No hacía mucho que Zaida Carmona terminaba el máster de Guion en la Carlos III de Madrid como continuación de sus estudios en Comunicación Audiovisual en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Como la vida da muchas vueltas, al final estuvo redactando en varias publicaciones y se dedica a la comunicación. No obstante, como al final la cabra siempre tira al monte, no ha soltado la cámara y ha presentado varias piezas como Son ilusiones (2021). La Pandemia le hizo volver a Éric Rohmer y las amistades, a crear el que personalmente considero el bollodrama definitivo: La amiga de mi amiga (2022).
“Me apetecía escribir una historia sobre la amistad y el amor, protagonizada por personas que aman mucho, pero aman regulín”, nos cuenta. Y es que, en una actualidad donde parece que las lesbianas solo tienen cabida en la gran pantalla a través de Park Chan Wook y su intensa La Doncella (2016) o de Abdellatif Kechiche y su polémica La vida de Adèle (2013), lo verdaderamente necesario son películas sin finales tristes, personajes decadentes o donde la sexualidad no heterosexual se muestre como un gran secreto que nunca deba ser revelado. Porque las personas queer nos merecemos las mismas cursiladas, el mismo nivel de enredo y el mismo nivel de dramatismo que los clásicos de culto para heterosexuales. Hablamos con la directora sobre todo esto y más, leed atentxs.
La amiga de mi amiga empezó siendo un podcast que has transformado en película y has estrenado en festivales como el D’A Film Festival y Atlàntida. ¿Puedes hablarnos un poco más en detalle de cómo ha sucedido todo esto?
Sucedió como tantos proyectos que están viendo ahora la luz, a raíz del confinamiento. Durante ese periodo me obsesioné con el cine de Éric Rohmer, que había visto durante mis años de universidad, pero al que no había hecho demasiado caso. Un día, cuando hablaba por teléfono con mi amigo Marc Ferrer –y coguionista de La amiga de mi amiga– sobre la última película que había visto del cineasta francés, Las noches de la luna llena, me animó a hacer mi propia película rohmeriana; basada en mi universo bollero. Marc siempre me decía que las historias que le contaba y que yo misma vivía daban para una película de las que nos gustaban, una comedia o más bien una tragicomedia.
Realizar el podcast con Cristina Pastrana y haber hecho, también durante confinamiento, un cortometraje llamado Son ilusiones (2021), me habían permitido jugar con la autoficción como materia prima así que cogí todo esto, a Rohmer, a mis amigas, a mi propio personaje y a Marc y empezamos a escribir La amiga de mi amiga, que pretendía ser, al inicio de todo, una adaptación de El amigo de mi amiga, pero que se convirtió en otra cosa en la segunda página de guion. Marc Ferrer y yo empezamos a trabajar juntos, peloteando, y de manera muy natural, coescribimos La amiga de mi amiga.
Vi que tus referencias partían desde tus amistades hasta Éric Rohmer o Hadas Ben Aroya. En concreto, los diálogos mientras se practica tenis me recuerdan mucho a L’ami de mon amie de Éric Rohmer. ¿Es un guiño casual o una forma de mantener vivos esos referentes?
Ambas cosas. O sea, a través de esos guiños me apetece homenajear, admirar y, también, desacralizar a esos referentes con los que empecé. Si no a amar el cine, sí a amar otro tipo de cine. Lo que pasa es que cuando descubrí la Nouvelle Vague me tomaba a mí misma y al cine demasiado en serio. Ahora me gusta poder demostrar mi admiración a ese cine desde el humor, desde otro lugar menos pedante que el de la Zaida de 20 años, mucho más mundano, y reírme de esa admiración tan de cliché. Me gusta que haya un personaje, Rocío, que no soporte a Rohmer. Me hace gracia que mi personaje o la fan loca de Rohmer puedan resultar irrisorios y absurdas. Es necesario dejar de tomarnos tan en serio, a nosotras y también a nuestros referentes más sagrados.
La película habla sobre cinco amigas y sus bollodramas. Sin embargo, huye de todos los tópicos derrotistas que suelen tener normalmente las películas donde las protagonistas son lesbianas. ¿Cómo surgió la idea de la trama?
Tenía muchas ganas de escribir una película sobre la amistad, porque creo que hay muy pocas películas que hablen sobre ello, cuando es probablemente el motor de nuestra vida –y, sobre todo, en entornos queer, donde las amistades se convierten en familia escogida y donde podemos vivir esa segunda, tercera, o cuarta adolescencia.
Me apetecía escribir una historia sobre la amistad y el amor, protagonizada por personas que aman mucho, pero aman regulín. Y entonces, pensé en mí y en los bollodramas que me habían acompañado en mi vida y que van un poco de eso.
Me imaginé una historia protagonizada por Rocío y por mí, una historia que empezara con un encuentro, como en la película de Rohmer. Y de ahí nació todo. De ahí nació ese bollodrama a cinco bandas que es La amiga de mi amiga.
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Venimos de varios años donde se estaban reclamando historias feel good de lesbianas hasta que llegas tú y creas esta película. ¿Es una forma de reclamar este género? A mi parecer, casi da la impresión de que los finales felices queer estaban reservados para hombres. ¿Tú qué opinas?
Ya en el podcast que realizábamos Cristina Pastrana y yo perseguíamos hablar de lo bollero de un lugar sanador y no necesariamente trágico ni dramático. El drama es muchas veces inherente a nuestra identidad y muchísimas personas LGTBIQ+ hemos vivido historias de mierda, historias trágicas, infancias traumáticas. Me parece importante darles valor, espacio y lugar. Las historias y las ficciones que cuentan esto son necesarias, importantes, hacen justicia a todo nuestro presente y nuestro pasado y a mí me han ayudado mucho. Pero para mí era importante narrar nuestras vivencias, nuestros amores y nuestros deseos desde otro lugar. Desde un sitio sanador, reivindicar desde lo mamarracho y lo petardo. Decir: “Estamos aquí, lo hacemos mal y nos lo pasamos bien, y la alegría no nos la vais a arrebatar”. Me parece importante que conquistemos espacios cinematográficos que parecía que estaban reservados para otros.
Recuerdo que, tras el pase de la película en Abycine, se me acercó un matrimonio y me dijo que querían que su sobrina lesbiana de 18 años, de un pueblo pequeño de León, viera la película para que viera que puede haber mucha alegría y mucha felicidad en entornos lesbianos. Esta ha sido una de las mejores cosas que me han pasado con esta película.
También es difícil ver comedias románticas donde el personaje queer no sea un tópico o una especie de idealización de les directores hetero. Por ejemplo, el cliché del mejor amigo gay. ¿Se buscaba normalizar el amor queer en un género tan hetero?
No concibo hacer una película –y menos una primera película y autofinanciada, un proyecto personal– en la que no hable sobre lo bollero o lo queer. Este es mi entorno y para mí, normalizarlo, es simplemente darle el espacio que creo que merece, delante y detrás de las cámaras. Cuando somos nosotres quienes contamos nuestras propias historias, estas no resultan forzadas ni narradas desde el cliché, te pueden apelar más o menos, pueden representar a más o menos personas, pero son miradas honestas, porque parten de nosotras, no hay una mirada cishetero que se apropia e intenta ‘explotar’, de alguna manera, nuestra identidad.
Para mí es importante que nos narrativicemos y que cotidianicemos nuestras realidades en el cine, un espacio donde durante tantos años ha parecido que no existiéramos. Así que quiero y espero seguir haciendo películas sobre bolleras.
Me pasa algo con tu película que me pasó cuando vi Retrato de una mujer en llamas, y es que cuando vi a un hombre en pantalla me hizo sentir como si hubiese algún tipo de corte en la trama. ¿Qué opinas?
Esto es bastante gracioso. Cuando le pasé la primera versión de guion a Marc Ferrer, coguionista de la película, me dijo, “bah, ¡me encanta que no salga ningún tipo en la película!”. Me di cuenta de que, en efecto, así era, y lo fuerte es que había sido de manera natural. Había escrito un guion cuyas protagonistas, secundarias y figurantes, eran única y exclusivamente mujeres o personas no binaries. Y lo había hecho sin querer. Cuando estábamos rodando la escena del cine Zumzeig, Marc Ferrer estaba en el set y nos pareció importante y bonito darle ese espacio, ya que Marc es parte de la película, es la persona que me animó a hacer La amiga de mi amiga y quien me enseñó que las películas hay que hacerlas, como sea.
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Se hace mucho énfasis en el diálogo en la cinta. De hecho, diría que es su gran pilar junto a la música, ya que los guiones y las canciones también forman parte de la propia trama de los personajes. ¿Era a propósito?
Sí, para mí los diálogos y las canciones eran vitales en la construcción de este guion. No sé escribir sin música, muchas ideas de muchas escenas surgen escuchando un tema; en este caso, un tema pop. Así que para mí era imprescindible que las canciones fueran, casi, como diálogos en otra capa narrativa.
Respecto al diálogo, supongo que esto nace también por tener las comedias de Rohmer y las de Woody Allen como referencia, que son películas en las que no se callan. Y, porque al trabajar con actrices no profesionales, jugábamos mucho a la improvisación, y en la improvisación se habla muchísimo, mucho más que en un texto escrito. Te diré también que algunos de los diálogos más brillantes de la cinta surgen improvisando y son creación de las propias actrices.
¡Qué interesante! Por otro lado, el uso del color en el vestuario o la iluminación de los espacios tampoco pasan desapercibidos. Son un poco sinestésicos, ¿no? ¿Tienen algún significado o uso concreto?
Estaba obsesionada con hacer una película pop y estoy obsesionada con los colores, así que sí, en este caso sí está todo buscado. Con Julia Yolanda, directora de arte; Alexa Barrios, directora de vestuario; y Alba Cros, directora de fotografía, perseguíamos una paleta de color que tuviera sentido en la trama y que fuera evolucionando. Cada personaje tiene un color, va virando de uno a otro según su estado de ánimo o crecimiento. También hay momentos lumínicos que acompañan las imágenes mentales de la protagonista, y demás. La verdad es que hicieron un trabajo brutal con un presupuesto ínfimo, pero para todas era muy importante que el arte, el color, fuera de alguna manera también narrativo.
Mientras que las industrias culturales parecieron paralizarse durante la época más complicada de la pandemia, en 2020 te lanzaste igualmente a rodar. ¿Cómo fue el proceso? Por ejemplo, los toques de queda no debieron de ayudar demasiado.
Escribimos la película en 2020 y la empezamos a rodar en 2021, con el toque de queda sobrevolando la ciudad de Barcelona, en un total de trece días. Fue complicado porque teníamos unas jornadas de rodaje intensas y muy concentradas, y a las diez de la noche teníamos que estar en casita. Filmar una película durante el Covid en la que lo que más hacen las protagonistas es ir de fiesta y darse morreos tampoco era tarea fácil, no sabes cómo sufríamos haciéndonos los antígenos, con miedo a que se paralizara el rodaje (risas).
Así que fue complicado, pero supongo que también tuvo cosas muy positivas: La necesidad de hacer algo en común y haber podido crear esta película colectiva desde la celebración creo que es fruto de toda la soledad e individualismo que nos había acompañado meses antes. Necesitábamos hacer cosas y queríamos hacerlas juntas. De ahí surgió un rodaje que fue mágico, fue una isla en la que creo que fuimos muy felices.
Por otra parte, este semi-confinamiento también ayudó en cosas más prácticas, por ejemplo, teníamos más fácil rodar en bares –de otra manera habría sido imposible– y también que la nulidad de tiempo libre en la fase de reproducción nos permitió eso, escribir y preparar el rodaje de una película.
Tras esta película, que está recibiendo muy buena crítica, ¿habrá más? ¿Qué tienes pensado de cara al futuro?
¡Ojalá! Ahora mismo estoy todavía cerrando el viaje de esta, pero sí, quiero y necesito hacer más películas. ¿El problema? El tiempo. Hice esta película alternándola con mi trabajo diario y es una película muy de guerrilla. Financiada mediante verkami, con financiación propia y con la colaboración de todo un equipo que se volcó con todo su tiempo, todo su trabajo y todo su talento. Se puede hacer una película así, pero no se pueden hacer más, así que me encantaría poder hacer otra película, pero con medios. Para ello necesito un proyecto y para ello necesito tiempo, así que sí, ahora estoy buscando cómo arrancar el tiempo de las paredes para poder ponerme a escribir otra historia y, ojalá, rodarla. Porque la verdad, ahora me cuesta concebir mi realidad sin ninguna ficción.
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