Decidimos crear The Plant no solo porque nos gustan las plantas, también porque nos apasionan las revistas. Hablábamos entre nosotras de nuestras plantas, hacíamos algún esqueje e íbamos aprendiendo, pero también solíamos hablar de cuánto nos gustaría tener nuestra propia publicación. Cuando nos dimos cuenta de que no existía ninguna revista de plantas que las tratara de una manera especial, cuidando mucho el diseño, la fotografía y con unos contenidos atractivos, decidimos hacer una. De todas formas, The Plant no solo es una revista de naturaleza o de plantas, es una revista que explorara cómo se relaciona la gente con ellas y cómo las plantas les sirven de inspiración.
No estamos seguras de si la visión de The Plant es romántica. La verdad es que las plantas han estado presentes desde siempre en la vida de la gente aunque, seguramente por la velocidad a la que se mueven las cosas y el estrés con el que vivimos hoy en día y, especialmente en ambientes urbanos, sentimos una mayor necesidad de conectar con la naturaleza. Puede que por esas mismas razones nos guste disfrutar de pequeños detalles, ya sea un ramo de flores, una excursión o el trabajo de un artesano.
La revista incluye un monográfico sobre una planta en concreto en el que explicamos cuáles son los cuidados, algunas curiosidades e incluimos, además, una galería de ilustraciones de diferentes artistas. Es una manera de ir investigando poco a poco nuestras plantas preferidas. En los cuatro números que llevamos hemos hecho ya el cuerno de alce, la monstera, la camelia y la maranta y, ahora estamos ya dándole vueltas a la planta del siguiente número. Tienen en común que son plantas más o menos fáciles de cuidar en casa y que, ya sea por su forma, sus hojas o sus flores, resultan muy atractivas.
Es una planta increíble, empezando por los dibujos y los colores de sus hojas, que son preciosos. Es una familia con más de seiscientas especies, cada una con un patrón propio, con manchas y combinaciones únicas de blanco, amarillo, verde, marrón y hasta rojo. Además, la maranta responde a los estímulos lumínicos con movimiento, con lo que por la noche las hojas se pliegan hacia arriba y durante el día se mantienen más o menos horizontales.
Existen bastantes trabajos científicos que buscan determinar si más allá de sensibilidad las plantas tienen sentimientos. En el mundo del arte estas investigaciones han tenido cierta repercusión con experimentos bien curiosos como Teaching a plant the alphabet de John Baldessari o Bob Dylan vs Neil Young, una obra de Tony Romano que incluimos en el primer número de The Plant y que hace referencia a los estudios que relacionaban la escucha de música con el crecimiento de las plantas.
La sabiduría popular lo dice así. Y numerosos experimentos científicos (y seudocientíficos) han buscado la explicación, aunque las conclusiones ahora mismo se nos escapan. Precisamente una de las obras que comentábamos antes, Dylan vs Young hace referencia a un experimento que concluía que, mientras las distorsiones de la guitarra de Neil Young “estresában” a la planta y hacían su crecimiento más traumático, las melodías de la acústica del primer Dylan le procuraban un crecimiento más armónico.
En los cuatro números que llevamos publicados hemos incluido un artículo relacionando las plantas con el cine. Pero no se trata de realizar un análisis del lenguaje oculto de las plantas sino una exploración del cine de autores como Lynch, Rohmer o Godard a través de la presencia de las plantas en sus películas. Las plantas, el jardín y la naturaleza tienen una fuerza expresiva que merece la pena explorar.
Por suerte ocurren ambas cosas. Recibimos muchas propuestas y entre ellas hemos descubierto a gente increíble. En otros casos somos nosotras quienes hacemos la propuesta a gente a la que admiramos. En este sentido estamos muy agradecidas ya que, desde el primer momento, hemos encontrado gente que se ha implicado con la revista.
Lo que buscamos es gente que comprenda el concepto de la revista y de la pieza concreta que realiza pero que, a la vez, nos sorprenda.
Estamos tan agradecidas a todos nuestros colaboradores que somos incapaces de citar a uno solo.
Somos mediterráneas y la verdad es que, aunque implique un paisaje más seco que el inglés, somos más de flora autóctona. Eso sí, el aprecio y la dedicación por las plantas de los británicos es envidiable. ¡Y sus parques también!







