Lo cierto es que ya en sus dos álbumes anteriores habíamos podido comprobar que estamos ante un músico fuera de la norma, y aquí está la prueba definitiva. Y aunque Queen of Golden Dogs (Tri Angle Records, 2018) evoca universos muy distintos a los que el artista de Bristol nos tenía acostumbrados, todo forma parte del mismo plan: el proceso. La manera de aproximarse a una idea o concepto que, en su caso, es despacio. Con tiempo. Por cierto, otro bien escaso hoy en día.
Aunque para materializar su nuevo universo, Seb no estuvo solo. Contó con la ayuda del artista visual portugués afincado en Berlín, Pedro Maia. La relación entre ambos viene ya de atrás. Seis años llevan colaborando y enriqueciéndose el uno al otro. Pedro aporta su visión y mirada personal a la música de Vessel transformándola a otros medios y ampliando sus horizontes. El resultado de este esfuerzo conjunto es un trabajo maduro y compacto, una pequeña joya llena de matices y contrastes entre luz y oscuridad, frenesí y quietud, serenidad y desasosiego, y en el que sonidos de la música renacentista y electrónica avanzada conviven en perfecta armonía.
Vessel lleva unos meses visitando España en contadísimas fechas, imprescindibles, para presentar su Queen of Golden Dogs. La más reciente, el Mira Son Estrella Galicia festival en Barcelona, donde hechizó al público en un entorno industrial. Hace apenas unas semanas visitaban Santiago de Compostela con motivo del festival internacional de cine Curtocircuito, un evento que destaca por lo innovador y fresco de sus propuestas y que, con su cuidadísima programación, apuesta fuerte por servir como nexo entre el cine y otras expresiones artísticas.