Entre fetiches y trazos entintados se dibuja el trabajo del ilustrador barcelonés Vito Montolío. Desde ese background suyo, repleto de fantasías esquizoides, sus obras se presentan como el retrato de una identidad artística única e irreverente. Esa visión casi grotesca de la ilustración y el tremendo talento para convertir un papel en una quejumbrosa obra de arte, le llevan, a partir del miércoles próximo, a las paredes del Centro de Arte Mutuo de Barcelona, en colaboración con el descarado colectivo de fotógrafos ucraniano Gorsad. Una exposición a la que han bautizado "Hotline" y que sin duda no dejará indiferente a nadie. Hoy nos sentamos con Vito para conocer mejor ese lado tan personal y para que nos explique los entresijos de la exposición en Mutuo que tendrá lugar el próximo miércoles 10 de junio entre cervezas y arte del bueno, y que podréis ver hasta el 24 de junio.
¿Cuándo empezaste a dibujar? ¿Tienes algún primer recuerdo de ti mismo bolígrafo en mano?
Me hace mucha gracia cuando los artistas suelen responder a esta pregunta. Supongo que es lícito, aunque pedante, afirmar que con tres años ya dibujaba pese a que lo máximo que hacía era intentar tocarme el cerebro con un crayón vía nasal o comprobar si el olor a yogur de la témpera blanca estaba fundado en base a su sabor. Cabe decir que nunca he intentado ninguna de las dos cosas, supongo que entonces era más sensato que ahora. Acerca de los recuerdos, me viene a la cabeza la primera vez que intenté dibujar una persona real y me salió algo parecido a una menestra de verduras a medio triturar. Fue bastante traumático. No podía entender como algo tan básico como plasmar una imagen de tu mente podía ser tan complicado. Creo que eso también me animó a dibujar de forma frenética cosas como aliens, sirenas, monstruos y todo aquello que pasara por mi mente y no divergiera tanto en el papel. Imagino que de esa falta de interés por lo estrictamente verídico o al trauma en sí, mis obras aún desprenden cierto olor a menestra de verduras a medio triturar.
Tu imaginario está repleto de fantasía, horterismos, alguna que otra filia y ciertos tintes de oscuridad. ¿Qué o quiénes inspiran tu trabajo?
No sabría exactamente responder a eso de una forma concisa, aunque sí que últimamente me he dado cuenta que cada vez soy más cíclico y previsible. Si tuviera que escoger un solo canal inspiracional creo que diría que se basa, a rasgos generales, en la estupidez humana. La mía propia y la del vecino. Y no como un intento de adoctrinar a nadie, es algo más empático, más tipo “Ríase usted también, estamos jodidos”. Me apasiona cualquier forma de antropología mal formulada o que dé como resultado un error, sea en forma o en contenido. Me aburre lo perfecto, o no es que me aburra, es que simplemente algo pleno no me inspira tanto como algo imperfecto. Últimamente estoy obsesionado con las ilustraciones de animales del siglo XVIII, cuando los ilustradores las realizaban a partir de las descripciones de los exploradores. Es un ejercicio maravilloso ver cómo se crea una realidad alternativa de algo que en principio utilizaban de forma científica, es una parodia en sí misma igual que con la taxidermia en ese mismo periodo cuando sólo contaban con las pieles de los animales y tenían que conformar todo un esqueleto sin noción alguna de anatomía y los solían dotar de formas antropomorfas, porque de lo único que sabe el ser humano es de sí mismo, y ni eso. Es divertido pensar cómo concebimos todo lo que nos rodea desde una parte muy subjetiva que consideramos para nada subjetiva. Yo simplemente defiendo mi propia subjetividad tanto como la posibilidad de que los cimientos en los que me baso sean completamente erróneos.
Has colaborado con algunos grandes de este país, para David Delfín realizaste una magnífica colección de camisetas y prendas de vestir, ¿cómo fue la experiencia?
Pues la verdad es que ha sido la experiencia más fácil que he tenido hasta ahora y una de las más agradecidas. Todo viene de la era Myspace, yo colgaba allí mis tonterías, y él las cogió y les dio forma. Era muy divertido porque yo venía de trabajar para el diario Metro haciendo la portada de un suplemento y aunque la tirada era brutal al ser un diario la gente una vez leído lo tiraba en cualquier parte. Recuerdo ir por el andén del metro recogiendo mi portada en un acto de misericordia hacia mis propias creaciones, que eran usadas para secar suelos en baños públicos. Y de repente llegó David y los puso en camisetas y seguía siendo lo mismo, pero era espectacular ver a la gente comprarlas, ponérselas para salir o que se vendieran hasta en Japón. Eso me impresionó muchísimo, fue muy divertido, me considero muy afortunado de haber sido una pequeña parte de eso.
Tu estilo tiene un carácter muy personal, completamente ajeno a modas y tendencias. ¿Cómo defines tu trabajo? ¿Te sientes inscrito dentro de algún estilo en particular?
No sé muy bien cómo definirlo. En ese sentido soy bastante maleable, no me siento inscrito en ningún estilo en particular. Utilizo el dibujo como medio para contar cosas que me parecen interesantes de ser contadas. Creo que es uno de los canales más asequibles y divertidos que uno puede escoger. Simplemente intento que mi estilo sea lo suficientemente rápido o fresco para no aburrirme yo.
¿Qué cosas son imprescindibles para ti cuando te pones a crear? ¿Cómo es tu espacio de trabajo perfecto?
Nada es imprescindible en el momento de crear excepto las ganas. Diría que ni la inspiración. No se quién era (sí que lo sé pero no me apetece citarlo) que decía eso de que la inspiración te encuentre trabajando. Pues pienso que tenía razón.
Lo bizarro parece formar parte imprescindible de tu obra. ¿Fue ese uno de los motivos por los que empezaste a trabajar con el colectivo ucraniano Gorsad? ¿Cómo empezó todo?
Conocí su trabajo por un amigo en común, él fue quien me los descubrió. Hacía tiempo que me apetecía hacer una colaboración con alguien y sus fotos me parecieron todas maravillosas, no por bizarras, sino por valientes, auténticas. Aunque es verdad que compartimos una cierta atracción por los horterismos que me decías antes. Nos pusimos en contacto, en principio queríamos hacer una pequeña colaboración para algún medio digital y ya. Estuve probando algunas cosas, y salió esto. A mi me pareció muy divertido el concepto de coger algo y darle la vuelta, aunque tenía miedo que a ellos no les hiciera la misma gracia que me pusiera a emborronar su trabajo. Por suerte, además de ser personas encantadoras, están más o menos a la par conmigo en lo que a salud mental se refiere. Creo que también es importante que sean un colectivo y no un solo artista, puesto que eso reduce también esa parte de ego por lo propio que solemos tener, y se hace más fácil entonces para alguien de fuera entrar y ponerse a jugar con ellos sin que sientan que de alguna forma has venido a pisarles lo fregado.
¿Qué supone para ti trabajar con Gorsad? ¿Cómo se funden ambos estilos en una misma obra?
Ha sido divertido, pero sí que a veces soy muy de plantearme qué mierdas hago. Me cuesta trabajar en grupo, o más bien estoy acostumbrado a ir a mi ritmo. Y luego lo que hablábamos antes pero visto desde otra perspectiva, Gorsad en sí tiene un material a mi parecer muy bueno y que funciona solo, por tanto, cualquier cosa a añadir hace que en el mejor de los casos siga funcionando. Por otro lado siempre está la opción presente de estropear unas imágenes que no requieren de dibujo para funcionar solas. Sin contar que soy el primero al que el concepto “ilustraciones sobre fotografía” en sí mismo le genera terrores nocturnos.
Teniendo en cuenta el conflicto en Ucrania... ¿Ha sido complicado trabajar con ellos? ¿Cómo se ha desarrollado el proyecto?
La comunicación, aunque por mail, ha sido en todo momento fluida. Creo que lo de no contestar mails ni para dar las gracias es algo más autóctono. Luego también hay una parte por correo ordinario que sí que se ha demorado más y por poco no la podemos incluir en la exposición, pero por suerte hemos llegado a tiempo. Ya que como decía antes en algún momento he sentido que estaba violando sus piezas pensamos que sería divertido que ellos hicieran lo mismo con algo mío, así que me tocó hacer de director de arte de los chinos y mandarles una caja repleta de objetos absurdos personalizados con dibujos. El resultado es increíble, como concepto me parece la mejor forma de englobar todo este submundo creado y aunque se han tomado un poco más al pie de la letra lo de violar mis cosas no esperaba menos de ellos.
En Hotline descubrimos una faceta tuya, que más allá de la ilustración, concibe la imagen como algo fragmentado y poliédrico. ¿Cómo se mezclan el dibujo, el collage y la fotografía en estas piezas?
En un principio no me había planteado que el collage fuera el nexo en común entre las fotografías y el dibujo, pero poco a poco y jugando, había elementos a los que quería aportar más notoriedad, manteniendo el protagonismo de la foto a partes iguales. El collage me pareció un buen camino para componerlo todo y darle una línea más clara para que casasen ambos mundos.
La exposición tendrá lugar en la galería Mutuo de Barcelona, un espacio al más puro estilo berlinés. ¿Cómo ves la industria del arte en la ciudad?
Pues diría que no soy el más adecuado para hablar del tema, jamás he expuesto en Barcelona más que alguna obra puntual, no me había sentido nunca parte de eso. Pero sí que es verdad que veo cierta mejora de unos años a esta parte, o igual es que yo estoy más receptivo. Sea como sea, es una delicia contar con espacios como Mutuo donde te lo ponen todo tan fácil para hacer cosas. Me motiva mucho también ver una nueva remesa de gente motivada que hace cosas increíbles. A veces estoy tan inmerso en mí mismo que se me pasan cosas de largo y soy el último mono en conocerlas, por poner un ejemplo mi último descubrimiento tardío ha sido Mi vida sin ti, de Miju Lee. Me parece una delicia ella, como persona y como artista.
¿Qué nuevos objetivos o proyectos tienes después de esta exposición? ¿Algo que nos puedas adelantar?
Tengo muchas cosas pendientes y otras con las que me apetece meterme, pero una mente demasiado difusa para abarcarlas todas de una sentada. Tiempo al tiempo.
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