Con tan solo dieciséis años, Samantha Hudson se volvió noticia, apareció en los periódicos y su nombre llegó a oídos de la Iglesia católica, quien acabó excomulgándola. ¿El motivo? Un trabajo para una asignatura del instituto, consistente en un videoclip musical, al que tituló Maricón. Desde entonces, la polifacética artista, quien se define a sí misma como “sinvergüenza nacional”, no ha dejado de expresarse libremente a través de la música, la performance y un cautivador activismo basado en el humor y la sátira. “Se pone siempre el foco en la persona que llama la atención, en vez de cuestionarnos por qué esa persona nos llama la atención”, comenta, después de haber experimentado un viaje personal con escala en la transexualidad, el género no binario y el aprendizaje continuo. “Yo comprendo que mi expresión corporal y de identidad tiran más hacia un lado femenino, pero he decidido fluir”.