Puede que leer el concepto ‘electrodocumental’ nos haya dejado curiosos por saber más sobre el trabajo de Sara Rivero. Pero, ¿qué es exactamente? Esta actriz y, por encima de todo, directora, tiene claro que su estilo es experimental y performativo y que el resultado es, sin duda alguna, la recolección de momentos que pueden ir desde un predicador hasta una tarde de rebajas en la Puerta del Sol, tal como vemos en su último electrodocumental, La fe. Hoy hablamos sobre qué la ha llevado aquí, sobre este género, y qué le depara el futuro.
Para los lectores que no te conozcan, ¿puedes presentarte?
Cada vez que me piden que me presente me viene a la cabeza aquel actor de Los Simpson diciendo “Hola, ¡soy Troy McClure! Me recordaran de películas como…” y siempre sentí mucha vergüenza por Troy. Por favor, presentadme vosotros.
Te conocemos como actriz, pero también escribes y has empezado a dirigir. ¿Siempre habías pensado en hacerlo? ¿O es algo que llega con el tiempo?
Me licencié en arte dramático pero, paralelamente, siempre estaba escribiendo o estudiando otras cosas de esas que no sabes para qué sirven, pero sientes que te acercan a algo que tiene que ver contigo. Pasé por la pintura, la danza, y la fotografía. Un día –recuerdo el momento exacto– sentí la necesidad de agarrar todo aquello y ponerlo al servicio de algo más grande que yo; que lo contuviera todo. Fue entonces cuando me marché a la Escuela de Cine de Cuba y entendí que todo tenía sentido, que todo suma y todo puede convivir. A partir de aquí, todo es pasármelo bien.
Acabas de trabajar con Eduardo Casanova, una de las nuevas caras del mundo cinematográfico de España, ¿piensas que proyectos como los suyos están cambiando el mercado de este país?
Eduardo ha ganado el Meliés d’Argent a la mejor película europea, mejor guión en el Latin Beat de Tokio o la mejor ópera prima en Nantes. Y eso, con veintiséis años. Es muy fuerte. Es un autor con una mirada propia y arriesgada, y aunque el mercado suele ir por detrás en lo que a riesgo se refiere, el impacto en el sector audiovisual y en el público ha sido tremendamente fuerte. Trabajar con él ha sido mi mejor experiencia ever.
En tu nuevo corto con este director, Sorry my Love, interpretas a Jackie Kennedy, personaje icónico de la historia. También has interpretado otro tipo de personaje histórico en otras series como Velvet, Isabel o Amar es para siempre ¿En qué se diferencia tu Jackie de estos otros personajes? ¿Has abordado la interpretación de maneras similares o diferentes?
Interpretar personajes históricos (es decir, reales) es una cosa, y a personajes que pertenecen a una época pero que son fruto de la ficción, otra. En personajes como Jackie Kennedy o Marta de Nevares (perteneciente a una película sobre Lope de Vega que estoy rodando ahora mismo), el punto de partida es la investigación histórica y, a partir de ahí, y según las necesidades del proyecto, te acercas a una reconstrucción más o menos flexible. En el primer caso, Eduardo buscaba una Jackie muy poco convencional, así que estudié el personaje en profundidad para después reventar el mito y trabajar con un pequeño poso.
El primer corto que te vemos dirigir es Señora en museo, que parece ser el inicio de una serie, seguido por Señora horticultora. ¿Este ha sido tu inicio en la dirección? ¿Planteaste Señora en museo como el principio de una serie más larga?
La serie Señora no se compone de cortos, son piezas breves fruto de una experimentación muy libre y muy loca con distintas personas con las que me apetecía probar cosas. Señora en museo estuvo ligada a una experiencia de intervención de espacio público, en el Museo Thyssen-Bornemisza, mientras Señora horticultora y Señora panadera se acercan más a la experimentación con el concepto y el lenguaje. Sin premeditación respecto a la forma. Voy descubriéndome de una manera muy libre.
Tus dos ultimas piezas audiovisuales pertenecen a un género que denominas ‘electrodocumental’. Cuéntanos de qué se trata.
Se trata de piezas de base documental pero en las que solo documento el sonido, un sonido que intervengo con música electrónica transformándolo en algo ajeno a sí mismo. En el caso de La fe, se convierte en un temazo, porque es ahí donde se mezclan el discurso externo y el mío. Por otro lado, la puesta en escena tiene que ver con lo performativo, y es donde me vinculo al discurso de una forma más o menos directa. Así a grosso modo, estas son las coordenadas de mi trabajo a día de hoy. Que mañana seguro serán otras, porque todo está muy vivo.
La fe mueve montañas, en tu caso, ¿Qué ha movido en ti esta creencia para que hagas esta pieza? ¿Qué te ha inspirado?
Mis piezas están muy vinculadas a la experiencia. Los textos de los que acompaño los videos, que forman parte de la pieza en sí, describen las circunstancias en las que se produce el encuentro con la idea o el concepto. En este caso, la imagen de un predicador con traducción simultánea en la puerta de Apple en una tarde de rebajas en la Puerta de Sol fue lo suficientemente fuerte como para sacar la grabadora y robar su discurso. La fe contiene esa experiencia. En aquel momento y lugar.
Con este trabajo se notan las ganas de seguir trabajando, ¿hay algún otro proyecto por ahí?
Acabo de terminar mi segundo electrodocumental, Papá cohiba, que grabé en San Antonio de los Baños (Cuba). Mientras tanto continúo trabajando en el guión de un electrodrama con el que llevo casi dos años. Si todo va bien, rodaremos en septiembre. ¡Deseadme suerte amiguitos!