Humildad, honestidad y talento componen la bandera con la que Jorge Escorial, más conocido como Recycled J, se presenta ante un público que le ha acompañado desde que empezase en el rap con apenas 16 años. Un estandarte bien recibido por la audiencia desde que se aproximase a la música bajo el nombre de Cool en su barrio, Carabanchel, al que siempre se ha sentido conectado. Consciente de la necesidad de hacer del arte una forma de vida y habiendo aprendido a lidiar con las críticas gracias a la confianza en sí mismo, el madrileño acaba de presentar Hijos de la Ruina vol. 3. Ahora colabora con el canario Cruz Cafuné en su nuevo tema Sangre fría.
Cuesta encontrar a alguien que hable mal de Recycled J. Sumergirse en los miles de comentarios que inundan sus redes sociales, o adentrarse en el feedback que reciben sus celebrados vídeos en YouTube, invita al optimismo en un momento en el que los haters imperan en el universo online. Y es que más allá de su música, siempre acompañada de una cuidada puesta en escena y un trabajo global que favorece la coherencia del proyecto musical en su conjunto, es su calidad humana la que parece atraer a un abanico tan amplio de perfiles. “Si yo fuera escultor, me gustaría enseñar la obra una vez terminada, y entonces mostrar un vídeo de cómo lo he hecho y contar el proceso. Pero últimamente veo que lo que se comparte es el bloque de mármol”, comenta sobre la irrupción de las redes sociales en nuestras vidas.
Traduce sus vivencias a través del arte, y comunica su mensaje a través de dos canales. Por un lado, la agrupación junto a Natos y Waor, Hijos de la Ruina, con quienes reconoce tener roces propios de las diferencias en lo que a metodología de trabajo se refiere. Por otro, su proyecto en solitario, en el que su sonido identitario y la imagen que trabaja junto a Ana Sotillo se encuentran al mismo nivel. “La música puede ser muy buena y puedes meter a dos mil personas en un show, pero si no tienes un cartel bonito del concierto, un post en vídeo de toda la gente cantando y un aftermovie del concierto, parece que el concierto no ha existido”, comenta abiertamente.
Parece que su nuevo álbum, en el que lleva trabajando estos últimos meses, verá la luz próximamente. Mientras tanto, nos deleita con Sangre fría, su último lanzamiento de la mano de Cruz Cafuné, donde la ilusión y el cariño se traducen en un tema pegadizo con el que el madrileño da la bienvenida a la ansiada (y casi olvidada) normalidad. “Queríamos hacerla atemporal y estuvimos mucho tiempo trabajando en dejar fino el audio, además de que el vídeo fue laborioso”, comenta sobre su colaboración con el artista natural de Tenerife. “He trabajado muchas veces con Cruz, pero nunca habíamos sacado un track él y yo solos, y por fin podemos enseñarlo a nuestro público”.
Traduce sus vivencias a través del arte, y comunica su mensaje a través de dos canales. Por un lado, la agrupación junto a Natos y Waor, Hijos de la Ruina, con quienes reconoce tener roces propios de las diferencias en lo que a metodología de trabajo se refiere. Por otro, su proyecto en solitario, en el que su sonido identitario y la imagen que trabaja junto a Ana Sotillo se encuentran al mismo nivel. “La música puede ser muy buena y puedes meter a dos mil personas en un show, pero si no tienes un cartel bonito del concierto, un post en vídeo de toda la gente cantando y un aftermovie del concierto, parece que el concierto no ha existido”, comenta abiertamente.
Parece que su nuevo álbum, en el que lleva trabajando estos últimos meses, verá la luz próximamente. Mientras tanto, nos deleita con Sangre fría, su último lanzamiento de la mano de Cruz Cafuné, donde la ilusión y el cariño se traducen en un tema pegadizo con el que el madrileño da la bienvenida a la ansiada (y casi olvidada) normalidad. “Queríamos hacerla atemporal y estuvimos mucho tiempo trabajando en dejar fino el audio, además de que el vídeo fue laborioso”, comenta sobre su colaboración con el artista natural de Tenerife. “He trabajado muchas veces con Cruz, pero nunca habíamos sacado un track él y yo solos, y por fin podemos enseñarlo a nuestro público”.
Jorge, me gustaría empezar rescatando una declaración tuya de hace exactamente un año. “Cualquiera en su casa con un micro y una tarjeta de sonido puede ser artista”, comentabas en relación al cambio de paradigma propiciado por el auge de las redes sociales y las plataformas de streaming. ¿Qué es ser artista para Recycled J?
Yo creo que es una forma de comunicar, una forma de traducir lo que vivo, mi manera de ver el mundo. Poder dar, ya sea a través de la pintura, el vídeo o la música, tu punto de vista, tu granito de arena a la cultura.
Hablando de inicios, he leído que grabaste la maqueta de Valga la pena mientras hacías las prácticas de la universidad.
¡Así es! Yo hasta 2017 estuve estudiando, hice un grado superior de educación infantil y luego la carrera. Fue mientras hacía Oro rosa, en la recta final de las navidades del 2016, cuando decidí aparcar esa labor de docente y volcarme en la música al cien por cien.
¿Pensabas por aquel entonces que era posible vivir de la música? ¿Tenías mucho vértigo ante qué podía suceder?
Sí que tenía vértigo, pero llevaba malviviendo un tiempo. Fue un punto en el que empecé a profesionalizar todo, y no podía estar a ambas cosas. Entonces, elegí un camino.
Hablemos de Cool, tu primer álter ego musical. ¿Cuál es la principal diferencia entre Cool y Recycled? ¿Qué ha cambiado y qué se mantiene intacto?
La esencia es la misma porque soy la misma persona, se trata más de una evolución. Cuando era Cool era mucho más desenfadado, era mi hobby. Era un chaval de 16 o 20 años, en Carabanchel, escribiendo las cosas de aquel entonces sin ninguna pretensión. Después me tomé un break, y un par de años más tarde decidí dar un cambio. Yo ya tenía otra visión del mundo, más adulta. Traté de reinventar lo que había aprendido y canalizarlo de otra manera. Podríamos decir que es un enfoque distinto.
Y la evolución de la que hablas supuso la entrada de nuevos personajes en el terreno de juego. Desde agentes y discográficas, hasta equipos que te acompañan allá donde vas. ¿Has sentido presión por adaptar tu estilo a un género concreto bien acogido en un determinado momento, o siempre se te ha respetado tu forma de entender y hacer música?
Siempre he hecho lo que me ha dado la gana. Al revés, hasta eso ha podido llegar a ser perjudicial. A la gente le gusta mucho encasillar, al final es más fácil definir todo en blanco o negro. Cuando entras en una escala de grises, hay veces que es difícil acertar. Pero yo siempre, ya sea en los contratos que he firmado o en las decisiones artísticas que he tenido que tomar, he tenido el control total.
¿Te identificas con algún género musical especifico a día de hoy?
No, cada vez trato más de hacer música. Sí que vengo del rap, y al principio mi carrera era rap puramente, esa esencia de Madrid que hemos vivido los de mi generación. Al final te nutres de otras influencias y vas descubriéndote a ti mismo, y cada vez quiero estar más cerca de ser un artista que toque distintos estilos y haga música. No quiero ser un rapero y punto, y creo que lo estoy consiguiendo.
Sí, yo siempre trato de ser fiel a donde me he criado, porque al final es lo que me ha hecho ser lo que soy y ha forjado mi personalidad. Aunque ahora mismo no vivo las mismas cosas, siempre es algo que se lleva dentro. A medida que cumples años, y en esta profesión aún más, empiezas a conocer a mucha gente. Y no todas las personas buscan tu bienestar ni tus mismos intereses. Al final, tu círculo acaba por estrecharse más y más. Te vas quedando con la gente que realmente quieres a tu lado, aquellos que no están contigo por interés.
¿Qué significa venderse como artista para ti?
Por mucho que hagamos las cosas por amor al arte o porque queramos, siempre tienes unas miras de ganar dinero con ello. Ya no por el mero hecho de lucrarte, sino por el simple hecho de que es tu trabajo y tu forma de ganarte la vida. Yo no creo que un panadero que haga barras de pan y las venda sea un vendido. Simplemente, saca un beneficio de lo que se le da bien hacer en la vida. Sí que es verdad que en el mundo del rap creo que es donde más se escucha el término ‘vendido’. En el indie puede pasar también, o quizás en todos los géneros musicales. Cuando algo es pequeño y no lo conoce nadie mola mucho, pero cuando triunfa y llega a las masas ya parece que no es lo mismo. Mientras que cada uno sea fiel a sí mismo, todo está bien.
Han pasado casi 10 años desde que lanzases Hijos de la Ruina vol. 1. Una década en la que te hemos visto lanzarte a la piscina en solitario, has mantenido la agrupación, y has experimentado con distintos géneros. ¿Qué ha supuesto Hijos de la Ruina para ti?
Es un proyecto paralelo a mi carrera que, cuando empezamos con el volumen 1, que era una maqueta con un toque totalmente desenfadado, lo hacíamos por amor al arte. Éramos tres amigos que nos juntábamos para poner en común nuestros estilos. Luego cada uno, tanto ellos como yo, hemos evolucionado en nuestros estilos. En el volumen 2 yo ya era Recycled J, había evolucionado en muchos aspectos y fue un punto de partida antes de lanzar Oro rosa. Fue un reenganche con el público, hubo mucha gente que me redescubrió con ese trabajo. Y ahora con el volumen 3, creo que he brillado con lo que hago, la gente lo ha reconocido. Mis métodos de trabajo, mi sonido, mi punto de vista sobre cómo me gusta hacer las cosas. Creo que la gente lo ha entendido y valorado.
¿Y cómo lo compaginas con tu carrera en solitario? ¿Qué te aporta cada proyecto?
El problema es que, si la pandemia nunca hubiese ocurrido, tal vez nunca nos hubiésemos parado a hacer este nuevo volumen. Para nosotros ha sido un buen momento de cara a hacerlo. Por supuesto que tenemos nuestros roces porque somos dos grupos, dos formaciones completamente distintas, y cada uno tiene sus métodos de trabajo; pero sabemos llegar a un punto en común.
¿Pero este volumen 3 no es un capítulo final, verdad?
No, nunca nos lo hemos planteado así. Al final somos tres personas, encontramos puntos en común y lo hacemos por amor.
Adentrémonos en la escena musical actual, concretamente en la española. ¿Cómo valoras el panorama de hoy en día? ¿Hay talento?
Tengo sentimientos encontrados. Hace un par de años, te hubiese dicho que era una escena muy rica en la que veía cosas muy prometedoras, donde la gente estaba apostando por hacer algo nuevo. El problema que siempre ha tenido España, en la escena del rap por lo menos, es que todo el mundo hacía lo mismo. Cuando era el momento en el que se llevaba rapear como los sevillanos, todo el mundo rapeaba como sevillanos. Y así todo el rato. Hace años, hubo un momento en el que experimentamos un cambio, un relevo generacional. Los medios de comunicación, la prensa y las marcas tuvieron un interés hacia el rap que no existía hasta entonces. Y eso hizo que cogiese fuerza, se metió más en el mundo de la moda, etc. Pero últimamente veo que es todo igual. Es el momento de las guitarritas y del pop-rock, y todo parece seguir el mismo patrón. De repente llega el drill, y todo el mundo hace drill. Cuando llegó el rap había distintos sonidos, grupos e influencias. Y ahora veo que todo el mundo se fija demasiado en el de al lado. En el último año me he dado cuenta de que me fijo en una sesión de fotos, y al día siguiente veo cuatro iguales. Lo mismo con los temas y los vídeos. Eso me da pena, porque puede desvirtuar un poco las cosas, pero a la vez hace que la escena sea cada vez más grande y haya más ojos puestos en ella.
Tu carrera ha sido progresiva, pero ahora impera el fenómeno de lo inmediato. Booms mediáticos propiciados por las redes sociales que cambian la vida de las personas de un día para otro. ¿Ves esto como algo positivo o negativo? ¿Cómo valoras la influencia de las redes?
Si lo veo desde la parte de la imagen, es algo que me gusta mucho cuidar. Lo veo como el envoltorio de la música. La música puede ser muy buena y puedes meter a dos mil personas en un show, pero si no tienes un cartel bonito del concierto, un post en vídeo de toda la gente cantando y un aftermovie del concierto, parece que el concierto no ha existido. Yo trato de cuidarlo mucho. Es un buen método para estar conectado con el público. Hace años, cuando yo era pequeño, me gustaba Estopa. ¿Y qué hacías? Mandar una carta al club de fans de Estopa, o ir a la puerta de su casa. Ahora si quieres, mandas un DM o haces un TikTok que se viraliza, y Estopa se acaba enterando. Eso me parece que es muy guay, y ese alcance es genial. Lo que me parece mal es que se ha convertido en una exposición continua de nuestras vidas, y hay un punto que tiene que ver con la obra que no me convence. Si yo fuera escultor, me gustaría enseñar la obra una vez terminada, y entonces mostrar un vídeo de cómo lo he hecho y contar el proceso. Pero últimamente veo que lo que se comparte es el bloque de mármol, a través de stories y redes. Me parece bien, y simplemente creo que va con los tiempos. Sin entrar en temas del algoritmo, hay veces en las que cuanto más haces lo que la plataforma en cuestión quiere, más te premia y enseña tu música, tu trabajo o tu vídeo. Es el hombre contra la máquina, una vez más.
Entiendo que la moda es un factor clave en lo que a construcción de tu imagen se refiere. De hecho, pareces estar experimentando un cambio estético respecto a tu etapa previa. ¿Hacia dónde te diriges?
Sí, desde hace años trabajo junto a Ana Sotillo tratando de hacer un 360. En la época 2017-2018, quise mostrar un lado más infantil, más bueno, más vulnerable. Quería presentarme al público y lo hacía tal y como era, sin miedos y de forma transparente. Después, con City Pop, traté de definirme más como cantante, más profesional, y buscamos una estética más elegante, más cuidada. Y en los últimos años, sí que tanto a Ana como a mí nos gusta mucho que las prendas sean una forma de expresión más. Igual que a mí me gusta coger lo mejor de cada cosa y aplicarlo con mi música, siempre nos gusta beber de distintos sitios y que las prendas tengan una identidad que se sumen a la tuya propia. Trabajamos en intentar mostrar lo que soy a través de la ropa.
¿Hay algún artista del que valores su autenticidad especialmente?
Sí, por supuesto. Aunque mi música no vaya por los mismos raíles ni tengamos la misma estética, yo admiro a ASAP Rocky desde que le conocí. Me parece que su evolución dentro de la industria musical, su papel como empresario y su influencia en el mundo de la moda es admirable.
Hablando de moda, he visto que tienes una marca propia, Zeronegativo. Un proyecto en cuya web encontramos sudaderas y camisetas a la venta, entre otros artículos.
¡Sí! Salió en la cuarentena de 2020. Estaba muy enfocado en merchandising y tratamos de hacer una línea de más calidad, que no fuese solamente el círculo y el palo en una camiseta. Pero será a partir de este año y del año que viene cuando la gente pueda ver realmente en lo que llevamos trabajando un tiempo. Y se verá todo más consolidado.
¿Y qué es para ti triunfar? ¿Sientes que has triunfado en la vida?
Sí, por supuesto que sí. Yo creo que cualquiera que viva de lo que le gusta, ha triunfado en la vida. Vivimos en una sociedad muy capitalista en la que no nos damos cuenta de lo rápido que va todo, la importancia que le damos a todo lo material es mucha. Todo nos parece poco, dedicamos demasiado tiempo a mirar a los demás, y realmente el verdadero triunfo en la vida es estar rodeado de gente que te quiera, te respete y te apoye. Y si encima se genera un equilibrio en el que con esas personas desarrollas una labor profesional, entendéis vuestros proyectos mutuamente y camináis juntos en una dirección, mejor aún. Yo me siento súper orgulloso de poder contar con mis amigos, remamos juntos en una misma dirección. No todo el mundo puede decir lo mismo.
Viéndolo en perspectiva, ¿hay algo de lo que a día de hoy te arrepientas?
Yo creo que, como todo el mundo, a veces tomamos decisiones premeditadas que no sabemos si están bien o mal. Pero pienso que son precisamente esas decisiones las que acaban formando tu persona, y no hay que arrepentirse de las cosas, sino aprender de ellas. Aprender para corregirlo y no volver a cometer los mismos errores.
¿Y alguna canción con la que ya no te sientas identificado en absoluto?
Todas me tocan la patata porque al final forman parte de mí. Como yo las escribo, hago una lectura como si fuera un diario. Hace poco escuchaba canciones mías y me acordaba de dónde y cuándo las había escrito. Me transportan a un lugar, a un momento, a unos olores. La gente me lo dice, llevo un bagaje de 10 años, y hay personas que al escuchar alguna canción se acuerdan de dónde estaban o de lo que estaba haciendo. Eso es súper bonito porque conectas con tu público de otra manera. A nivel profesional, sí hubiese tomado otras decisiones. Hay canciones que al escucharlas me doy cuenta de que suenan fatal. Pero era completamente distinto el funcionamiento de la industria en aquel entonces, y si piensas las cosas demasiado, no son naturales y no tienen la misma frescura. Yo creo que si las cosas han pasado de una determinada manera, era porque así tenía que ser.
¿Cómo llevas las críticas?
Le doy mucha menos importancia ahora que antes. También es una consecuencia de la edad, cuando eres más pequeño aquellos que se supone que son tus amigos del instituto se ríen de ti por la forma en la que vistes o por otros motivos. Creo que eso es extrapolable a todo. Antes estaba más pendiente de si a la gente le gustaba y me cuestionaba mucho. Ahora tomo una decisión y sé el motivo por el que la tomo. Estoy seguro de mí mismo, y creo que todo tiene que ver con la confianza en uno mismo. Estoy en un punto en el que hago las cosas con cabeza, estoy seguro de mis decisiones, y eso me hace tirar hacia delante.
Hemos hablado de tu evolución estética y de la madurez adquirida por la edad pero, ¿qué nos puedes adelantar acerca de tus proyectos musicales? ¿Tienes algún álbum a la vista?
Ahora acabamos de sacar Hijos de la Ruina vol. 3, y el año pasado saqué un EP que se llama Superpoderes. En los últimos años he estado viendo muchas facetas de mí mismo y creo que es una virtud que tengo, el poder explorar distintas cosas. A mí me gusta hacer un 360 con lo que hago, y un disco tiene más sentido. Con los singles, es trabajar con cada tema como si fuese un álbum. Te puedo adelantar que estoy trabajando en un álbum. Llevo trabajando en ello desde un poco antes de la cuarentena y tengo muchas ganas de que vea la luz.