Todos conocemos a Putochinomaricón, y para quien no le conozca, es ese personaje que está aquí para meter el dedo en la llaga, que ha venido a molestar, y mucho. Pero pocos conocen a la persona detrás de la figura, y ese es Chenta Tsai Tseng, disidente sexual y de género, de origen taiwanés que migró a Madrid con tan solo once meses. En esta entrevista hablamos con él de su carrera artística como músico, autor, arquitecto, diseñador gráfico, locutor de radio –bueno, como podéis ver, no le faltan aptitudes. Pero también hablamos de su identidad como territorio político, que es indisociable de su obra. Y es así como reivindica desde lo cotidiano y lo auténtico, sin pretensiones, y siempre desde el petardeo.
Sé que normalmente contestas que no hay ninguna diferencia entre Putochinomaricón y Chenta Tsai Tseng, pero sabiendo que firmas para tu columna de El País como Chenta, por ejemplo, ¿no crees que son entes distintos? Tal vez para algunos proyectos más serios y formales usas tu nombre real y para otros tu nombre artístico.
Realmente me puse Chenta porque me lo pidieron los de El País, pero sí que es verdad que cada vez me doy cuenta que existen muchas identidades dentro del mismo cuerpo, y cada vez soy más consciente de ello. Más que nada porque todo lo que digo a través de Putochinomaricón lo digo desde mis experiencias vitales, desde la autenticidad, por eso siempre digo que somos la misma persona. Pero sí es cierto que, poco a poco, estoy viendo las diferencias. Y ahora más que antes estoy explorando otros campos y otros medios, y estoy viendo que tengo otros alter egos y otras identidades por descubrir.
Eres músico, autor, arquitecto, diseñador gráfico, locutor de radio… ¿Cómo te defines? ¿Eres músico primero de todo?
Es difícil. La verdad es que ahora no hay uno que pese más que el otro. Es algo que nos pasa a todos, y es una respuesta también a la precariedad y a las ambiciones personales de querer ocupar diferentes espacios y no especializarte en una única cosa.
También creo que es un sentimiento bastante millennial, de querer hacerlo todo.
Sí, es algo muy generacional.
Me gustaría hablar de tus proyectos, por ejemplo, tu música, que es bastante reivindicativa y tienes canciones como Gente de mierda, Tu puta vida nos da (un poco) igual, Ojalá (te murieras), que a mi parecer son la versiones disidentes y queer de otras canciones consideradas como himnos por hombres heteros, como por ejemplo Seven Nation Army de The White Stripes. ¿Dirías que es esa tu intención con tu música?
(Risas) Totalmente. De hecho, empecé reivindicando mucho desde el humor, y en círculos más cisheteronormativos siempre lo han infravalorado porque no saben la importancia de él en círculos disidentes. Siempre hemos utilizado y recurrido al humor para acercarnos a temas que nos duelen, y siempre ha sido un recurso que se ha usado en la historia.
Desde John Waters con la irreverencia de Pink Flamingos. Luego hay ejemplos de la comunidad drag queen y drag king, o comunidades racializadas como la figura de Margaret Cho o Baby Cobra, el monólogo de Ali Wong. Al final siempre hemos recurrido al humor para reivindicar, por eso siempre digo que el humor está muy asociado, no necesariamente pero sí, a nuestro lenguaje y nuestra forma de expresarnos. Es nuestra forma de contraatacar una sociedad que nos rechaza, por eso, de una forma u otra, estas canciones son una consecuencia de esta mirada. Yo tampoco quería hacer pedagogía con mis canciones, por eso tampoco quería llamar gente de mierda a, por ejemplo, el cisheteropatriarcado.
(Risas).
No tendría sentido y sería muy pretencioso. Así que de alguna forma u otra lo quise representar de una manera más cercana y hablar desde el costumbrismo. Bueno, no desde el costumbrismo, perdón, desde mis experiencias y utilizando un lenguaje cotidiano.
Desde John Waters con la irreverencia de Pink Flamingos. Luego hay ejemplos de la comunidad drag queen y drag king, o comunidades racializadas como la figura de Margaret Cho o Baby Cobra, el monólogo de Ali Wong. Al final siempre hemos recurrido al humor para reivindicar, por eso siempre digo que el humor está muy asociado, no necesariamente pero sí, a nuestro lenguaje y nuestra forma de expresarnos. Es nuestra forma de contraatacar una sociedad que nos rechaza, por eso, de una forma u otra, estas canciones son una consecuencia de esta mirada. Yo tampoco quería hacer pedagogía con mis canciones, por eso tampoco quería llamar gente de mierda a, por ejemplo, el cisheteropatriarcado.
(Risas).
No tendría sentido y sería muy pretencioso. Así que de alguna forma u otra lo quise representar de una manera más cercana y hablar desde el costumbrismo. Bueno, no desde el costumbrismo, perdón, desde mis experiencias y utilizando un lenguaje cotidiano.
¿Y por qué no desde el costumbrismo?
También desde el costumbrismo, pero la cosa es que lo han reapropriado otra vez y le han cambiado el significado… ¿Sabes cuando las cosas se vuelven tendencia y quitan un poco su significado inicial?
Sí, bueno, pasa con todo.
Pues creo que ha pasado lo mismo con el costumbrismo. Pero bueno, yo sigo utilizándolo de otra manera.
Hablando de esto, quería mencionar que en tu discurso usas la alta y la baja cultura a la vez. Por ejemplo, hace unos meses diste una conferencia en el Memefest con Proyecto UNA en la que hablasteis del peligro del uso de memes como propaganda de la extrema derecha. De esta manera consigues hablar de temas más serios y complejos usando referencias más banales, de manera que llegue mejor a un mayor público.
Total.
Quería preguntarte por qué personalmente crees que te invitaron al Memefest. ¿Justamente por esto?
(Risas) Eso mismo me pregunto yo, sinceramente. Es cierto que di la conferencia con Proyecto UNA, que ha sacado un libro hablando de esto y que están especializados en analizar estos símbolos de odio. Y yo estaba como, ¿qué hago yo aquí? Pero me dijeron que, de alguna forma u otra, estoy muy vinculado a este universo de internet, porque al final, quieras o no, yo surgí de ahí. Y creo que si no fuera por internet, nunca hubiera existido. Es que nunca han habido suficientes referentes asiáticos como para que un sello discográfico o lo que sea apueste por mí, y con el lenguaje y puesta de escena que tengo, menos aún. Por eso nací del internet.
Hace unos meses sacaste un libro llamado Arroz tres delicias: sexo, raza y género, que es bastante personal si lo comparas con el resto de tu obra, en el que hablas de tus vivencias. Por ejemplo, diría que mucha gente ya conoce a Putochinomaricón pero no a Chenta ni cómo fueron su infancia y adolescencia. A diferencia de tu música, donde la letra es más universal, algo que todo el mundo pueda cantar, tu libro es mucho más íntimo y vulnerable. Con esto no quiero decir que no vaya a haber gente que pueda empatizar o identificarse con él, porque defiendo que en lo particular se halla lo universal…
Sí, es verdad.
Pero quería preguntarte, ¿cómo fue la experiencia de escribir el libro? A diferencia de escribir canciones.
Todo fue bastante empírico. Empecé escribiendo gracias a Lucía González, que me buscó para escribir una columna en El País que girase en torno a mis vivencias como racializado, disidente sexual y de género, viviendo y creciendo en Madrid, y ahí empecé a descubrir que realmente podía comunicar ciertas ideas a través del texto que no podía comunicar a través de la música. Porque, quieras o no, ¿la música dónde suena y se toca? En los festivales. Y creo que hay público que va escuchar la letra y lo que estás diciendo, pero es un entorno lúdico, la gente es susceptible a escuchar pero no va con el objetivo de aprender sobre, por ejemplo, la lucha antirracista.
Por eso noté que escribiendo podía llegar a otro público, o expresarme de otra manera, y profundizar en ciertos aspectos. Entonces, unos cuatro meses después de empezar con mi columna, me escribió Gonzalo, que trabaja en Penguin Random House, y me propuso escribir un libro que fuera en la misma línea que la columna pero que lo lleváramos a un terreno más personal. Así que de ahí salió todo.
Por eso noté que escribiendo podía llegar a otro público, o expresarme de otra manera, y profundizar en ciertos aspectos. Entonces, unos cuatro meses después de empezar con mi columna, me escribió Gonzalo, que trabaja en Penguin Random House, y me propuso escribir un libro que fuera en la misma línea que la columna pero que lo lleváramos a un terreno más personal. Así que de ahí salió todo.
¿Cómo crees que lo ha recibido el público más general?
Creo que todavía no ha llegado. Sigue siendo un libro más de culto, bueno, no de culto sino más de nuestra comunidad racializada –y en específico asiática–, y en realidad ese era más mi objetivo ante todo. Bueno, mi objetivo principal era hacer un exorcismo personal a través de la escritura. Yo no quería representar al colectivo ni a la comunidad, porque al final, como bien sabes, todos tenemos experiencias vitales completamente distintas. Tendremos algunas cosas que son similares, pero al final cada vivencia es un mundo. Pero no sé, he recibido crítica positiva de gente que me ha dicho que es muy fácil de leer y me gusta mucho que lo digan. Porque siento que el discurso antirracista a veces resulta demasiado académico, y es muy importante que sea accesible para el público general en ese sentido. Creo que lo han recibido bien, pero sí que molestará –y ojalá moleste, porque sino es que no he hecho bien mi trabajo.
En él hablas de muchos momentos de tu vida, de agresiones racistas y homófobas que has recibido personalmente, pero aparte, siempre intentas conectarlo bastante al racismo institucional, un tema bastante controvertido. Ahora que tienes una plataforma más grande, ¿crees que tienes más margen para hablar de estos temas? ¿Puede ser que al principio de tu carrera hubiera gente que te recomendara no tocarlos y ahora sientes que tienes más agencia para hacerlo?
Totalmente. No es muy popular hablar de estas cosas. Aunque creo que en mi caso ha sido inevitable, no puedes ocultar tu racialitud desde el principio. Por el mero hecho de ser de la diáspora, en mi caso la taiwanesa, la gente ya te va a tratar distinto y te va a politizar, porque somos territorios políticos. Queramos o no, ya estamos haciendo política con el mero hecho de salir a la calle o estar tocando en una sala donde suelen tocar artistas blancos, así que realmente no fue una elección. Está adherido a tu cuerpo, no lo puedes disociar.
La verdad es que mucha gente al principio sí que me avisó que igual politizarme tan pronto iba a ser perjudicial para mi carrera, pero es inevitable. Por ejemplo, cuando te llaman para hacer un concierto, ya estás experienciando cosas muy atadas a tu identidad, así que desde el minuto cero empiezas teniendo que politizarte por la situación en la que estás.
La verdad es que mucha gente al principio sí que me avisó que igual politizarme tan pronto iba a ser perjudicial para mi carrera, pero es inevitable. Por ejemplo, cuando te llaman para hacer un concierto, ya estás experienciando cosas muy atadas a tu identidad, así que desde el minuto cero empiezas teniendo que politizarte por la situación en la que estás.
Aun hay bastante gente que cree que el arte no es ni puede ser político, eso nunca lo entenderé.
Es que no se puede disasociar realmente. Pero es que todo está politizado. Es como cuando cantan sobre drogas, coches, etc.; están hablando o denunciando el capitalismo. También hablan de las aspiraciones cisheteronormativas de tener esa vida, eso también es político.
Volviendo a tu carrera, tienes bastantes proyectos en solitario. ¿Te has planteado hacer colaboraciones? ¿Con quién te gustaría colaborar en un futuro?
Ahora estoy produciendo para otros artistas. Estoy trabajando con Rakky Ripper, Robie, Delaporte… Así que estoy abierto a la colaboración. Más que nada porque antes todavía estaba definiendo mi sonido, que es algo que sigo haciendo, y simplemente sentía que no estaba preparado. Pero aprendí este último mes la importancia de poder colaborar con otros artistas, porque es una de las formas más rápidas y eficaces de mejorar la artesanía de autoproducirte las canciones. Y me encantaría colaborar con Dorian Electra y Slayyyter, que soy muy típica, sino incluso con Rina Sawayama o Mood Killer.
¿Y para cuándo un largo o nueva música?
Pues ahora estoy preparando dos proyectos en los que justo estoy experimentando con otra identidad. Estoy experimentando más con la música electrónica e intento vincularlo a mi identidad de otra manera. Busco la simbiosis entre la música folclórica china con la electrónica, y creo que para verano lo tendré.
¿Qué te queda por hacer? ¿Qué otros proyectos te gustaría embarcar que no estén relacionados con la música?
Creo que ahora lo que tengo que aprender justamente es a desocupar espacios. Hace poco, por ejemplo, me preguntaron si quería hacer una serie y siento que ese no es mi espacio. Yo no me veo como actor, igual me sorprendo un día y mira… Pero estoy aprendiendo a desocupar algunas cosas y centrarme en una. Me gustaría pulir un lenguaje y exprimir todo lo que pueda.