Desde las protestas del 15-M, sus caminos no se han separado. Xavier Artigas y Xapo Ortega han materializado en obras cinematográficas su afán de encontrar versiones de los hechos paralelas a las que ofrece la justicia. Tras los la satisfacción y los elogios obtenidos a raíz de obras como Ciutat morta (2013), los directores se han propuesto tratar otra de las cuestiones al orden del día: el racismo institucional, que Artigas asegura se trata de “una de las tesis principales de este proyecto.” Con esta finalidad nace Idrissa, crónica de una muerte cualquiera, que, además de proponerse aclarar las circunstancias de la muerte del protagonista, reconstruye la identidad de Idrissa mediante la participación de personas cercanas y de sus familiares.
Pero no se trató de un rodaje sencillo. Fueron “cinco años de mucha frustración al ver que la investigación no avanzaba.” Y, además de estas dificultades, fueron unos años de adaptación constante. El documental tomó un rumbo imprevisto que los directores no habían contemplado al inicio, pero al que no pudieron renunciar: de plantearse como único objetivo contar la historia de Idrissa pasaron a batallar por lograr repatriar el cuerpo del joven a su localidad natal.