Sí, sin duda nuestras exposiciones tienen un carácter doble. Desde un punto de vista, como tú has dicho, experiencial: de repente estás en un gabinete de lectura que insinúa un gabinete libertino y dices, “qué cosa más bonita, qué extraño”. Eso te apela a interesarte por el tema. Toda la exposición está montada como si fuera un set de cine en el que hemos construido espacios de una manera muy básica y de repente hay unas cosas muy preciosistas y unos acabados que te cuentan historias. La idea de es que el propio espacio –la materialidad del espacio, que es de lo que hablamos también en la exposición–, actúe sobre ti, te seduzca. Esta exposición, más que ninguna, tenía que seducir. Para mí, lo fundamental es que cuando la acabes salgas un poco transformado, aunque hayas hecho una visita muy rápida o no te haya interesado todo, pero que digas “aquí hay algo que me ha hecho pensar”. En este caso sería hacer pensar en cómo vivimos la sexualidad y qué espacio le dedicamos –y, por supuesto, qué tiempo le dedicamos a nuestro deseo, que es muy importante.