La arquitectura entendida como una reflexión, no solamente sobre los espacios, sino sobre la manera de habitarlos, de transformarlos y hacerlos propios. No importa que estos sean unos baños o una tienda de zapatillas, lo interesante para Javier Jiménez es dotarlos de belleza. Con esta premisa fundó Studio Animal, donde cada proyecto se afronta con voluntad de experimentación y alejándose de la estética de lo contemporáneo. Provisto de un espíritu crítico e irónico, pero sobre todo apasionado, su amor por la arquitectura se percibe en cada uno de sus trabajos, así como en sus palabras. Arquitecto, decorador, interiorista... las etiquetas no van con él. Su labor consiste en crear lugares donde sus habitantes puedan soñar.
Javier, cuéntame cómo surge Studio Animal. ¿Con qué expectativas creaste el estudio?
Studio Animal nace en Ibiza con un pequeño proyecto en cala Talamanca, que en realidad era una apuesta para seducir a un importante empresario nocturno. Nos inventamos el encargo, se lo presentamos… y funcionó. No para ese sitio, pero supuso el arranque de un think tank que duró casi dos años y donde trabajamos en casi veinte proyectos: desde restaurantes hasta los baños de una gigantesca discoteca diseñada por Jean Nouvel. Nada de todo aquello llegó a construirse, pero la experiencia nos permitió comenzar a definir ligeramente hacia dónde queríamos avanzar y qué era lo que no íbamos a volver a hacer.
Si bien es verdad que no trabajas solo, ¿quiénes son el resto del equipo y qué papel desempeñan en él? Preséntame un poco al resto de Studio Animal.
Las antiguas estructuras profesionales son difícilmente sostenibles en la época que nos ha tocado vivir. Preferimos una estructura horizontal que permita generar equipos profesionales para cada proyecto, así que el estudio crece y mengua en base a la cantidad de trabajo que hay encima de la mesa. Mi participación es constante en todos los proyectos, pero en algunos de ellos van apareciendo diferentes agentes igual de importantes o más. Algunos de ellos habituales, como la diseñadora Eli Cayuela, con la que hemos construido varios proyectos. O, de manera más intermitente, David Jiménez y Mª Ángeles Peñalver, dos arquitectos jóvenes y brillantes que trabajan en Madrid con los que solemos hacer concursos, y con los que ahora estamos preparando los dibujos con los que se explicará la Trienal de Arquitectura de Oslo.
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¿Sois un estudio de arquitectura, de diseño de interiores? ¿Cómo definirías Studio Animal?
Yo soy arquitecto, pero Studio Animal es una plataforma elástica. Los proyectos que generamos siempre se producen desde un acercamiento muy arquitectónico; nuestras referencias vienen del mundo de la arquitectura y del arte, y trabajamos siempre desde reflexiones espaciales y atmosféricas. Estamos interesados en cualquier escala de trabajo siempre que esta nos permita investigar y repensar los paradigmas que la fabrican. Afrontamos cualquier proyecto desde el mismo posicionamiento, lo que acaba otorgando cierta intensidad a cualquiera de ellos: un lavabo o una casa se hacen aquí con el mismo cariño. En cualquier caso, es cierto que estamos tremendamente interesados en el trabajo de interiorismo porque nos permite experimentar con mayor facilidad. La temporalidad intrínseca de estos espacios condiciona de forma determinante la aptitud con la que los afrontas; en el interiorismo y la arquitectura efímera cierta frescura sobrevuela los procesos hasta el final.
Os dedicáis tanto a proyectos más aplicados, como por ejemplo los stands y tiendas de diferentes marcas, como a investigar sobre conceptos más abstractos referidos a la arquitectura, que serían proyectos como Ultraarquitectura o Place of Placeness. ¿Por qué esta doble faceta?
¿Se percibe así? Es curioso. Yo nunca lo he visto como una doble faceta. Todos nuestros proyectos, en mayor o menor medida, pretenden ser una investigación, una reflexión; unas veces vinculadas al espacio doméstico y otras, al espacio comercial. Afortunadamente nuestros clientes son unos fantásticos cómplices de ello, y con su confianza hemos podido construir algunas de estas líneas de investigación.
Entonces, ¿cómo enfocáis estas investigaciones? ¿Qué tenéis en cuenta a la hora de diseñar los espacios?
Creo que hay una serie de puntos constantes en nuestros proyectos, que más que con un método, estarían relacionados con una actitud. Para empezar no tenemos un estilo. Cada proyecto es una aventura nueva. No repetimos fórmulas, y nuestros proyectos no se parecen entre sí. Es más costoso, pero también más divertido. Por otro lado, para nosotros es fundamental que detrás de cualquier decisión haya una reflexión que cuestione el encargo. Es intrínseco a todos nuestros trabajos y nos permite poner en crisis las ideas preestablecidas. También intentamos trabajar con el sentido del humor. La ironía y la broma suelen formar parte de loas arranques de nuestros proyectos. Es importante no tomárselo demasiado en serio. Y, por supuesto, la belleza. Nos declaramos activa y abiertamente decoradores, porque creemos firmemente en la necesidad de vivir en escenarios bellos, los decorados de la vida cotidiana. Luego por supuesto están las claves específicas que aporta cada proyecto y que están íntimamente relacionadas con cada uno de nuestros clientes.
"Me obsesiona la arquitectura doméstica. La casa es el espacio donde nacen los sueños de los hombres."
Respecto al proyecto que te comentaba anteriormente, Ultraarquitectura, me parecen muy interesantes las cuestiones que planteáis relacionadas con la evolución del espacio a lo largo del tiempo una vez es habitado; y que, si me permites, te voy a replantear yo a ti. ¿Qué hay después de la arquitectura? ¿Qué hay después del arquitecto?
Siempre he creído que la arquitectura de la casa es la auténtica arquitectura, la primigenia. La casa es mucho más que una "máquina de habitar". La casa es el espacio donde nacen los sueños de los hombres. Me obsesiona la arquitectura doméstica. En ella cristalizan todos los rituales y las políticas que acaban definiendo al individuo contemporáneo. Ultraarquitectura reflexiona sobre los tangibles e intangibles que construyen los escenarios donde estos rituales tienen lugar. La arquitectura es salvaje. Mucho más que el usuario, y desde luego, muchísimo más que el arquitecto. Así que después de la arquitectura hay alguien disfrutándola o padeciéndola y en consecuencia adaptándola. El arquitecto debe tener esa idea del ensueño, del deseo del hombre de salir de su realidad cotidiana. El arquitecto tiene que proyectar este "orden de los sueños", porque después del arquitecto lo que viene son vidas con deseos y expectativas.
Y, en tu caso, ¿cómo vives esa apropiación de los espacios que diseñas una vez son ocupados por otros?
Para nosotros es fundamental que los espacios que construimos funcionen en los términos en que el cliente considera que han de funcionar. Que cada tienda que hacemos para Munich sea una nueva experiencia de marca, capaz de generar un recuerdo asociado a ella, es un reto que está directamente relacionado con el usuario y del que depende el éxito de ese espacio. Pero desde luego donde esta apropiación es más palpable es en el espacio doméstico. Una casa, como contenedor, debe educar la manera de vivir de alguien, enseñándole nuevas formas de usar los espacios y de relacionarse con ellos, y a la vez debe establecer una relación especial y única con el contenido de esa vida fomentando los deseos del usuario. El ejemplo que más nos gusta y en el que estamos trabajando es la Case Study #8 de Charles y Ray Eames. Una pieza de arquitectura sofisticada y ligera, que habla por un lado de la tecnología, el ensamblaje, la economía… pero que por otro es la receptora de lo que realmente nos fascina a todos de esa vivienda, que es la vida de sus ocupantes, sus anécdotas, sus viajes, sus deseos, sus objetos, sus libros... sus sueños. Los sueños de los Eames.
Otro de vuestros proyectos que me ha fascinado es Bubbleheim, esa idea de edifico hinchable itinerante para promocionar el arte por diversas ciudades. Un poco cogiendo la idea del edificio icónico que cada ciudad desea como reclamo turístico y transformándola en una especie de atracción de feria. No sé si sería como ironizar sobre estos edificios-reclamo…
Absolutamente. Bubbleheim es nuestro trabajo más irónico y reflexiona sobre lo icónico. A los arquitectos nos falta mucha ironía y sentido del humor. La arquitectura es una cosa seria, pero no tanto. Desde luego para mí espero que jamás sea un sufrimiento. Me cuesta mucho trabajo atormentarme en los procesos creativos. Hay quien dirá que somos unos frívolos, pero la arquitectura no es para tanto.
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Y ya que estamos metidos en el tema, ¿qué opinas sobre estos edificios? ¿Hay que huir de ellos y centrarse solo en edificios útiles para la ciudadanía? Da la sensación que los arquitectos estrella los van repitiendo en varias ciudades, como si tuvieran un molde…
El Guggenheim de Bilbao es probablemente la obra más importante de la historia de la arquitectura de finales de siglo. No solo porque es un edificio fantástico, sino por lo que representa como cambio de paradigma en muchos sentidos. Y, como todo lo bueno, mal utilizado es fatal. Frank Gehry es uno de los arquitectos que más admiramos en el estudio. Su trabajo desde los 70 hasta el Guggenheim es un ejemplo de evolución y experimentación constante donde no hay apenas resquicios de agotamiento. ¡Qué tío! ¿Has visto su casa en California? ¡Al tipo le llegaron a disparar en el vecindario por su mal gusto!
Aunque vosotros de momento os centráis más en espacios reducidos y proyectos pequeños, ¿qué planes tenéis próximamente?
Estamos encantados con la escala de nuestros proyectos. Cuando hemos trabajado en proyectos más grandes, como podría ser por ejemplo el concurso para Europan12, hemos acabado siempre miniaturizando los proyectos, fraccionándolos y trabajando en rincones y pequeñas piezas. Piensa que intento que en el estudio nunca haya más de tres proyectos en danza, son los que me considero capaz de asumir sin perder el control de todos ellos. Ahora tenemos un pequeño reto entre manos: hace unos meses ganamos un concurso restringido para diseñar una cadena de tiendas de sneakers. Se trata de un proyecto que reflexiona sobre la capacidad del almacén para construir la imagen de la marca, de manera que los protocolos de venta acaban siendo tan importantes como la propia imagen de la tienda. Las tiendas vuelven a tener el tamaño habitual de nuestros proyectos, pero esperemos que sean muchas, así que en cierto modo ya habrá un salto de escala. Estamos ansiosos por comenzar a construir la primera de ellas.
¿Con qué marca os sentís muy identificados y os gustaría que os propusiera que le diseñarais un espacio?
Nosotros hemos aprendido mucho trabajando con Munich, que ha confiado y ha apostado por un estudio joven como el nuestro para sus últimos proyectos. Es importante contar con la complicidad de un cliente que persigue la innovación en cada proyecto, y les estoy muy agradecido por ello porque para nosotros es un regalo trabajar con alguien que está dispuesto a jugársela contigo. Ellos aportan su experiencia y nosotros les proponemos cada vez maneras de enseñar y vender sus zapatillas de forma diferente, tratando de encontrar un equilibrio entre investigación y rentabilidad.
En realidad, nuestra relación con ellos para mí es ejemplar, así que me gustaría trabajar con cualquier marca con la que pudiera mantener ese tipo de fluidez: mucho respeto mutuo y confianza en nuestra capacidad para desarrollar algunas nuevas reflexiones en torno a su marca.
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Y, ¿hasta qué punto un determinado diseño del espacio puede ayudar a la marca a vender más o menos? ¿Os planteáis esto cuándo diseñáis estos espacios?
Por supuesto. Pero las marcas poco a poco han ido entendiendo que vender su producto es uno de los muchos objetivos que pueden tener en una tienda, seguramente el más importante, pero no el único. Cómo se comunica la marca, qué recuerdo generas en el cliente, cuál es la atmósfera que respiras en ese espacio, qué experiencia has vivido allí que te hará pensar a partir de ese momento en esa marca… Un ejemplo que me fascina es el espacio que Koolhaas, desde la plataforma AMO, ha diseñado para Prada en Nueva York. Otra cosa que nos interesa mucho y que supone un esfuerzo titánico en el mundo de la decoración de espacios comerciales es mantenernos alejados de lo que se lleva. Es difícil, porque precisamente el mundo de la moda va de eso, pero intentamos trabajar ajenos a los blogs de tendencia, al pinterest… Creemos que la decoración ya es suficientemente fugaz, no necesita más inputs que la esteticen de una determinada forma. El signo de los tiempos para nosotros no es una cuestión estética. Obviamente hay una estética de lo contemporáneo, pero no es lo que más interesa.
Para acabar, en vuestra presentación habláis de relacionar el pensamiento ultra contemporáneo con el hábitat en el que vivimos. ¿Cómo es esta relación? ¿Hay una arquitectura o unos espacios ultra contemporáneos?
Claro, son los espacios que habitas, las atmósferas en las que te desenvuelves cada día. Son difusos, tecnificados y complejos. Y en algunas ocasiones, las que menos, arquitectónicamente interesantes. La ultra contemporaneidad es hoy. Intentamos vivir y comprender el mundo que nos rodea hoy, que es al que pertenecemos. Seguimos estudiando el pasado, pero tratamos de hacer siempre una lectura filtrada por lo que sucede en este momento, siempre con una visión pretendidamente optimista.
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