Los historiadores sabemos que la suma de las pequeñas historias escribe la gran Historia. La huella que han dejado nuestros antepasados a través de la transmisión oral o con documentación escrita, nos ayuda a conocer y a interpretar mejor el relato de las sociedades. Es importante recordar que la historiografía es el registro escrito de la historia y de la memoria de la humanidad. El término proviene del griego ‘historiográphos’, de historia, y ‘gráphos’ de la raíz de ‘gráphein’, escribir. O sea, el que escribe la historia. Las fuentes documentales son imprescindibles para el estudio y el análisis de la historia escrita y por ello es fundamental su conservación y archivo. Reyes Milá y Ana Pujol, historiadoras y buenas amigas, se aliaron para recuperar del olvido documentos inéditos, incluso para sus propietarios, que pueden dar luz a nuestra historia reciente. A paso lento pero seguro, crearon PapeLeo y hoy su plan funciona a la perfección. Con suma discreción y buen hacer, han conseguido abrir archivos inaccesibles para los historiadores y han revalorizado el patrimonio documental de familias que, a mi juicio, tienen mucho que aportar al relato que queda por escribir de la historia contemporánea española. Os aviso: su pasión por recuperar la memoria de papel es contagiosa.
La vuestra, es la historia de un reencuentro...
Reyes Milá: Totalmente, nos conocemos desde hace mil años... Las dos estudiamos Historia en la Universidad de Barcelona, pero no coincidimos en el mismo curso. Después Ana se dedicó a la cooperación internacional y yo me quedé aquí trabajando en la televisión, en el Grec y en proyectos culturales, hasta que un buen día nos encontramos y recuperamos la idea de hacer algo juntas sin saber muy bien qué. Las dos habíamos ordenado alguna biblioteca, en mi caso recuerdo haber ayudado a una profesora mía a ratos perdidos y acababa de desmontar el despacho de mi padre. Entonces dijimos: ¿Por qué no nos ponemos en serio ya que estamos rodeadas de gente que tiene papeles? Empezamos a vislumbrar juntas la posibilidad de quitarle ese trabajo engorroso a la gente cuando heredas un archivo o una biblioteca. Y nos pusimos a buscar un nombre.
¡Un nombre bien definitorio!
Reyes Milá: Después de darle muchas vueltas, PapeLeo siempre emergía porque resume exactamente lo que hacemos. Una vez le habíamos dado el marco a lo que queríamos hacer y a lo que nos veíamos capacitadas, consultamos con algunos historiadores y nos animaron a seguir. Nos ayudó mucho decidir el nombre de PapeLeo, un nombre bien común, pero nos parecía que de una manera muy casera nos ayudaba a entender lo que hacíamos. Nos pusimos a pensar y a dar voces hasta que tuvimos la inmensa suerte de que a través del Colegio de Archiveros nos encargaron ordenar el archivo de un arquitecto. Algo que parecía sencillo nos tomó un buen tiempo de trabajo para quitar el polvo de la paja, separando documentos familiares de los profesionales. Justo después de este primer trabajo, nos llamaron de un archivo muy importante en Igualada.
Ana Pujol: En ese caso, hicimos el primer orden porque nos encontramos con documentos de los siglos XVI y XVII que metieron en sacas para salvarlos durante la guerra. Cuando se hizo la reestructuración del castillo, salieron esas sacas mordidas por las ratas, y nos dedicamos a organizar el contenido cronológicamente pero sin archivar los documentos.
Reyes Milá: ¡Fue apasionante! Además, el lugar era muy bonito... Parte del archivo estaba guardado en armarios del siglo XVIII preciosos y era una pena que no pudieran enseñarlo a familiares y amigos por el estado en el que estaba. Nosotras ordenamos una buena parte y les hicimos un planteamiento más ambicioso que al final no pudo ser.
Hilvanar la documentación de una familia, me parece todo un ejercicio de arqueología…
Ana Pujol: También hemos organizado el archivo de una bodega en el sur de España que ha recuperado una uva que había desaparecido con la filoxera del XIX. Como herramienta de marketing querían que les hiciéramos un estudio histórico sobre a qué lugares había llegado esta uva malagueña. Podía ser que las hubieran llevado misioneros a California, o militares a Rusia, además de otras posibilidades que encontramos en la documentación que guardaban.
Reyes Milá: Nos hicimos especialistas en la España del siglo XVIII aprendiendo de una forma divertida. Ana es más seria que yo (risas), tiene un lado más académico, y por suerte nos compenetramos mucho y lo pasamos muy bien juntas.
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¿A quién os dirigís?
Reyes Milá: Siempre suelen ser personas que han oído hablar de nosotras o con las que tenemos alguna vinculación y de momento no se acaban (risas). La verdad es que se lo ponemos muy fácil, en el sentido de que siempre presentamos un planteamiento de trabajo inicial y a partir de allí el cliente decide. Recientemente, hemos organizado el archivo de mi tío Miguel Milá antes de cederlo al Museu del Disseny de Barcelona. Hicimos un primer vaciado para que los archiveros del museo siguieran la labor.
Ana Pujol: Los del museo estaban encantados porque se lo habíamos dado todo clasificado. Decían: ¡Ojala que todos nuestros donantes hicieran lo mismo!
Reyes Milá: ¡Imagínate el material que había después de 50 años de profesión! También fue un trabajo bien bonito.
¿Qué os mueve a dedicaros a esto y no a otra cosa?
Reyes Milá: Estamos en esto porque no en vano nos sale el lado de historiadoras que tenemos. Nuestra misión es que no se tiren papeles que con el tiempo aportan un conocimiento importantísimo sobre el pasado. ¡Cómo nos gusta a todos ir a un archivo a buscar documentación y encontrarla!
Ana Pujol: En el trabajo que estamos haciendo actualmente, ojalá se hubieran guardado todos los papeles... Nos hubiera facilitado mucho recomponer todo el pasado familiar de nuestro cliente.
¿Cómo explicáis la importancia de preservar la documentación de toda una vida?
Reyes Milá: En España, la Guerra Civil, fue muy sangrienta en este sentido. La gente quemó todo por el pánico al Franquismo, aunque hubo gente que no lo hizo, pero se destruyó mucha documentación. Nosotras siempre decimos que antes de tirar nada nos llamen, aunque sea “gratis et amore” si es necesario, pero que nos dejen echar un vistazo por si tiene valor. ¡Es importantísimo! En este país, los archivos en serio empezaron a constituirse después de la muerte de Franco. El Arxiu Nacional de Catalunya, y todos los demás, tienen 35 años...
Ana Pujol: Siempre explico que cuando estaba haciendo la tesina antes del doctorado, fui al Archivo Histórico Nacional en Madrid a buscar una documentación. Me dijeron: si te atreves a entrar allí... Me metí en una habitación llena de sacas más o menos como las que encontramos en el castillo de Igualada. ¡En el Archivo Histórico Nacional!
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¿Cómo ha influido vuestra formación como historiadoras a plantearos este proyecto?
Reyes Milá: Recuerdo que cuando estudiaba Historia, ordené una biblioteca de una casa pairal que más tarde han utilizado historiadores de primer nivel. Me quedaba allí sola, pasando un miedo que me moría, haciendo fichas con un delantal del colegio que todavía guardaba. Debía tener veinte años... Después, las dos, hemos hecho trabajos muy activos pero de repente nos ha venido una época zen (risas). Pero el motor de PapeLeo es que no se pierda la historia común de familias y personas. ¡Hemos ido al Arxiu de la Diputació de Barcelona y es espectacular lo que encuentras! Se ha hecho un trabajo de preservación excelente. Hay un caso que se puede nombrar: el señor Eusebi Güell Bacigalupi, que fue el gran mecenas de principios de siglo XX, un industrial como la copa de un pino que se alió con Gaudí e hicieron el Palau Güell, el Park Güell, la cripta Güell… ¡No hay archivo, Sergi! A tenor de lo que debía tener, comparado con mi abuelo que era un personaje discretísimo.
Ana Pujol: En la planta baja del Palau Güell, donde estaban los despachos, el administrador y la biblioteca, no queda nada, todo ha desaparecido y nadie de la familia sabe lo que ha pasado. En la época se hacían copias de todo: de la carta que mandaban y de la carta que recibían. Sabemos que tenía tres secretarios para gestionar su correspondencia.
Reyes Milá: Durante la Guerra Civil, el Palau fue tomado como cuartel. Ayer le decíamos a una historiadora, piensa en la vía francesa... Igual se lo llevó todo y el archivo está guardado en la Sorbonne.
¿Vuestro interés por la Historia, os ha ayudado a comprender mejor los acontecimientos históricos recientes?
Ana Pujol: Creo que sí, sabiendo de dónde venimos, entiendes mejor lo que pasa actualmente.
Reyes Milá: La Historia, como la Arquitectura, te ayuda a disfrutar de los lugares que visitas cuando viajas... Yo estudié Historia no porque me interesara especialmente sino porque me gustaba tener una visión más amplia, tener un contacto directo con la universidad que me alimentara, conocer a profesores que me pudieran aportar y me enseñaran caminos. Ana se ríe de mí porque siempre digo que una de las cosas que nosotras tenemos y no es muy habitual, es sentido común. Tenemos más o menos conocimientos, más o menos habilidades, pero somos muy assenyades (risas).
Ana Pujol: ¡Tú lo que tienes es un piquito de oro!
Reyes Milá: No, que va, somos personas muy sensatas, discretas, y bastante buldózer, insistentes y constantes, pero no abarcamos más de lo que podemos e informamos siempre de hasta donde podemos llegar. No somos nada vendedoras de humo... Cuando te vas haciendo mayor, te das cuenta de que la ilusión es importantísima y además tenemos un bagaje que nos ha enseñado muchas cosas. Si tienes ganas e ilusión, ¡qué más puedes pedir!
¿Qué recordáis de los años en la universidad, en un momento políticamente convulso y de grandes cambios sociales?
Ana Pujol: Yo recuerdo a profesores estupendos pero la imagen más presente es la de ir corriendo delante de los grises embarazada de mi hijo, cruzando la Diagonal de una facultad a la otra y vomitando en todas las esquinas. Aún recuerdo el sonido de cuando bajaban con escudos y empezaban a dar porrazos indiscriminadamente. Siempre había algún compañero que aparecía dos días más tarde con un ojo hinchado porque se lo habían llevado a comisaría y le habían dado una sarta de palos...
Reyes Milá: O cuando tenías que mover lo que sea para sacar a un compañero del calabozo, o nos cambiaban de la central a los barracones de Pedralbes que eran un horror. Se organizaban asambleas continuas, pero a la vez había mucha actividad académica. Recuerdo el día que mataron a Puig Antich. Fue brutal. ¡Tomé conciencia de la importancia de la política! Sin ella caemos en manos de... ¡Ríete de las tarjetas black! El ser humano es insaciable.
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¿Erais conscientes de que vivíais un momento histórico?
Ana Pujol: Yo te tengo que reconocer que seguramente me metía en movidas porque era joven, más que por convencimiento. Sinceramente. ¡Hasta me divertía! En mi caso, era más por inconsciencia que por consciencia de lo que estaba pasando.
Reyes Milá: Yo al contrario, porque en mi casa se vivía la lucha antifranquista muy intensamente. En la hora del café nos reuníamos con mis primos y tíos y los jóvenes compartíamos toda la información de lo que ocurría en la universidad y era fantástico porque te sentías como el cartero del zar, mientras que nuestros familiares mayores hacían la guerra por otro lado. En mi casa tenían muy claro que el régimen tenía que acabar lo mejor posible, pero teníamos que salir de allí.
Platón decía que hay que preservar las ideas y los enciclopedistas abogan por la transmisión de la cultura escrita. ¿Por qué debemos preservar la memoria documental?
Ana Pujol: Es bastante obvio... Date cuenta de que en una guerra, lo primero que queman son los documentos históricos. La memoria histórica es fundamental para la vida de las personas y para un pueblo, la prueba es que es lo primero que destruyen.
Reyes Milá: Desde que aparece la cultura escrita existe un relato de lo cotidiano que nos acerca mucho más a la verdad. Una verdad individual que te aleja de los populismos y de ideas preconcebidas. Ir a buscar las fuentes históricas es imprescindible. Nos parece tan importante el trabajo que tantas personas han hecho anónimamente archivando y guardando papeles, que cuando vas a bucear en él son tan trascendentes los datos que aporta que es una maravilla. Lo primero que hacemos con nuestros clientes es intentar convencerlos de que el archivo que tienen es importante. Solamente por el hecho de tenerlo, ya tiene importancia. Y a todo el mundo le gusta que se lo digan ya que siempre hay un antepasado que es el que lo ha hecho. Por respeto a él y a un trabajo muy laborioso que muy poca gente hace, hay que preservarlo. Y además es una gran herencia para ti y para el prestigio de la familia. Los anglosajones en esto no tienen nada que ver. Los americanos lo guardan todo, lo enseñan todo, consideran que todo es importante, y los ingleses han archivado desde siempre. Las grandes familias cuentan con archivos catalogados desde hace siglos, y nosotros no. Igual que cortamos un árbol con aquella tranquilidad, tiramos los archivos, no importa nada. En mi casa tengo fama de tirar y les digo: sí claro, ¡porque estoy rodeada de gente que lo guarda todo! (risas). Pero una cosa es tirar según que y otra cosa es saber lo que tiras. Los españoles tenemos muy poca tradición en ese sentido.
¿Cómo establecéis la relación de confianza con el cliente?
Ana Pujol: Creo que de una manera muy natural, siempre desde la discreción que es lo que le da tranquilidad.
Reyes Milá: Sobre todo con discreción y serenidad. Se establece una relación de intimidad porque te van contando cosas que necesitas saber para ordenar mejor o para saber bien lo que quieren.
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¿Cual es el método que empleáis para ordenar un archivo?
Ana Pujol: ¡Tampoco se trata de seguir el método de archivística de la Biblioteca Universal! Separamos los libros por temas, por nacionalidades, por autores o por orden alfabético. Abrimos fichas para cada libro y de esta manera el cliente sabe cuantos libros tiene de historia, filosofía, novela policíaca... En general nos piden un orden lógico.
Reyes Milá: Siempre entramos para apagar un fuego (risas). Entonces es cuando aparece la necesidad de archivar mejor los papeles familiares y nosotras les guiamos. Hay gente que quiere un orden muy personalizado. Como decía Borges: “El orden de una biblioteca es infinito”. Hay archivos que tienen un orden muy simple.
Removiendo papeles pueden salir sorpresas tipo cartas de amor, dinero oculto o un testamento. ¿Hay alguna anécdota curiosa que podáis contar?
Reyes Milá: De momento no nos ha pasado, pero si seguimos trabajando a este ritmo, ¡nos pasará seguro! 
En vuestra web recogéis una cita genial de Borges que describe perfectamente lo que hacéis: “Ordenar bibliotecas es ejercer de un modo silencioso el arte de la crítica”. ¿Podéis comentarla?
Ana Pujol: La escogimos por debilidad por Borges... ¡Es una verdad como un templo! Depende de como organices tu biblioteca, estás haciendo un ejercicio crítico. Exactamente igual que los que colocan comida en los estantes de los supermercados. Cuando entras en una casa, te puedes hacer una idea clarísima de quien es esa persona por su biblioteca.
Reyes Milá: Nuestra generación lee menos, pero ahora se ha extendido la idea de que la sabiduría no solo está en los libros. Tú métete en el metro y… ¿Qué llevamos en la mano? ¡El móvil!
¿Qué relación tenéis con los libros?
Ana Pujol: ¡Es algo casi carnal! Tocar un libro, rodearte de ellos, me producen una sensación de sentirme protegida... Casi inexplicable.
Reyes Milá: A mí me impresiona ir a casa de amigos y ver que no tienen ni un libro. Considero que leer es importantísimo. Poder meterte en el punto de vista de otra persona, igual que viajar, si puedes, o salir de tu casa y compartir el conocimiento. Te hace ser una persona más respetuosa, tolerante y sobre todo te aporta conocimiento. Además, el libro como objeto, es muy bonito.
¿Ha cambiado el valor que damos a lo antiguo, a lo vivido, o por el contrario creéis que la cultura de usar y tirar nos lleva al desastre total?
Ana Pujol: Estamos en la cultura de lo efímero, el usar y tirar entra dentro de eso. Hoy en día todo tiene que ser tan rápido que está reñido con la profundidad. De todos modos, no todo es negativo. Gracias a internet, la cultura y el conocimiento llegan a rincones del mundo donde hace unos años hubiera sido impensable.
Reyes Milá: ¡Pero es que este sistema económico esta basado en el consumo imparable!
¿Nos ayuda a vivir medianamente bien la prisa permanente, la no reflexión?
Ana Pujol: Creo que básicamente crea mucha frustración. Te compras el último modelo de teléfono y a los pocos meses ya ha salido uno nuevo. La sensación es de que nunca llegas y que no hay fin.
Reyes Milá: Si muerdes ese anzuelo... Yo morderé muchos, pero ese por suerte no, pero por una cuestión de carácter. Nuestro trabajo nos distancia mucho de eso. Cuando teníamos 30 años trabajábamos muchas horas dedicados a lo que hacíamos, seguramente no tan rápido como ahora porque no teníamos la inmediatez del móvil. A mí me preocupa que se pierda la escala humana en lo que hacemos. Lo observo en gente joven ¡que vive estresada! Cuando todos tenemos electricidad, abrimos un grifo y sale agua, tenemos lavadora, ascensor...
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¿Escucháis voces que reclamen otra manera de tomarse la vida, de ralentizarla?
Reyes Milá: Hay muchas voces discordantes de peso en las redes que empiezan a decir: “Yo he abandonado Twitter, he dejado Facebook, o me he trasladado a vivir al campo porque me he dado cuenta de que tenía una adicción que no era sana”. ¡Imagínate llegar a eso!
Ana Pujol: Fíjate en las relaciones como son, a base de Whatsapp... Eso sin duda dificulta tener una relación más profunda con alguien.
Dentro de unos años habrá que crear un PapeLeo 2 para archivar todos los Whatsapps que nos hemos mandado a lo largo de la vida…
Reyes Milá: (Risas) Eso no sé si nos tocará a nosotras... De momento tenemos la suerte de que archivamos papel que existe todavía.
La japonesa Marie Kondo, autora del libro súper ventas La magia del orden dice: “Las habilidades que construyes cuando aprendes a ordenar tu casa pueden influir en el resto de tu vida de muchas formas positivas”. ¿Estáis de acuerdo?
Reyes Milá: ¡Yo se lo digo a mis hijas, pero no me acaban de entender! 
Ana Pujol: Nosotros somos ocho hermanos y creo que la única ordenada debo ser yo. Al ser ordenada, nunca he tenido que hacer orden.
Reyes Milá: ¡Es mucho más cómodo y te ahorras un trabajo! Como decía mi tío: “Yo soy tan vago, que quiero tener todas las cosas ordenadas porque me niego a ocuparme de ellas”. El orden se considera como algo que no vale para nada, una tontería, es una palabra que tiene una connotación peyorativa clarísima, cuando te hace la vida mucho más agradable. Es como tener tu biblioteca esparcida por la cocina, o por las habitaciones... Me parece incómodo y demuestra muy poco cariño hacia tus libros. Entramos, otra vez, en lo de lo efímero. Parece que como todo lo es, da igual.
Kondo defiende que la vida empieza cuando tienes tu casa en orden...
Reyes Milá: ¡Caray! Ordenar quiere decir tomar conciencia y conocer lo que tienes. Y tenerlo puesto de una manera que puedes acceder a ello fácilmente. Además de utilizarlo tú, pueden utilizarlo otras personas si hay un código común. Yo no dejo la sartén en un sitio diferente de mi casa para que todos se vuelvan locos buscándola. Hay unos códigos que se respetan. Con PapeLeo hemos detectado lo felices que están nuestros clientes cuando ven el resultado de nuestro trabajo, porque les da un enorme descanso. Cuando la escritora se refiere a poner la casa en orden, pienso que cada uno interpreta el orden en las casas o en las bibliotecas a su manera. He ido a casa de gente que vive rodeada de caos y me parece imposible que pueda pensar o hacer nada, y lo creo, ¡es imposible! En cambio hay gente que se maneja en el caos estupendamente.
Ana Pujol: ¡Los italianos, sin ir más lejos!
El caos puede ser muy creativo...
Ana Pujol: ¡Por eso son tan creativos los italianos! ¡No te quepa la menor duda!
Reyes Milá: Lo que pasa es que la palabra caos es muy atractiva cuando eres joven y el orden parece que es para los mayores, y yo reivindico el orden como camino para poder compartir con más gente cosas en común. Y eso me parece necesario porque lo demás es tu caos, en el que no puede entrar nadie más. De hecho, cuando a cualquier persona de cualquier edad le interesa algo, lo tiene clasificado, ordenado y controlado.
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Me habéis citado en la librería +Bernart, contadme como surgió la idea de abrir una librería en un momento en que la lectura tiene tan poco reconocimiento social.
Reyes Milá +Bernat es la historia de una pasión de la que soy socia con otra mucha gente y es la historia de Montse Serrano que es librera desde hace 35 años, que llegó a serlo por casualidad, pero básicamente es una persona que adora los libros y que tiene una gran facilidad para conectar con la gente y aconsejarles. ¡Algo muy importante! Cuando quiso crecer y tener una librería un poco más grande, necesitaba socios. Fue entonces cuando un grupo de gente ayudamos a ampliar el negocio porque nos gusta leer, creemos que la lectura es sanísima para la mente de cualquiera y te aporta un divertimiento y un conocimiento maravilloso sencillamente con una lámpara y una silla.
Ana Pujol: Además, en esta librería se ha creado un entusiasmo que se contagia. Hay un ambiente muy singular...
Reyes Milá: Montse tuvo la idea de poner el café, y eso ayuda a que entre todo tipo de gente a desayunar, a comer, o a merendar y aquí estamos, luchando... No es una librería atiborrada de libros como otras que hay, porque al final somos una librería de barrio, pero tiene un buen programa de actividades, presentaciones de libros e incluso hacemos ediciones especiales. ¡Hoy empezamos la Universidad Clandestina! Pero ya sabes, somos un pueblo poco lector y cuesta vender libros.
¿Es esta la sociedad que habíais imaginado cuando estudiabais en la universidad?
Reyes Milá: ¡Qué difícil! Porque además somos unos privilegiados por vivir en este país, en Europa, y porque hemos tenido la suerte de leer, de tener una familia y de tener un trabajo.
Ana Pujol: Hemos venido a este mundo con la mochila bastante llena. ¡Seamos sinceros!
Reyes Milá: A mí no me gusta ver el exceso de consumo y que todas las facilidades que nos dan como seres humanos las convirtamos en negativo. Leía el otro día que en Japón hay centros de desintoxicación digitales para chicos de 15 y 16 años, que me pareció deprimente a tope. Yo defiendo que las cosas hay que ganárselas trabajando.
¿Sois optimistas respecto al futuro incierto?
Reyes Milá: Yo sí, primero porque hay que ser optimista, porque ser pesimista es horroroso, aburridísimo y tristísimo... ¡El hombre se ha metido en muchos berenjenales y siempre hemos salido! Hay movimientos apasionantes y gente que hace cosas geniales. Vemos avances interesantísimos en contra de este afán consumista y de que no nos puedan los bancos y no nos pueda el dinero, pero hay que saberlos encontrar. Se hacen cosas maravillosas entre gente implicada en movimientos políticos y sociales.
Ana Pujol: Todas las épocas tienen sus cosas buenas y sus cosas malas. No es verdad aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Hay que recordar que la humanidad nunca ha vivido tan bien como ahora.
¿Creéis que siguen siendo las mismas de siempre las causas por resolver?
Reyes Milá: Seguimos con la cultura de la guerra, que me parece del siglo XVII... La voracidad del ser humano es infinita y ese sigue siendo el principal problema. Pero es bueno recordar que en Europa hemos creado una sociedad del bienestar que es impresionante. He estado hace dos meses en Senegal y dices: ¡madre mía!
Ana Pujo: A mí me parece fundamental la educación, con todo lo que conlleva de cultura y libertad personal. Muchas lacras de este mundo, se solucionarían universalizando la educación. Y si te educan en los valores de la solidaridad y la igualdad entre todos, serás una persona mucho más libre.