Alberto Cortés no encarna personajes en sus obras, sino que habla “de estados, de presencias, de encarnaciones, de términos que me hagan entender dónde está mi cuerpo en la escena”, nos explica. Es algo más visceral, intuitivo. Y su producción, incluso, asalvajada. Algo normal “cuando trabajas desde los límites y sustentas tu creación artística desde la periferia”, afirma. El próximo viernes 11 de abril, Alberto estará presentando Analphabet en el Festival Dansa València, y hoy hablamos con él sobre los entresijos de esa obra, las miradas que le atraviesan cuando sube a un escenario y el espectador como amante.
Para nuestros lectores que no te conozcan, Alberto, ¿podrías regalarnos una pequeña presentación?
Presentarse uno con sus propias palabras me resulta siempre una tarea difícil. Si al finalizar esta entrevista alguien se lleva una idea de quién soy, para mí estaría bien así. Si lo que necesitamos es un punto de partida, algo más ‘titular’, diría que soy un chico marica andaluz que se dedica a la creación escénica (pero incluso en esas etiquetas encuentro algo de mentira).
Mencionas que llegaste al teatro en 2009 no por amor, sino buscando respuestas a inquietudes de juventud. ¿Cuáles eran esas inquietudes y cómo te ayudó el teatro a encontrar las respuestas que buscabas?
El teatro aún me sigue dando respuestas y preguntas; por cada respuesta que me da, me lanza el triple de preguntas. Y aún sigo relacionándome con él en un juego que parece infinito. Las inquietudes que me acercaron al teatro en mi juventud estaban relacionadas con la necesidad de darle cabida a la expresión artística que habitaba desde niño, al mariquita tímido que llevaba dentro, a relacionarme con la autoría artística que veía en el mundo del cine. Mi amor por el cine me empujó a la idea de la dirección. Nunca tuve amor por el teatro en sí.
A lo largo de tu carrera, has hablado de una dramaturgia que se ha ido asalvajando con el paso del tiempo. ¿Qué significa para ti esa ‘asalvajada’ libertad, y cómo piensas que ha evolucionado tu forma de trabajar en escena desde tus inicios hasta ahora?
Cuando trabajas desde los límites y sustentas tu creación artística desde la periferia y en terrenos áridos es muy fácil que te relaciones con una producción salvaje. Ese hacer me hizo deconstruir mi forma de pensar, de crear, de relacionarme con otras disciplinas. Siempre me he relacionado con lo artístico desde esa sensación de libertad. Comencé sin nada que perder, me agarré a ese placer y no lo pienso soltar.
Además del teatro, tu trabajo abarca una gran variedad de disciplinas como la danza, la performance, el folclore y el flamenco, además de crear piezas site specific. ¿Cómo logras integrar estas diferentes formas artísticas en tus creaciones?
Más bien todas están presentes en todas. No creo que nunca haya hecho nada en escena que una etiqueta pueda encajar como algo ‘puro’. No es que mi intención sea la mezcla, es que no me sale otra cosa, algo en mi cuerpo se resiente. Para mí es orgánico esa integración de formas y lenguajes, ese ha sido siempre mi camino y de este cruce está hecho el cuerpo que aparece en la escena. Supongo que es una consecuencia de ese escapar del teatro que siempre he experimentado.
“El espectador no es solo mi amante sino que se ha hecho el más importante, con todos los problemas que esto también acarrea. He jugado con fuego y ya hace tiempo que estoy habitando ese fuego.”
Además de estas, ¿hay algún otro campo artístico por el que te sientas atraído?
El cine siempre ha sido un gran amante, el primero. Pero no lo miro con el deseo de querer poseerlo o dominarlo. Solo que esté ahí para que pueda ser su espectador. La literatura es la otra gran inspiración de mi trabajo.
El concepto de “escenario como espacio del deseo” es algo que mencionas a lo largo de tu camino. ¿Qué papel juega el espectador en la creación de ese espacio romántico?
El espectador se ha convertido en mi amante, esto ya es un hecho que puedo afirmar. Me ha costado entender este proceso a lo largo de los años. No es solo mi amante sino que se ha hecho el más importante, con todos los problemas que esto también acarrea. He jugado con fuego y ya hace tiempo que estoy habitando ese fuego.
Hablas de que tu camino ha estado marcado por encuentros en talleres con creadoras, maestras y amigas. ¿Qué impacto han tenido estas colaboraciones en tu desarrollo artístico y cómo han influido en la dirección y dramaturgia de tus piezas?
Mi desarrollo como artista no puede estar desligado de mi desarrollo como persona. Y en ese cruce siempre he buscado relacionarme con las mejores personas posibles, trabajar con grandes amigas, con personas generosas y llenas de amor. Esto me ha permitido crecer con el tiempo y poner en valor la humanidad y la vitalidad que quiero que desprendan mis piezas. Sin esas creadoras y amigas con las que me he cruzado a lo largo de mi carrera no sería quien soy hoy.
La pieza en la que te encuentras inmerso ahora, Analphabet, parece tratar de un fantasma nacido de la herida y del romanticismo. ¿Qué significa para ti que se manifieste en el entorno natural de la playa de Gulpiyuri (Asturias)?
Como toda pieza que pongo en pie, viene de unas cuestiones sin resolver, de la fantasmidad, de estar suspendido en algo. Y para mí Gulpiyuri ha sido un espacio dañado por mi historia personal. El fantasma tenía que aparecer ahí, fue ahí cuando habría necesitado que apareciese.

Mencionas que la historia de Analphabet abre la caja de las violencias intragénero. ¿De qué manera se abordan esas violencias, dentro del contexto de las relaciones homosexuales, y qué importancia piensas que tiene la herencia patriarcal en la creación de estos conflictos?
Pienso que las violencias intragénero aún siguen muy silenciadas; aunque ahora se están hablando más, seguimos sin mirar para este lado con profundidad. En la parte que me corresponde llevar, la de las relaciones entre hombres, es de vital importancia tomar cuenta de la herencia patriarcal que vive dentro de nosotros, de las violencias de las que formamos parte y de cómo seguimos jugando al macho, a validarnos a través del sexo y de quién la tiene más grande. Hemos normalizado un contexto violento que no es fácil habitar.
En concreto, hablas de que el personaje está influenciado por la poesía del romanticismo alemán, por autores como Goethe, Hölderlin y Novalis. ¿Qué elementos de este movimiento encontraste más relevantes o inspiradores al crear este personaje y su historia?
No diría que Analphabet es un personaje, no me relaciono bien con ese término, nunca lo he entendido en mí mismo. No sé hacer personajes. El personaje necesita de la representación, entre otras cosas, y yo no sé representar. Hablo de estados, de presencias, de encarnaciones, de términos que me hagan entender dónde está mi cuerpo en la escena. Cómo revivir la palabra cada vez.
Del romanticismo alemán me sirvieron todos los clichés: la naturaleza como monstruo sublime, la pasionalidad, el tormento, la melancolía, el viaje. Fueron grandes folclóricas andaluzas. Su relación con la idea de la subjetividad y de tormento amoroso sigue viva.
Del romanticismo alemán me sirvieron todos los clichés: la naturaleza como monstruo sublime, la pasionalidad, el tormento, la melancolía, el viaje. Fueron grandes folclóricas andaluzas. Su relación con la idea de la subjetividad y de tormento amoroso sigue viva.
Además del romanticismo alemán, citas la influencia de la idiosincrasia andaluza y la “herida mortal de un amor en Euskadi”. ¿Cómo se manifiestan estos elementos culturales en la obra y de qué manera contribuyen a Analphabet?
En la pieza, Andalucía tiene que ver con lo que soy, con lo que es Analphabet, y Euskadi tiene que ver con el conflicto; es el campo de batalla, la procedencia del amante. Entre estas dos tensiones geográficas vive la obra.
Aunque marcado por el sufrimiento, la obra trae consigo una esperanza relacionada con el poder de la poesía. ¿Qué papel juega el lenguaje poético en tu obra?
La llegada de la poesía en mi trabajo dinamitó todo, llegó como un tsunami pero me dejó rehacer de nuevo sin borrar lo que había pasado antes que ella. Fue la dimensión poética del lenguaje la que me colocó en El ardor. Cuando me encerré solo en la sala por primera vez, lo que apareció fue la poesía, y esto no era algo que había visto venir. Luego entendí que podía tener sentido. Desde ese momento en que la poesía, entendida como palabra, como poema (porque de otro modo había estado siempre) irrumpe en mi trabajo, ya no me suelta. Fue una sorpresa descubrir que yo pertenecía a lo poético, no que era un poeta, sino que pertenecía a lo poético de una forma extraña.
“Ningún cuerpo atravesado por tantas miradas puede escapar de la vulnerabilidad aunque se disfrace de muchas formas. Ser un marica vulnerable es lo más honesto que puedo encarnar en un escenario.”
Otra de tus obras pasadas, One Night at the Golden Bar, es una experiencia que explora la vulnerabilidad y el romanticismo desde una mirada queer. Junto con Analphabet, ¿qué importancia crees que tienen en la actualidad este tipo de piezas?
¿A qué tipo de piezas te refieres? ¿A piezas que hablan de la vulnerabilidad marica? No genero piezas para que tengan una importancia en el contexto actual, no es ese mi trabajo. Supongo que lo que expongo, lo que me atraviesa y comparto, opera transformaciones individuales en el cuerpo y la emocionalidad del espectador, esa es la importancia. Si el mecanismo de transformación tiene que producirse, quiero que se haga en la intimidad del individuo.
Si te refieres en concreto a la vulnerabilidad en sí, creo que ese es el estado que mejor puede definir a alguien que está en un escenario. Estar en un escenario como hombre y desde el poder es antinatura para mí. Ningún cuerpo atravesado por tantas miradas puede escapar de la vulnerabilidad aunque se disfrace de muchas formas. Ser un marica vulnerable es lo más honesto que puedo encarnar en un escenario. Aunque pueda convertirse en otra forma de poder.
Si te refieres en concreto a la vulnerabilidad en sí, creo que ese es el estado que mejor puede definir a alguien que está en un escenario. Estar en un escenario como hombre y desde el poder es antinatura para mí. Ningún cuerpo atravesado por tantas miradas puede escapar de la vulnerabilidad aunque se disfrace de muchas formas. Ser un marica vulnerable es lo más honesto que puedo encarnar en un escenario. Aunque pueda convertirse en otra forma de poder.
Vas a presentar One Night at the Golden Bar próximamente en Valencia, Bruselas y Oporto. ¿De qué manera enfrentas esta nueva gira?
Es Analphabet la que estará en esas ciudades próximamente; Golden Bar estará en Gante y Bruselas más adelante, después del verano. Enfrento esta nueva etapa con alegría y desconcierto, con un pie en las nubes y otro pegado a la tierra. Pero sobre todo celebrando la experiencia, eso sí. Atento para evitar que mi cautela capricorniana no deje disfrutar un poco al piscis soñador. Feliz de que fuera de España puedan abrazar mi trabajo. Amantes nuevos que no entienden lo que les digo.
Al salir del teatro, ¿qué mensaje deseas transmitir y esperas que cale en tu público?
No deseo transmitir ningún mensaje en concreto. Hacerlo iría contra el trabajo que hago en la escena. Del público solo espero que mire, oiga. A partir de ahí, la elección de lo que tienen que llevarse o no es de ellos.
Finalmente, Alberto, ¿qué crees que es lo más importante que has aprendido de tu trayectoria artística hasta ahora, y cómo te gustaría que tu trabajo siga evolucionando en el futuro?
Aún no tengo la respuesta de esto, no sé aún qué es eso tan importante. Espero saberlo muy tarde además. De mi trabajo solo me gustaría que me hiciera cada vez más feliz, que no necesariamente quiere decir trabajar cada vez más.
