Nos hemos cuestionado dónde nace la inspiración infinidad de veces, y hasta ahora se nos ha dado siempre la misma respuesta: nace de las musas. En la última edición de Sónar+D pudimos presenciar el desarrollo de un proyecto que combate el concepto clásico construido alrededor de estos entes. My Artificial Muse, del colectivo The Architects of Morality, es una instalación de desarrollo artístico donde la inspiración nace de una red neuronal artificial –desarrollada por Mario Klingemann . ¿Su objetivo? Analizar las experiencias estéticas a nivel neurológico y comprender la creatividad humana desde la investigación y la praxis. Hablamos con el líder del colectivo y la propuesta, Albert Barqué-Duran, sobre neurociencia, surrealismo y métodos creativos.
¿Cómo nació el equipo de artistas y académicos que compone The Architects of Morality?
The Architects of Morality es un proyecto personal. Es un experimento en sí. Nadie sabe si es un lab, un espacio creativo, o un estudio. Quiere ser una excusa para trabajar la ‘antidisciplinariedad’. El trabajo interdisciplinario se realiza cuando personas de diferentes disciplinas trabajan juntas; un proyecto ‘antidisciplinario’ no abarca solo un montón de disciplinas, sino algo completamente nuevo. Joi Ito, director del MIT Media Lab, lo define como “alguien o algo que no encaja dentro de la disciplina académica tradicional” –un campo de estudio con sus propias palabras, marcos y métodos particulares.
El equipo que hay detrás es de mentores, gente que me da alas. Los colaboradores van surgiendo a medida que avanzan los proyectos y dependiendo de sus requisitos. Evidentemente no pueden faltar los sponsors; estamos muy agradecidos actualmente a la Obra Social La Caixa.
El equipo que hay detrás es de mentores, gente que me da alas. Los colaboradores van surgiendo a medida que avanzan los proyectos y dependiendo de sus requisitos. Evidentemente no pueden faltar los sponsors; estamos muy agradecidos actualmente a la Obra Social La Caixa.
¿Qué importancia tiene la investigación científica en la doctrina artística? ¿Son disciplinas que se retroalimentan?
Sin una no se puede entender la otra. La ciencia mide la realidad, el arte la expresa. Lo interesante es intentar jugar con los límites de ambas. La ciencia es tremendamente estricta en cuanto a método –su sistema es formal y establecido. ¿Cómo uno puede llegar ser más creativo cuando algo es tan riguroso? El arte, por lo contrario, es tremendamente más flexible. Pero si lo entendemos como generador de conocimiento creo que también tiene que partir de una base científica.
¿Cómo puede el arte crear un impacto en causas políticas?
El arte, como concepto, tiene el deber de generar una reacción. Esta puede ser tanto contemplativa como disruptiva. Generar impacto no necesariamente florece de proyectos disruptivos, sino que desde la reflexión también se puede generar cambio. La problemática está en medir dicho impacto a tiempo real. Nuestra poca capacidad para pensar a niveles meta no nos permite coger perspectiva y ver qué generó y qué no generó una transformación (sea política, social, intelectual, etc.) hasta al cabo de un tiempo.
¿Son los artistas o los investigadores los creadores del mañana?
Todos somos creadores del mañana. Qué responsabilidad si solo fuera de los artistas e investigadores…
¿Cuál es la relación entre la creatividad computacional y la psicología/filosofía del arte?
Los campos académicos que trabajan el mismo tema desde perspectivas distintas se conocen con el nombre de ‘neuroaesthetics’ y ‘computational creativity’. La primera adopta un enfoque científico para el estudio de las percepciones estéticas del arte, la música o cualquier objeto que pueda dar lugar a juicios estéticos. Es el estudio científico de las bases neurales para la contemplación y creación de una obra de arte, y utiliza la neurociencia para explicar y comprender las experiencias estéticas a nivel neurológico.
La segunda intenta modelar, simular o replicar la creatividad usando una computadora para lograr uno de varios fines: el primero, construir un programa o computadora capaz de tener creatividad al nivel de un humano; el segundo, comprender mejor la creatividad humana y formular una perspectiva algorítmica sobre el comportamiento creativo en los seres humanos; y el último, diseñar programas que puedan mejorar la creatividad humana sin ser necesariamente creativos.
La segunda intenta modelar, simular o replicar la creatividad usando una computadora para lograr uno de varios fines: el primero, construir un programa o computadora capaz de tener creatividad al nivel de un humano; el segundo, comprender mejor la creatividad humana y formular una perspectiva algorítmica sobre el comportamiento creativo en los seres humanos; y el último, diseñar programas que puedan mejorar la creatividad humana sin ser necesariamente creativos.
“La ciencia mide la realidad, el arte la expresa”.
¿Creéis que el actual sistema académico se ajusta a las hipótesis y conclusiones que grandes equipos como el vuestro está planteando a la sociedad?
No, por eso estamos trabajando en ello. Las estructuras actuales ralentizan mucho, de forma involuntaria, el intento de generar formatos nuevos. El sistema académico debería promover la generación de conocimiento, sea cual sea su formato, y no ceñirse solo a las formas canónicas y establecidas (publicar artículos en revistas académicas).
¿Qué tienen en común la ciencia cognitiva y el Surrealismo?
Los padres del Surrealismo –teóricos como André Breton– ya decían que lo que estaba en juego era más importante que el arte de pintar cuadros o de escribir versos: estaban en juego el destino del hombre, su fortuna o su ruina en la tierra. Defendían el Surrealismo como automatismo psíquico, el artista intentando explicar el funcionamiento real del pensamiento. La espontaneidad yacía en el procedimiento creativo pero no en el fondo, no en los conceptos e ideas que se querían plasmar. Y es justo ese fondo el que hay que actualizar. Nos quedan ya muy lejos y superados los estudios de Freud sobre los sueños y el inconsciente. El movimiento Surrealista estaba basado en ese conocimiento, pero la neurociencia ha avanzado mucho. Así pues: ¿qué tienen en común la neurociencia y el Surrealismo? Mucho. Demasiado. Ambos quieren explicar los rincones más profundos de la mente, y uno intenta llegar allí donde el otro no puede.
Durante los últimos cuatro años he trabajado en el proyecto Updating the Surrealist Movement, en el cual he estado generando obras que hablan de los excesos conceptuales, de lo melancólico, del asombro, de la reflexión y de la violencia sensible. Obras suscitadas por la búsqueda de la objetividad científica, pero al mismo tiempo expresadas figurativamente a través de la subjetividad experiencial. Este trabajo ha planteado una reinterpretación/actualización del movimiento Surrealista a través del conocimiento contemporáneo sobre la mente humana.
Durante los últimos cuatro años he trabajado en el proyecto Updating the Surrealist Movement, en el cual he estado generando obras que hablan de los excesos conceptuales, de lo melancólico, del asombro, de la reflexión y de la violencia sensible. Obras suscitadas por la búsqueda de la objetividad científica, pero al mismo tiempo expresadas figurativamente a través de la subjetividad experiencial. Este trabajo ha planteado una reinterpretación/actualización del movimiento Surrealista a través del conocimiento contemporáneo sobre la mente humana.
Antiguamente se hablaba de duendes que se escondían en las paredes de los artistas y artesanos, y más tarde se establecería el mito romántico de la musa griega. ¿Qué es una musa?
¿Qué es una musa? ¿Quién puede ser una musa? ¿Dónde podemos encontrar a una musa? Las musas eras las diosas que inspiraban la literatura, la ciencia y las artes en la mitología griega. Eran consideradas la fuente de conocimiento que se encontraba dentro de la poesía, la lírica y los mitos que estaban relacionados por siglos en esas culturas antiguas. Una musa también puede referirse, por lo general, a una persona que inspira a un artista, escritor o músico.
My Artificial Muse es la performance que habéis presentado junto a Mario Klingemann en Sónar+D. ¿Se os ocurrió la idea en el proceso de búsqueda de inspiración
Lo que queríamos era destruir el concepto clásico de musa y plantear preguntas del tipo: ¿puede una musa ser artificial? ¿Necesita ser física? ¿Puede una musa generada por ordenador ser tan inspiradora como una humana? Al destruir el concepto clásico de una musa, ¿estamos creando algo mejor? Imaginad la versión más simplificada y abstracta de una musa: un stickman. Si le damos esta ‘musa artificial’ (en una postura específica o aleatoria) a una máquina con inteligencia artificial, ¿es esta máquina lo suficientemente creativa como para producir una pintura a partir de un input tan simple? Hemos demostrado que sí. Una red neuronal artificial diseñada por Mario Klingemann utiliza lo que llamamos un enfoque de ‘pose-to-image’ para producir sus propias obras artísticas impresionantes.
¿De verdad necesitamos una musa? ¿Qué queréis demostrar?
Llamémosle musa, llamémosle estímulo. Para poder crear, uno necesita estar estimulado. Esta estimulación proviene de nuestro entorno, y en realidad se puede materializar de infinidad de maneras –no necesita ser siempre un cuerpo humano en específico. Con My Artificial Muse queríamos experimentar con la idea de que la inspiración puede surgir de formatos digitales, matemáticos y computacionales, sin necesidad de ser físicos. El objetivo del proyecto era sin duda el de utilizar la inteligencia artificial como colaboradora en procesos creativos.
“Las estructuras académicas actuales ralentizan mucho, de forma involuntaria, el intento de generar formatos nuevos.”
¿Creéis que algún día la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías desarrolladas a partir de ella llegarán a sustituir la creatividad humana? ¿Por qué?
Justamente eso es lo que tratábamos de explicar en el Sónar+D. El camino a seguir no es el de la confrontación hombre vs. máquina. En 2016 hice una performance en Londres donde tenía que escenificar una batalla creativa contra una máquina con inteligencia artificial. Los cuatro meses del proyecto fueron tremendamente interesantes, pero me di cuenta de que no tenía sentido alguno buscar la confrontación. Nadie tiene que sustituir a nadie, debemos encontrar la simbiosis y trabajar conjuntamente para llegar a sitios creativos donde la humanidad no haya podido llegar por sí sola.
¿Cómo ha recibido el proyecto el público de Sónar+D? ¿Alguna reacción destacable?
Estamos un poco sobrepasados con el recibimiento y la reacción del público. Tremendamente contentos y agradecidos por el apoyo de la gente –fue muy duro pintar más de veintisiete horas en directo en menos de tres días. La gente disfrutaba mucho de la combinación entre las artes digitales y un formato muy de bellas artes. Por un lado, se quedaban embobados con la proyección visual –donde la máquina pintaba musas sin cesar–, y por el otro, con la tela gigante donde yo pintaba con óleos. La música fue un factor clave en la performance: el productor musical Marc Marzenit diseñó una banda sonora para los tres días. La gente se ponía los cascos y me acompañaba durante un rato en ese viaje artístico. También encontramos algún radical que defendía que una musa nunca puede llegar a ser artificial, pero eso también formaba parte del plan.
¿Qué creéis que representa Sónar+D para la escena barcelonesa e internacional?
El Sónar+D es para los ‘misfits’, para los ‘antidisciplinarios’ que contaba al principio. Es una plataforma bestial para que todos aquellos que no encajan dentro de las disciplinas tradicionales puedan decir “Ey, estamos aquí y todavía hay mucho por descubrir, por hacer y por sorprendernos”.