Cuando fui consciente de cómo las nuevas tecnologías comenzaron a cambiar el modo de comunicarnos mediante las imágenes, decidí llevar mi curiosidad a la pintura y después al video. Creo que no comprendía qué estaba ocurriendo, aunque ahora tampoco lo sé, pero el arte parecía el terreno más adecuado al que llevar las preguntas que me planteaba.
Porque nuestras dinámicas de comunicación están sujetas a las imágenes ahora más que nunca, y a una velocidad tal que siento necesario hacer el ejercicio de detenerme e intentar comprender el papel que juegan estas imágenes. Chantal Akerman decía que se trata del triunfo de las imágenes, que por un lado es algo emocionante pero por otro provoca cierta pena. Yo creo que, más que emocionante o triste, se trata de poner estas dinámicas sobre la mesa y pensarlas a través del arte, con la única intención de comprenderlas.
Nunca ha existido tal competencia. La pintura ha servido como un espacio para llevar las imágenes fuera de sus fuentes de origen y, una vez exentas de sus contenidos, son sometidas a estudio con el objetivo de no acabar siendo nosotros sometidos por ellas.
Al generar un espacio de intersección donde ambos medios se encuentran y retroalimentan, un lenguaje aporta al otro y viceversa.
El contacto con otros artistas, ser espectador de sus procesos y viceversa, ocasionando una re-lectura de mi propia obra, enriqueciéndola. Además, se añaden los soportes que te facilita Hangar como residencia, y también proporcionarme mayor visibilidad.
Sí, hoy en día el espectador es el protagonista de las imágenes que observa, como en la famosa fotografía de Obama y su gabinete observando la Operación Gerónimo: acabamos siendo espectadores de otros espectadores, prescindiendo de la imagen a la que queremos asistir. Ahora este espectador se puede hallar tanto fuera como dentro de la imagen. Creo que el fenómeno selfie es prueba de ello.


La apropiación de estos personajes me sirve para retomar y actualizar contenidos históricos relacionados con la imagen, sea pictórica o de archivo. Un ejemplo es mi proyecto La suspensión de la incredulidad, que revisa la famosa frase “ver para creer” en representación pictórica del Santo Tomás de Caravaggio.
En el pasado, las imágenes ya se manipulaban, como por ejemplo el damnatio memoriae en la antigua Roma o la eliminación de traidores al régimen de Stalin o Hitler en fotografías en las que aparecían. No sé si alguna vez hemos podido confiar en las imágenes. Lo que me interesa es el gran volumen de circulación en formato digital. Es curioso pensar en la aplicación de móviles Snapchat, que consiste en una duración determinada de la foto tras el envío para su posterior desaparición: un desecho de imágenes en pos de obtener nuevas, y así sucesivamente. Esta es una nueva forma de iconoclastia y de iconofília de manera simultánea, que suprime la perdurabilidad de la imagen a cambio de un abuso de su consumo.
Al final creo que toda obra, sea del medio que sea, está expuesta a ser devorada por el mercado del arte.
La experiencia de ArteBA fue muy buena. Me sentí cómodo con el público de Buenos Aires. La gente preguntaba mucho y sentían curiosidad por el contenido de lo que estaba expuesto, el feedback fue muy bueno. Creo que las ferias son el mercado del arte en estado puro, pero teniendo esto claro pude aprovechar el contacto con comisarios y artistas.
En Lima han comenzado a emerger muchos espacios artísticos, además de las galerías de arte, y ambos se han potenciado gracias a un crecimiento económico en los últimos diez años. Sin embargo, aún no hay una inversión en cultura por parte de otro tipo de instituciones como pasa en España. Creo que ambos casos son interesantes en momentos un tanto opuestos; por un lado en Lima hay dinero y cierto foco de atención en la escena artística como no había ocurrido antes, en España en cambio ya ocurrió esto y ahora más bien se están buscando salidas alternativas.
Pintar.








