Nuestro destino es morir pero estamos tan absortos con el día a día que nos olvidamos de ese vínculo. Tampoco suele apetecer ahondar en ese tema por miedo, supongo. Luego está el tema religioso, a algunos de momento les funciona y con eso están tranquilos. A mí la muerte siempre me ha aterrado, creo que por un sentimiento de falta de seguridad. No es que me haya faltado techo ni comida jamás, pero nunca sabía qué iba a pasar, y esa inseguridad de ‘y mañana qué’ me ha creado un gran lazo con eso. Intento acercarme a ella con ternura, paz y algo de misticismo, siendo consciente que no tengo ni idea y estoy completamente perdida. En parte sí se desvela, pero hay que estar atento a los mínimos detalles. En ciertos momentos de la pieza hay miradas, movimientos, gestos que quizá no tendrías con un hijo o una hermana (¡Ah! ¡Ya me has pillado!). Pero sí, me gusta que no todo esté súper claro y que el que lo vea no lo haga de manera completamente pasiva. Quiero que lo sienta y se pregunte cosas, que entre y se moje. En este caso es ‘amable’, pero podría no serlo.