Rodrigo Chaverini, Paulo Fernández y Emiliana Abril presentaban en la Sala Hiroshima de Barcelona, a finales de la semana pasada, su última obra, Ruido. Experimental y poético, este proyecto se deja seducir por el cruce de la danza contemporánea con otras disciplinas artísticas, y pretende sumergir al espectador en una experiencia de sumo despertar sensorial. Ruido es una de las propuestas del Ciclo Oro de la Sala Hiroshima, que quiere dar visibilidad a artistas iberoamericanos potenciando la difusión de su escena creativa emergente.
El pasado viernes en la Sala Hiroshima, los rotundos protagonistas fueron la exploración de distintos materiales, sonidos y movimientos, y el diálogo que estos mantuvieron entre sí. Rodrigo, Paulo y Emiliana, –esta última, bajo el nombre artístico Kinética–, los artistas de esta experiencia visual y sensorial que se encuentra a medio camino entre la performance cinematográfica y la instalación sonora, llegaban desde Chile con esta pieza extrasensorial de formato innovador. Estos creadores han obtenido importantes distinciones, entre las cuales destacan Mejor artista de música electrónica, Mejor intérprete de danza contemporánea y el Premio Especial a la trayectoria en el Festival de Diseño Audiovisual de Valdivia y el EMPAC Dance Movies Comission de Nueva York.

Y con la intención de sumergir al público en un estado hipnótico y sugerente, este juego óptico y sonoro experimenta con el concepto de ruido –el fenómeno del ruido como un sonido erróneo y anómalo–, para desde ahí poder crear distintos efectos abstractos y poéticos. Los artífices de este proyecto han creado un espacio libre de reglas y limitaciones, donde todas las disciplinas artísticas tienen una voz y muchas ganas de hablar. El espectador se convierte en implicado observador de cómo estas disciplinas artísticas se encuentran a mitad de camino y van desarrollando una conversación entre todas ellas, enriqueciéndose unas de las otras. Un estimulante diálogo en el que todas tienen mucho por contarse.
Los tres sois artistas de distintas disciplinas. ¿Cómo os juntáis y cómo nace el proyecto Ruido?
Rodrigo: Con Paulo llevaba trabajando ya diez o doce años en distintos proyectos. Él me invitó a colaborar en un vídeo-danza y Emiliana era quien lo musicalizaba.
Paulo: Nos empezamos a interesar por el formato cinema-danza y por aquello escénico, y finalmente, de esa retroalimentación nació la idea de abordar el ruido desde lo visual, pasando por el cuerpo y por el sonido. Lo conversamos, lo postulamos, lo escribí y Rodrigo lo reinterpretó. Y eso fue lo que condujo a que se llamara Ruido.
¿Qué ha aportado cada uno de vosotros al proyecto más allá de lo técnico?
Rodrigo: Los tres hemos abordado el proyecto desde nuestras respectivas disciplinas. Y solo por eso, la manera de hablar sobre el mismo ya es distinta. Es interesante ver cómo nos referimos conceptualmente a las distintas cosas cuando estamos trabajando y cómo hemos ido estudiando, por ejemplo, y en mi caso, el movimiento desde lo sonoro o lo visual. O cómo Emiliana ha trabajado el sonido como si de una coreografía se tratara. A pesar de tener cada uno una disciplina que nos guía y nos da una base, a todos nos interesan los bordes estilísticos.
Paulo: Estamos dispuestos a cruzar al territorio del otro y que el territorio del otro también pueda traspasarse al nuestro. Los ejercicios se vuelven interdisciplinarios de manera natural.
Rodrigo: Y siempre ha habido espacio para la crítica y la comunicación. Buscamos ese dialogo entre las disciplinas para ver cómo van conversando.
¿De dónde nace la curiosidad por la exploración e incorporación de distintos materiales?
Rodrigo: Como trabajamos desde lo visual, ya sabíamos que necesitábamos soportes en ese sentido. Fuimos explorando, buscando muchos materiales, viendo cuál encajaba mejor. Mucho ensayo y error.
Paulo: Probamos cada material viendo cómo se desplaza, qué velocidad tiene, etc.
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Ruido es una simbiosis entre lo tecnológico y lo análogo, entre la innovación y las soluciones artesanales.
Rodrigo: Como no teníamos director teatral, fue un proceso creativo muy experimental, de ahí esta mezcla. Nos inspiramos en otros proyectos reutilizando otros materiales. Se trata de ir viendo cómo va funcionando cada material con el movimiento, las proyecciones y el sonido.
Emiliana: Tuvimos muchos momentos para explorar y debatir sobre cada cosa que conforma la obra. Tuvimos, también, el espacio y tiempo suficientes para estudiar realmente cada uno de los materiales, profundizar sobre ellos y ponernos de acuerdo, que tampoco era fan fácil. Por suerte tenemos gustos y formas de trabajo que nos facilitaron mucho la experiencia. Y al final logramos una obra que a los tres nos gusta y que es capaz de representar lo que hace cada uno.
Este aspecto también debe influir a que ninguna de vuestras representaciones de la obra sea igual que la anterior, aunque lo tengáis perfectamente estudiado al detalle.
Paulo: Es una decisión artística y estética el hecho de que nosotros mismos, como artistas, seamos los técnicos de la obra. No trabajamos con especialistas específicos o diseñadores teatrales y demás técnicos, sino que nosotros realizamos la técnica. Y en esa técnica más artesanal también encontramos un discurso.
Rodrigo: Y con esto también estábamos creando un sistema. Solo nosotros, como construimos cada espectáculo dependiendo de cada sala, entendemos cómo funciona.
Emiliana: Todas las salas son distintas, y por eso tenemos que estudiar cómo nuestro mecanismo se adapta a cada una de ellas.
Emiliana, tú eres la artista sonora de la obra, y en este caso, estudias y juegas con la insistencia sonora.
Emiliana: Realmente fue una premisa para los tres. La investigación tenía que ver con insistir en un material y analizar cómo este afectaba al público. Estaba acostumbrada a hacer piezas más armónicas, con más musicalidad. Pero con este proyecto vi que se tenía que trabajar desde la insistencia, la repetición, para que a partir de ahí puedan ir apareciendo nuevas cosas. De lo monótono nacen efectos sutiles como texturas que van modificando la pieza.
Paulo: Tanto en lo sonoro como en lo visual o performático, todo tiene que ver con el ingreso a un estado fisiológico. Estudiar cómo te afecta o induce un sonido a sumergirte en un espacio, cómo te afecta emocionalmente. Ver cómo esa insistencia, al espectador inmerso en este espacio, le acelera el corazón, le afecta a la visión, etc. Someterse a un estado de tensión es una cuestión muy fisiológica.
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El espectador está constantemente recibiendo estímulos. No se trata de un público ajeno.
Emiliana: Queremos que se tenga una experiencia, que la gente se sumerja en estos estados. En la primera performance de la obra hay frontalidad, pero después esta frontalidad desaparece y todo te sumerge dentro de la obra, y ese efecto no te suelta. Este es el nexo que se establece con el público, que está todo el rato en esta cápsula de sonido y luz. Queremos que se viva desde dentro.
Paulo: Como es una obra instalativa, es capaz de relacionarse con el espacio de la galería, pero también lo hace con el espacio escénico desde más adentro.
Rodrigo: Siempre que hago una pieza creativa me pregunto cómo se comparte esta exploración y cómo se configura en el tiempo. Hay una intención de dirigir esta experiencia y quiero saber hasta dónde la puedo extender.
Esta insistencia hace que el público esté involucrado, atento, incluso inquieto. ¿Se pretende crear una atmósfera de tensión general y compartida?
Rodrigo: Sí, por eso justamente es una performance en vivo y no un vídeo. Queremos que el público se pregunte, ¿cuánto tiempo más se va a prolongar esto?
¿Y qué dificultades encontráis al trabajar en vivo y a tiempo real con piezas de este tipo?
Rodrigo: Como decía antes, nosotros construimos un sistema, y ese sistema está siempre al borde del fracaso (risas). Es tenso, estamos siempre manipulando y reconstruyendo los materiales y demás objetos. Estamos en un estado de atención constante.
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¿Qué reacciones veis o percibís en el público tras ser sometidos a este estado de inmersión y exploración del ruido como concepto? ¿Cuáles son las interpretaciones que se hacen?
Paulo: Hay interpretaciones muy diversas. Hay gente que tiene lecturas muy personales. Desde especialistas en arte hasta personas sin vínculos artísticos, todos tienen experiencias interesantes. El rango de opiniones es muy diverso, y justamente por eso, muy enriquecedor.
Rodrigo: Y en ocasiones son experiencias muy narrativas, de principio a fin, con desenlace y todo.  Emiliana: Una vez un tipo nos dijo, ‘No entendí nada, pero me encantó’. Hay comentarios muy especiales.
Al hacer algo abstracto, al final, se le otorga al espectador la oportunidad de la libre interpretación.
Rodrigo: Cada uno tiene su experiencia personal y es totalmente distinta a las demás. Es enriquecedor ya que, sea como sea, de algún modo, sabemos que llega al público.
Ruido no parece ser una obra especialmente reivindicativa o políticamente involucrada, hasta que al final de la obra aparece el mensaje, ‘En Chile se están violando los derechos humanos’. ¿Cuándo decidís incorporarlo?
Emiliana: Es lo que nos está pasando. Más allá del tipo de obra que estés mostrando, es super importante visibilizar este problema. Si tenemos la oportunidad de lanzar un mensaje en una sala en otro país, hay que hacerlo. Sin ser oportunista y sin que se convierta en parte del discurso de la obra, hay que hacerlo. Hay que decirlo.
Paulo: Es imposible ser ajeno a la causa. Está demasiado presente.
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