiento en particular: hace unos diez años, justo después de la muerte de mi padre, mientras ordenaba unos documentos, encontré una carpeta con redacciones de la escuela primaria: recordé cuánto me gustaba escribir y lo fuerte que era mi deseo.
La llamada ‘matanza de Erba’ tuvo lugar en diciembre de 2006, unos días antes de Navidad. ¿Qué recuerdas tú de aquel entonces? ¿Cómo y cuándo te enteraste de la noticia, y cuáles fueron tus primeras reacciones?
Desde el principio, más que el hecho en sí, me impresionó la cobertura mediática: todo el país estuvo expuesto a una narración capilar y omnipresente del hecho, en sus detalles más minuciosos, durante meses, años. Era una fiebre colectiva de la que era difícil escapar; las vistas del juicio en primera instancia estaban tan abarrotadas que el tribunal se vio obligado a restringir la entrada a la sala distribuyendo cupones numerados, a primera hora de la mañana, antes de las vistas. A día de hoy, cualquier noticia relacionada con el matrimonio sigue encendiendo un agrio debate.
En tu nuevo libro, El caso Rosy, intentas esclarecer ese delito, del que todavía quedan más sombras y preguntas que luces y respuestas. Después de casi veinte años de su suceso, ¿qué te lleva a investigar este crimen y querer sumergirte en la historia de Rosa Bazzi?
Más que hacia el asunto en sí, mi curiosidad se dirigió inmediatamente hacia Rosa Bazzi, hacia la radicalidad de su experiencia. Quería comprenderla. Al principio me repelió su figura, pero al mismo tiempo sentí que había algo profundo que nos unía, a pesar de la disparidad de nuestras condiciones. Rosa es una mujer con déficits cognitivos establecidos que afectan a sus facultades intelectuales, la memoria, el lenguaje, el pensamiento abstracto. No lee ni escribe, no hace cálculos sencillos, no distingue la derecha de la izquierda.
Para una persona así el mundo se encoge, necesita ayuda para enfrentarse a situaciones sencillas como pagar una factura o coger un tren. Todas estas fragilidades la convierten en una persona vulnerable, la exponen a la manipulación, al abuso. Un riesgo que corren otras mujeres por falta de medios, pobreza relacional y cultural, soledad. Es como si encarnara lo que más nos asusta en sus formas más extremas: la minoría de edad, la dependencia.
Para una persona así el mundo se encoge, necesita ayuda para enfrentarse a situaciones sencillas como pagar una factura o coger un tren. Todas estas fragilidades la convierten en una persona vulnerable, la exponen a la manipulación, al abuso. Un riesgo que corren otras mujeres por falta de medios, pobreza relacional y cultural, soledad. Es como si encarnara lo que más nos asusta en sus formas más extremas: la minoría de edad, la dependencia.
El true crime está a la orden del día, ya sean podcasts, programas de televisión, o youtubers; todo el mundo parece estar obsesionado. ¿Qué papel crees que juega la literatura en este universo?
La literatura siempre ha explorado la naturaleza incontrolable de las pasiones humanas, fuerzas capaces de subvertir las reglas que nos hemos dado como comunidad para vivir seguros y en paz. La polis es esto, la cesión de una parte de nuestras pulsiones a cambio de la posibilidad de llevar una vida no expuesta a constantes agresiones.
Sin embargo, la frontera entre el bien y el mal siempre está ahí, para todos. El territorio de la literatura es precisamente esta frontera, una frontera incierta donde se desatan las fuerzas irresistibles e indomables del alma humana (basta pensar en Madame Bovary, sin llegar a la Lolita de Nabokov). Y por eso mismo, es también el territorio de la elección, de la responsabilidad, del libre albedrío: solo allí donde sentimos el precipicio del mal puede haber verdadera elección. La literatura es una zona caliente, rebosante de materia, que cuestiona las partes de nosotros que ocultamos y de las que más nos avergonzamos.
Sin embargo, la frontera entre el bien y el mal siempre está ahí, para todos. El territorio de la literatura es precisamente esta frontera, una frontera incierta donde se desatan las fuerzas irresistibles e indomables del alma humana (basta pensar en Madame Bovary, sin llegar a la Lolita de Nabokov). Y por eso mismo, es también el territorio de la elección, de la responsabilidad, del libre albedrío: solo allí donde sentimos el precipicio del mal puede haber verdadera elección. La literatura es una zona caliente, rebosante de materia, que cuestiona las partes de nosotros que ocultamos y de las que más nos avergonzamos.
“La literatura es una zona caliente, rebosante de materia, que cuestiona las partes de nosotros que ocultamos y de las que más nos avergonzamos.”
Para mí, algo que atrae tanto del true crime es el morbo; sin embargo, tu libro tiene un enfoque más riguroso y de análisis. No se basa en contar los detalles crudos para regodearse en ellos sino en buscar respuestas, el porqué. Pero, ¿tu enfoque siempre fue así? ¿Cómo ha cambiado el libro desde tu primera idea hasta el resultado final?
De un primer borrador, que dejé completamente de lado y que utilicé para poner orden en la masa de documentos judiciales y reseñas de prensa, ha surgido un segundo borrador, con una clara dirección de escritura. El libro es una aproximación progresiva a la figura de Rosa a través de las miradas de las personas que han tenido que tratar con ella a lo largo de los años: primero los vecinos, luego la prensa, después la psicóloga que los observó durante los meses de prisión preventiva inmediatamente posteriores a su detención, los abogados, los documentos del juicio y solo al final la mía propia sobre ella, dentro de la cárcel.
Frente a una realidad estratificada necesité miradas complementarias para intentar comprenderla. La clave era la multiplicación de los puntos de vista. Quería que la figura de Rosa emergiera lentamente, como si saliera a la luz en una polaroid, por primera vez. Al fin y al cabo, El caso Rosy es un libro sobre el poder de la mirada, que es capaz de acoger y también de destruir.
Frente a una realidad estratificada necesité miradas complementarias para intentar comprenderla. La clave era la multiplicación de los puntos de vista. Quería que la figura de Rosa emergiera lentamente, como si saliera a la luz en una polaroid, por primera vez. Al fin y al cabo, El caso Rosy es un libro sobre el poder de la mirada, que es capaz de acoger y también de destruir.
En un momento escribes sobre Rosa: “Seguramente sufre un trastorno, y a menudo la enfermedad se asocia con el delito”. Es duro e injusto, pero hay colectivos que sufren prejuicios y, en consecuencia, acaban siendo juzgados de manera muy diferente a los demás. Ahora que has revisitado todo el material, ¿consideras que Rosa estuvo condenada desde el minuto cero?
La única idea que creo que podemos permitirnos es partir del estudio de las cartas y de las actuaciones del juicio. Son precisamente estos los que presentan zonas opacas, de las que las sentencias en los tres niveles de enjuiciamiento no dan cumplida cuenta y que merecen una investigación más profunda, para que la condena pueda ser, de verdad, “más allá de toda duda razonable”. En un asunto tan doloroso, tan complicado, es casi un deber intentar comprender. Y comprender requiere mucho estudio, mucha reflexión. La vida de las personas no es un partido de fútbol.
A lo largo de todo este proceso, viendo que no ibas a sacar nada en claro de las entrevistas con Rosa y destapando las irregularidades flagrantes durante el proceso de su juicio (y el de Olindo), ¿te sentiste impotente o frustrada? ¿Cómo vencías ese abatimiento y continuabas luchando por sacar la obra adelante?
Durante varios meses pensé en abandonar el libro. Además de la frustración y la dificultad de entender a Rosa, tenía miedo. En El impostor, Javier Cercas cuenta la historia de cómo un hombre, Enric Marco, fingió ser un superviviente del Holocausto durante treinta años, sin que nadie en España dudara de él; al contrario, recibiendo homenajes y reconocimientos hasta su desenmascaramiento final. En el prólogo, Cercas desvela las razones que le impidieron escribir el libro durante años, dice que no sabía por qué no quería escribirlo, o lo sabía pero no quería reconocerlo o no se atrevía a reconocerlo.
Ahora, después de haberlo hecho, sabe por qué no quería hacerlo. Porque tenía miedo. Y hoy sabe que su miedo estaba justificado. En la historia de Enric Marco, “todo el mundo queda como una mierda, empezando por el propio Enric, y acabando por los periodistas y los historiadores y los políticos; en definitiva, todo el país. Para contar la historia de Enric, hay que meterle el dedo en el ojo a todo el mundo y eso no le gusta a nadie”.
Ahora, después de haberlo hecho, sabe por qué no quería hacerlo. Porque tenía miedo. Y hoy sabe que su miedo estaba justificado. En la historia de Enric Marco, “todo el mundo queda como una mierda, empezando por el propio Enric, y acabando por los periodistas y los historiadores y los políticos; en definitiva, todo el país. Para contar la historia de Enric, hay que meterle el dedo en el ojo a todo el mundo y eso no le gusta a nadie”.
Tu propia posición respecto a Rosa también cambia: “Al principio era reacia a contar que me estaba ocupando de su historia. […] Me avergonzaba de ella, […] pero al mismo tiempo sentía pena por ella. Yo estaba al otro lado de la barricada y me sentía superior, o mejor dicho, a salvo, porque me había salvado de un destino como el suyo. No me refiero a la cárcel y a la condena, sino a la ignorancia, la pobreza y la soledad”. Ahora, con tiempo para digerir esta historia y tras escribir el libro, ¿cómo te sientes respecto a Rosa?
Al hablarme de sí misma, Rosa me confiaba cosas íntimas, diciéndome que lo hacía con la certeza de que yo no las denunciaría. El pacto entre nosotras siempre fue claro: yo recogería material para escribir un libro y luego lo que ella me contara se haría público, hasta el punto de que en nuestros encuentros siempre había una grabadora sobre la mesa. Formalmente, tenía su consentimiento, pero ¿qué consentimiento puede dar una persona con su particular condición? Este pensamiento me atormentó durante meses. Finalmente lo superé escribiendo, encontrando una medida que me permitía respetar su intimidad y al mismo tiempo ser honesta con el lector. Hoy he redescubierto la ternura que a menudo sentía por ella, y de la que a veces me avergonzaba.
“En un asunto tan doloroso, tan complicado, es casi un deber intentar comprender. Y comprender requiere mucho estudio, mucha reflexión. La vida de las personas no es un partido de fútbol.”
Como curiosidad, ¿la has vuelto a ver recientemente? ¿Le mandaste el libro cuando se publicó? ¿Te dio feedback?
Nos comunicamos a través de los abogados, que me traen noticias de ella y le dan noticias mías. Rosa no ha leído el libro porque no sabe leer, y no hay condiciones para que alguien lo haga por ella. Sabe de su existencia, ha visto la portada. También está muy contenta con la reciente edición española.
Empezaste escribiendo no ficción (Bestie da vittoria y La via perfetta), luego incurriste en la ficción con la celebrada novela E poi saremo salvi, y ahora regresas a la no ficción. ¿En qué momento de tu carrera crees que estás como autora? ¿Hay algo de escribir ficción que hayas aplicado a tu última obra, más periodística?
En realidad, siempre me he movido en el espacio de la novela, con la libertad y la responsabilidad que esta forma permite. La novela no coincide necesariamente con una obra de ficción, en la que se inventan hechos, situaciones, personajes. Hay una larga tradición (A sangre fría, de Truman Capote; La ciudad de los vivos, de Nicola Lagioia; los libros de Emmanuel Carrère) en la que la escritura parte de hechos reales y a partir de ahí crea un núcleo de sentido, muy alejado de la crónica y estructurado en torno a la mirada del autor.
Escribir un libro así tiene consecuencias para la salud mental: la frustración, el ambiente claustrofóbico de la cárcel, tratar con una persona acusada de asesinato, etc. ¿Qué has hecho/estás haciendo para recuperarte de todo esto?
El último año ha sido agotador, he asistido a unas ochenta reuniones públicas en Italia y al principio tenía la sensación de tener que defenderme de la desconfianza y la agresividad de la gente. En realidad, no siempre fue así. El tiempo ha hecho su trabajo y solo ahora, un año después de mi liberación, siento que he recuperado realmente la fuerza y el equilibrio.
El libro ya se publicó en Italia el año pasado. Seguro hay mucha gente que se acuerda del caso y le guarda rencor a Rosa y Olindo y tal vez no quiera ni oír hablar de que, tal vez, sean inocentes. ¿Cómo ha sido la recepción hasta la fecha?
Hay lectores que han acogido el libro con apertura, y al mismo tiempo ha habido una fuerte resistencia: algunos han cuestionado, incluso violentamente, el hecho de que yo eligiera trabajar en esta historia. Cuando salió a la luz, en las redes sociales me atacaron.
Ahora llega a España de la mano de Lumen. La noticia llegó pero no impactó tanto. ¿Esperas una recepción diferente, de alguna manera?
En España nadie conoce el acontecimiento ni a sus protagonistas, no hay un relato compartido que lleve veinte años calcificado en la memoria de la gente. El libro no tiene nada que oponer, nada que rectificar. Creo que aquí encontrará lectores más dispuestos a verlo como lo que es.