La artista invita a los espectadores a adentrarse en relatos dedicados a la utilización del cuerpo para el poder y la violencia, como pudimos ver en Uñas y dientes, exposición de dibujo expandido en La Casa Encendida. Le interesa la ambivalencia entre la fragilidad del cuerpo y la monumentalidad de las instalaciones que con él pueden generarse. Además del componente escenográfico, porque también lo intentó con el teatro. Desafía las convenciones del dibujo, sin alejarse de la figuración. Trata de apuntar a constantes universales, y si sus dibujos tienen excesivos parecidos con la realidad, los borra y da marcha atrás.
En cada una de sus instalaciones hay una escena específica, tal y como ella cuenta, utilizando los mismos personajes –y colores– de forma recurrente a lo largo de los años. Los personajes son eliminados de los lugares a los que pertenecen, a través de la deconstrucción y la abstracción, realizando un trabajo de asociaciones. Nos abre la puerta a nuevas interpretaciones, y nos ha permitido entrar en ella.