Mi colección Artificial Paradises nace de Las Ciudades Invisibles de Ítalo Calvino, libro compuesto por una serie de relatos de viajes que Marco Polo hace a Kublai Kan, emperador de los tártaros. A este emperador melancólico, que ha comprendido que su ilimitado poder poco cuenta en un mundo que marcha hacia la ruina, un viajero imaginario le habla de ciudades imposibles, por ejemplo una ciudad microscópica que va ensanchándose y termina formada por muchas ciudades concéntricas en expansión, una ciudad telaraña suspendida sobre un abismo, o una ciudad bidimensional como Moriana. Lo que el libro evoca no es solo una idea atemporal de la ciudad, sino que desarrolla, de manera unas veces implícita y otras explícita, una discusión sobre la ciudad moderna. Quizás lo que Ítalo Calvino ha escrito es algo como un último poema de amor a las ciudades, cuando es cada vez más difícil vivirlas como ciudades.
Tomando pues la idea de Las Ciudades Invisibles he decidido escribir mis propios capítulos en formato de prendas, recreando alguna ciudad que él describe, pero principalmente creando las mías propias. Cada estilismo representa una de las ciudades, fusionando elementos cotidianos reales con otros más fantasiosos. Con frases como, “es el humor de quien la mira el que da a la ciudad de Zemrude su forma,” el autor nos permite recrear de forma sugerente sus pensamientos. Me interesa también la idea de no darlo todo hecho, que siempre quede algo de misterio para que la imaginación del público pueda volar y acabar de darle forma a la colección. En el fondo, creo que diseño para mí misma, casi como si fuese una terapia personal, una forma de dar respuesta a preguntas tan primigenias como de dónde vengo, qué soy o a dónde voy.