Una desagradable, pero que la recuerdo muy divertida también, fue cuando Dj Peace –un chaval al que traté como si fuera mi hermano durante dos días en Arusha (Tanzania)– me agarraba del brazo para que le diera una propina. La situación era muy violenta y cada vez me apretaba del brazo más fuerte, así que tiré la mochila al suelo, le pegué cuatro gritos y me puse en posición de combate. El pobre chaval se cubría la cabeza mientras me pedía clemencia. No aguanto el trato que algunos locales te dan cuando viajas. Por mucho que estés en un país lejano al tuyo, somos todos seres humanos y el mundo es de todos. Cuando encuentro a un extranjero en mi país intento que esté cómodo y tratarle como a mí me gustaría que me trataran, pero hay gente que no lo tiene claro. A pesar de todo esto Dj Peace está en mi libro fumando dentro de un coche. (Perdona amigo, ¡fue la única salida que vi ante la situación en la que me pusiste!)
La más agradable fue cuando el que luego ha resultado ser mi mecenas, Hans Versluis, el holandés maravilloso que ha pagado todo el libro y la exposición, me ofreció la posibilidad de colaborar juntos. Estábamos en Namibia, en el medio de la nada, cerca de Solitaire, y así sin más me comentó esto: “¿Por qué no hacer un libro juntos?’’ Lo más mágico de todo es que el siguiente retrato que hice fue a dos hermanos que se llamaban Hans y Frans. Ahora Hans Versluis es como mi padre, mi tío, mi hermano y mi mejor amigo holandés. Se lo debo todo y le quiero con toda mi alma.