Su obra es algo cruda en la reflexión del ser humano, pero también humorística y real, aunque no es de esos hiperrealismos que corren el peligro de convertirse en algo pueril en el sentido de “mira lo bien que lo hago” –algo que no va con Salcedo–, sino que, como él mismo nos cuenta, es un realismo que funciona sobre todo en las esculturas de menor tamaño, donde muestra alguna imperfección con fallos e incluso con marcas de la herramienta, del mismo modo que juega con la desproporción o se permite alguna licencia –siempre que le ayude en la expresión creativa– sin necesidad de impresionar.
Estudió en la Facultad de Bellas Artes en la Universidad de Barcelona, pero nos cuenta que en algún momento de su vida se torció y acabó haciendo escultura. Después vivió en Inglaterra donde realizó un master en Manchester Metropolitan Univeristy que pudo pagar mientras trabajaba como asistente de Jaume Plensa: “Luego estuve peleando años y años hasta que vi que me podía mantener haciendo lo que hacía. Más o menos me hacían caso y seguí adelante”.
Samuel estuvo en Madrid para participar en el pop up
Theriomorphism II, la cuarta edición de una exposición colectiva comisariada por el artista Okuda San Miguel y organizada por Ink and Movement en la Galería Kreisler. Nos reunimos con el artista para hablar de esa capacidad de transformación del hombre en animal que genera distintas visiones de su identidad, así como de su relación con la realidad que le rodea.