El autodescubrimiento es un proceso sin fin. La necesidad de pertinencia forma parte de nosotros, pero a muchos nos puede costar encontrar el lugar donde encajamos. Siendo boliviana y española, Sofia Suars es testigo de ello. “Desde el propio nacimiento, ya todo estaba dividido. La memoria de mi cuerpo nace con el linaje y la historia de mi madre, por un lado, y de mi padre, por otro lado”, nos cuenta. Sofia ha transformado su búsqueda de identidad (y todo lo que eso conlleva) en una forma de expresión artística. Combina la fotografía, la escritura y la dirección creativa de piezas audiovisuales para canalizar sus emociones y transmitir su mensaje. Hoy presenta la parte tangible de uno de los proyectos más importantes de su vida, Origen, su primer fotolibro publicado.
Gran parte de su curiosidad y necesidad de exteriorizar sus pensamientos se remonta a sus 8 años, cuando le diagnosticaron con una enfermedad dermatológica crónica: la psoriasis. Sin apenas saber qué significaba, la palabra ‘crónico’ se le quedó grabada en la mente hasta día de hoy. A raíz de esto, Sofia Suars fundó Isdermis, una plataforma que tiene como objetivo visibilizar todo tipo de pieles y cuerpos en sus diferentes etapas, algo que a ella le hubiese gustado tener como referente para no sentir esa soledad que muchas veces acompaña los diagnósticos.“Todo se termina y todo se transforma, y creo que cuánto más presente se tiene eso, en más gratitud se puede llegar a vivir, porque sabes que lo que estás viviendo ya en un ratito se va a terminar”, nos recuerda.

Su último proyecto, y el más significativo de su carrera hasta ahora, lleva el nombre de Origen, y toma forma en tres piezas: su primer fotolibro, un híbrido entre videoarte y documental, y otro entre videoarte y el making of. Sus propias palabras son un reflejo del cariño que le guarda: “Es un regalo eterno que me he hecho a mi misma, sabiendo que todo lo que nos autorregalamos es un reflejo de lo que podemos entregar a los demás también.” Hablemos con ella para adentrarnos en su universo de exploración identitaria, de quererte en tu propia piel, y de cómo plasma este vínculo de modo artístico.
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Antes de nada y para aquellos que no te conozcan, ¿quién es Sofia Suars?
Sofia es una persona que enfoca su trabajo y su energía en comunicar. Esto puede transmitirse de diferentes maneras: con la escritura, la fotografía o la dirección de imágenes en movimiento. Mi cuerpo o mi voz son elementos que he explorado mucho este año también. Me gustaría seguir aprendiendo sobre lo que ya conozco y, a la par, experimentando con disciplinas nuevas. No descarto incorporar la música o la performance a mis formas de expresión.
¿Y cómo te iniciaste con la fotografía?
Desde bien chica soy muy observadora. Es lo que más me tiene conectada con mi niña interior, la cual se fija en cada cosa que pasa a su alrededor porque todo le da curiosidad, de todo quiere saber y todo se lo cuestiona. El paso más en serio fue en el verano del 2018, cuando dejé a un lado toda mi carrera centrada en el mundo de la publicidad, y decidí apostar por ese supuesto hobby tras ver la multitud de posibilidades que podría encontrar tanto a nivel personal como profesional.
A los 8 años te diagnosticaron con psoriasis, y ahora eres la fundadora de Isdermis, una plataforma que rinde homenaje a la parte más visible del cuerpo: la piel. El objetivo es visibilizar mediante la fotografía a todo tipo de texturas, pliegues o cicatrices. Entiendo que es una reconciliación con la falta de referentes en la que te encontraste ya de pequeña, ¿es ahí de donde nace este proyecto?
Sí, es una reconciliación que aún se mantiene y creo que siempre estará. El cuerpo es algo tan cambiante, y las percepciones de ello también lo son. Muchas veces quiero quitarme la piel y me da malestar, pero sé que eso es también parte de este trayecto de sanación, el entender que hay etapas para todo, y que, de hecho, es mejor no omitir las malas etapas, son las que más suelen ayudar a tomar las perspectivas sanadoras.
En su día te sentiste sola y abrumada ante el diagnóstico de la psoriasis. ¿Qué le dirías a las personas que puedan estar pasando por algo parecido debido a alguna patología dermatológica?
Que experimente su propio dolor y sus propias maneras de sanarse. Intentar imitar patrones o herramientas que le funcionan a otras personas puede ayudar si se toma como parte de la perspectiva, pero considero que cada persona tiene su propia guía única y exclusiva dentro suyo. También añadiría la importancia de la temporalidad. Todo se termina y todo se transforma, y creo que cuánto más presente se tiene eso, en más gratitud se puede llegar a vivir, porque sabes que lo que estás viviendo ya en un ratito se va a terminar.
“En la fotografía se comparten muchos silencios, y ahí es donde probablemente más se muestra de una persona.”
No fue hasta la cuarentena que te diste el tiempo y el espacio para liberar tu dolor. De eso trata el videoarte experimental de Crónico, del desamparo y la sensación que sentiste al escuchar esa palabra con tan solo 8 años, cuando el dermatólogo te dijo que esas manchas eran una enfermedad crónica. ¿Por qué crees que te ha costado tantos años encontrar la forma de canalizar el dolor? ¿Consideras que socialmente nos han enseñado a reprimir esta emoción?
Mi relación con el dolor y la tristeza viene de antes. Nunca he omitido esos sentimientos, los tengo bastante presentes. Lo que sí que pasó en la cuarentena fue que pude afrontar la depresión que arrastraba desde 2019 y pude estar en mí sin tener que justificar mis ausencias. En general, se nos ha educado a reprimir casi cualquier sentimiento que no sea la felicidad. Obvio que compartir lo bueno es muy importante, pero precisamente compartir lo malo tal vez sea lo que más necesitamos porque es lo que más cuesta, el sentirse tan vulnerable y expuesto como cuando muestras algo que te duele.
Crónico tuvo como punto de partida el sentimiento de rechazo a mi piel, pero se desencadenó por una ruptura emocional. Al fin y al cabo, casi nunca tenemos un único foco de dolor. De todas formas, actualmente se ha pasado al otro extremo, normalizando dinámicas que pueden ser dañinas si dejan que nublen todo lo bueno que sí que existe. El dolor y la tristeza pueden ser adictivos, por ello considero importante intentar canalizarlos siempre de alguna manera. En mi caso, me ayuda mucho escribir y utilizar mi propio cuerpo para liberarme, ya sea bailando o moviéndome.
Me parece precioso e íntimo lo que transmites en Presencias, una de tus creaciones que está compuesta de tres piezas de videoarte. En su desenlace podemos leer “el cuerpo es una casa transitoria que no habitamos al completo”, ¿a qué te refieres?
El cuerpo es algo que no llegamos nunca a conocer del todo, y creo que es precioso que así sea. Es importante conocerlo, pero desconocerlo también. Desconocer nuestra mente y nuestro cuerpo da una libertad inmensa para poder reaprender lo que creemos saber. Habitar el cuerpo es habitar el territorio que se nos ha regalado, de lo poco que yo considero como mío. Al no terminar de encontrar mis raíces en ninguna procedencia en concreto, puede que mi cuerpo haya sido un lugar donde he podido enraizar libremente.
La biculturidad también es un concepto que frecuenta en tu obra y en tu persona, y algo de lo que reflexionas en tu nuevo trabajo Origen. Siendo boliviana y española te sentías en una búsqueda de identidad constante. Como humanos tenemos esa necesidad de pertinencia, ¿de qué manera piensas que se acentúa esta sensación viniendo de distintas procedencias?
Desde el propio nacimiento, ya todo estaba dividido. La memoria de mi cuerpo nace con el linaje y la historia de mi madre, por un lado, y de mi padre, por otro. Personas procedentes de realidades completamente opuestas, y que unidas por el amor y el respeto dieron lugar a mis hermanos y a mí. Por lo tanto, ya desde el comienzo de mi vida iba a andar un poco desubicada. Durante mis años de adolescencia ese sentimiento me hacía sentir muy sola porque no tuve a muchas personas que en mi entorno tuvieran dos realidades en su origen. Actualmente, lo veo como algo enriquecedor, con los años he ido conociendo a muchas personas que habitan en ese lugar sin lugar, donde crean sus propias procedencias que van mucho más allá que las marcadas geográficamente.
Respecto a esto, en Origen dices: “El refugio no estaba fuera de mí; era yo misma y los cuerpos-casa con que forman parte de mí. La soledad que sentía y siento en ese lugar es pesada a veces, pero el poder de elección sin los comportamientos ya establecidos, da una libertad incalculable. No encontrar una identidad es también una identidad”. ¿Qué son para ti los cuerpos-casa que mencionas?
El cuerpo-casa está muy relacionado con el concepto del cuerpo-territorio. En la historia de los pueblos originarios de Sudamérica, hablar del cuerpo como un hogar al que se defiende como se defiende la Tierra, es primordial para entender la relación con la identidad y con el feminismo. Para mí, todo está muy unido: el cuerpo, la Tierra y el hogar, que son casualmente los tres capítulos del fotolibro. En concreto en Origen, los cuerpos-casa son todas las personas que me han regalado su intimidad, siendo parte de mis ojos y siendo parte de mi identidad.
En el fotolibro retratas a veintiocho personas de veinticinco procedencias distintas. ¿Cómo supiste con qué modelos contar? ¿Y qué porcentaje de instrucciones hay a la hora de posar? ¿O era más bien libertad creativa de cada unx?
La mayor parte no son modelos, y es algo que sin querer suelo retratar más a menudo. Fueron personas que de forma natural aparecieron en mi camino y con las que sentí que quería contar para el proyecto. Me adapto mucho a lo que me transmite cada persona. Suelo ir con ideas, pero siempre las amoldo al cuerpo de cada una, a sus miedos y sus fortalezas.
Cuando se habla de cuerpos ‘no normativos’ no se suele poner el foco a las personas con enfermedades de la piel. ¿A qué crees que se debe esta invisibilización o desconocimiento?
Hay diferentes factores, pero probablemente el principal es que se suele tomar muy en cuenta el cuerpo en cuanto a sus formas, en cuanto a lo que es más visual y ‘estético’. En cambio, las enfermedades de la piel a veces son silenciosas, y es en el silencio donde a veces cuesta poner la atención. En la fotografía se comparten muchos silencios, y ahí es donde probablemente más se muestra de una persona. Eso sí, para llegar a ese silencio tiene que haber una confianza enorme en la energía del momento, mucho más si a eso se añade posar en desnudo o semidesnudo.
Sabemos que el sector del arte está muy precarizado y que en España se dan muy pocas ayudas, pero ya que tú has visto de primera mano lo que es llevar a cabo proyectos creativos independientes y su posterior presentación, ¿cómo lo has vivido? ¿Qué relación tienes como artista con las redes sociales?
Ha sido difícil; te encuentras muy sola y sin saber qué hacer la mayor parte del tiempo. Lo que me anima a seguir es la propia confianza en lo que me dice el corazón. Si fuera por la propia forma del sector creativo, ya hace tiempo que estaría solamente haciendo fotos para mis amigas y ya. Hay demasiada competencia y es algo que me cuesta entender. Estoy muy acostumbrada a compartir, a alegrarme de que a mí me vaya bien y de que al resto también les vaya bien.
Mi relación con las redes sociales es puramente estratégica y suelo tener la app de Instagram borrada. Las personas de mi entorno ya saben que me puedo pasar largas temporadas en mi ausencia virtual. A veces conviven la realidad física y la virtual, y no creo que una cosa quite la otra, pero en mi caso siento que no me apetece tener que someterme a la adicción con la que se programan, y por ello prefiero intentar controlarlas yo a que sea al revés.
También eres presentadora de Goosebumps, un podcast con Radio Primavera Sound donde juntáis la música con la concienciación del cuidado de la piel. Cuéntanos un poco más sobre cómo conseguís unir estos dos conceptos que de primeras pueden parecer tan dispares.
La unión de las ideas es parte del equipo maravilloso de la radio. Yo entro en la parte creativa para darle mi toque al final, pero la base la fijan ellxs y realmente se está consiguiendo algo muy único. Recién hemos empezado, sin embargo considero que ya se ha conseguido crear una atmósfera y una narrativa potente donde unimos dos pasiones mías como son la música y la piel. Buena parte de mi trabajo como fotógrafa y directora creativa se ha dado en el sector de la música, por lo tanto, al final todo se une.
Por último, ¿qué planes de futuro tienes con respecto a la lucha de la visibilización y sensibilización de temas relacionados con la piel, el cuerpo y la identidad?
Continuar descubriendo y explorando las formas de expresión que encuentre para cada sentimiento y mensaje que quiera transmitir. No me gusta ponerme mucha expectativa, no merece la pena. Todo cambia sin que apenas nos demos cuenta, y confío en lo incierto e inestable que es el camino. Supongo que iré improvisando a base de experimentar con mis sensaciones personales y viendo cómo ello puede tal vez aportar algo en otras personas.
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