Si piensas que el movimiento de tu muñeca al lavarte los dientes es irrelevante, te equivocas. La artista Rosana Antolí es capaz de convertir cualquier gesto del día a día en una coreografía, una performance o un vídeo. Artista pluridisciplinar con una carga conceptual muy fuerte, Rosana insiste en que la emoción en su trabajo es primordial. Y es que después de grabar decenas de movimientos cotidianos por el East End de Londres, crear una performance que critica y denuncia las Antropometrías de Yves Klein, o hacer que la gente diera besos al vacío mientras escuchaba instrucciones sobre cómo hacerlo en una habitación roja, se puede afirmar que la obra de Antolí no deja a nadie indiferente. 
Para los que no te conozcan, ¿podrías presentarte brevemente?
Mi nombre es Rosana Antolí. Soy artista y trabajo varias disciplinas como el vídeo, la pintura, la escultura y el performance. Ahora mismo vivo a caballo entre Londres y la ciudad en la que esté preparando un proyecto o exposición en ese momento.
En tu statement de artista afirmas que tu práctica “busca la combinación de la coreografía, el arte y el día a día”. ¿Qué quieres decir exactamente con eso?
Mi trabajo se focaliza en el entendimiento del movimiento en relación con las artes visuales, en buscar una poética en las acciones de nuestro día a día, en la repetición y en la absurdidad, y en el ser capaz de escuchar y observar la coreografía que nosotros y los objetos realizamos cotidianamente, así como la relación entre todos estos elementos. Al trabajar durante años puedes definir mejor qué es lo que estás investigando y a que estás respondiendo porque, muchas veces, esa búsqueda tiene un componente muy instintivo, al menos en mi caso. Yo vengo de la pintura y considero que siempre tengo una aproximación pictórica en mi práctica artística, aunque el formato que esté trabajando sea performance, escultura o vídeo. La pintura, para mí, es una forma de entender un todo.
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Se nota que todas tus piezas han sido profundamente pensadas y meditadas antes de salir a la luz, y que llevan tiempo de preparación. ¿Sigues algún ritual, o vas a algún sitio en particular para poder pensar en tus siguientes obras o pasos?
Cada obra esconde un proceso complejo detrás, y la metodología de trabajo sí que la puedo entender como un ritual donde sé que unos elementos e ideas van a estar transformándose constantemente durante el proceso creativo hasta llegar a la pieza final. Dependiendo del proyecto, también cambian la localización y el contexto de su producción. Me gusta trabajar in situ, así que cuando tengo proyectos internacionales traslado mi estudio temporalmente a esa ciudad. Cuando los proyectos son en España o muy grandes en cuanto a producción, entonces me retiro a mi estudio de las montañas en Alcoy para trabajar en mejores condiciones. Por ejemplo, ahora, para preparar la exposición individual Rock It que tuve en Galería Espai Tactel, la feria de arte ARCO en Madrid, el premio Generaciones, y el vídeo del premio BBVA, me fui a aislar allí.
Como vemos, tu arte es muy conceptual e incluso complejo. ¿Te preocupa que haya gente que no lo entienda, o a la que no le llegue tu mensaje?
Nunca me ha preocupado que no pueda entenderse; sólo me he preocupado de comunicar y de producir una experiencia que genere inquietud y emoción, que sea coherente conmigo. Me gustan los caminos que ofrecen algún mínimo reto, aquellos a los que cuesta un poco más llegar. Mi trabajo tiene una gran parte conceptual detrás, pero la emoción es primordial.
A veces, haces que el público sea partícipe activo en algunas piezas y acaben actuando en ellas. ¿Qué esperas conseguir de la gente al hacerlo?
Me gusta crear situaciones en las que invito a que el público, libremente, se note parte de la pieza para crear un flujo de movimiento y un carácter de incertidumbre que me apasiona. Las referencias de Cunningham, Kaprow y Cage son evidentes en este sentido, pero revisitándolos 50 años después.
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En algunas performances también cuentas con otros artistas que colaboran en la pieza. ¿Cómo y por qué decides añadir a más personas en tus obras? ¿Y qué criterios usas para seleccionarlas?
Cuando trabajo el performance necesito conocer a las personas con las que lo voy a hacer porque se crea un vínculo de colaboración intenso entre ellas y yo. Las acciones que trabajamos con los performers son sencillas, pero requieren de mucha implicación mental y corporal. Por eso en Londres, durante estos años, suelo contar con el mismo grupo de gente que, dependiendo del proyecto, ya sabe cómo es mi nivel de exigencia y de trabajo, y yo también sé cómo hacer que el proyecto crezca con ellos. Cuando trabajo en otras ciudades, esta parte performativa funciona más con el método ensayo-error. Lo bueno es que al cabo del tiempo ya tengo, dependiendo del lugar, a colaboradores que conocen mi trabajo y metodología, y eso es fundamental para conseguir un resultado más sólido y coherente con la intención del mismo.
En una de tus obras más recientes, Virtual Choreography, hablaste con decenas de habitantes del East End de Londres para conocer sus movimientos cotidianos y los grabaste. ¿Cuál era el objetivo de esta obra?
Virtual Choreography es el primer registro online de gestos en el mundo. El objetivo es crear una red de gestos que han sido previamente grabados en vídeo. Estos gestos han sido descontextualizados y repetidos hasta el sinsentido durante un minuto. Este trabajo tiene como referencia las One Minute Sculptures, de Erwin Wurm, que luego se transforma en One Minute Social Choreography. Los movimientos diarios de los participantes se vuelven absurdos; al coger conciencia de los mismos y volverlos a ejecutar repetidamente se les desprovee de su poder social, y las jerarquías de poder se vuelven obsoletas. El término ‘coreografía’ se democratiza, ya que todo el mundo que se mueve se convierte en bailarín. Hay una noción de intercambio dentro del trabajo: intercambio entre la cámara y el performer, entre yo como artista y los colaboradores, y el intercambio literal de los movimientos en la ciudad. 
Según tengo entendido, el proyecto no se queda sólo en la capital británica, sino que quieres llevarlo en otras ciudades y países. ¿Cuáles has elegido y por qué?
Este es un proyecto de duración ilimitada que ha sido presentado en Londres y se irá moviendo por otros países. Estoy abierta a llevarlo a cabo en otras ciudades, y por ahora estamos cerrando lugares dependiendo de la invitación o propuesta para este 2017. Te puedo adelantar que ya está cerrado para presentar en Madrid, este junio, en la exposición Cuando los cantos nos diluimos, comisariada por María Montero en la Sala de Arte Joven de Madrid.
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Además de ser una obra colaborativa por naturaleza, has creado una página web open source en la que todos podemos ver estos gestos que, paulatinamente, irán a más. ¿Cómo de importante crees que es la integración de las nuevas tecnologías en las disciplinas artísticas más tradicionales?
Siempre tiene que haber un equilibrio entre Apolo y Dionisio para que la obra sea interesante. Si la tecnología es una parte muy importante de nuestro día a día, lógicamente afectará al arte que se va produciendo, y este evolucionará.  Hay que entender la tecnología como material y concepto, y no como excusa. La página que trabajamos se llama Virtual Choreography, y cualquiera que lo desee puede formar parte de este archivo online y subir su minuto de gesto en repetición.
Como nos has dicho, trabajas la performance, la pintura, el vídeo y la escultura. ¿Hay algún medio con el que no te hayas atrevido todavía, pero con el que te gustaría experimentar?
Me gusta ser capaz de tener bastante vocabulario para poder trabajar, y hay muchos lazos con las disciplinas que utilizo ahora que me quedan por aprender. Estoy en un momento en el que me interesa más profundizar en lo que hago que intentar abarcarlo todo, así que, ahora mismo, más que atreverme con un medio nuevo, me gusta desarrollar los que ya estoy trabajando. Suelo trabajar sola la mayoría de las veces; lo que sí es cierto es que tengo un grupo de gente que trabaja conmigo la parte de edición de vídeo, sonido o fotografía desde hace años. Si tuviera que elegir un medio con el que me gustaría experimentar más sería el sonido con relación a mi práctica. Es por eso que, cuando trabajo con músicos, intento involucrarme lo máximo posible y buscar lenguajes comunes.
Recientemente has expuesto en sitios muy potentes como la Royal British Society of Sculptors en Londres o la Fundació Joan Miró en Barcelona, además de la trayectoria internacional que ya llevas a los hombros. ¡El futuro tiene muy buena pinta! ¿Cómo te gustaría estar dentro de cinco años?
Continuando más y mejor, por supuesto.
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