El Palazzo Ducale en Génova, A Piscina do Parque Lage en Río de Janeiro, La Tabacalera en Madrid e incluso el Hôtel Salomon de Rothschild en París, donde crearon la escenografía para Martin Margiela con ocasión de la París Fashion Week. El recorrido de este colectivo barcelonés es innegable. Penique Productions ha intervenido en una larga lista de espacios arquitectónicos siempre con la misma premisa: conceder una nueva identidad a un lugar a partir de un balón hinchable que se expande y lo invade todo hasta sus límites. La sencillez del material contrasta con la magnitud y la belleza de una obra que es totalmente inofensiva y pacífica en lo que a la conservación del entorno se refiere. Una modificación del espacio que explora las relaciones entre el lleno y el vacío y que no deja indiferente a todo aquel que tiene la oportunidad de adentrarse en ella.
Hace ya diez años del nacimiento de este proyecto. Contadnos, ¿cómo fue el inicio de Penique Productions y la idea de las instalaciones inflables efímeras?
La primera instalación nació en Facultad de Bellas Artes de la Universitat de Barcelona, en una disciplina en la que teníamos que presentar un proyecto. Yo (Sergi) no tenía nada, así que me senté en clase y me quedé escuchando las propuestas de mis compañeros. Cuando ya llevaba un rato escuchándolas pensé: “Voy a hinchar un globo en la sala y así, cuando mis compañeros vengan a entregar sus trabajos, el mío estará ocupando la sala y no podrán hacerlo”. Con esta premisa me puse manos a la obra: empecé a investigar materiales y a buscar soporte técnico para realizar la pieza con la condición de que tenía que ser algo económico ya que, como estudiante, no contaba con grandes recursos.
Recuerdo que, después de dar bandazos por las hipótesis más descabelladas, el inicio de la solución me la dieron unos muñecos hinchables en el Camp Nou que se hinchan cuando el Barça marca un gol –aunque también los había visto en algunas gasolineras. Muñecos que en la base tienen un ventilador y aberturas en los brazos; cuando la presión es suficiente, los brazos se extienden liberando el exceso de aire para volver a doblarse y contener el aire hasta el siguiente hinchado, generando un movimiento regular como si de una danza se tratara.
A partir de esta referencia hice el primer hinchable, del tamaño de la sala que iba a intervenir, y, al instalarlo, me di cuenta de que podía introducirme por el agujero del ventilador. Me di cuenta de que desde dentro era mucho más interesante que la propuesta invasiva que estaba persiguiendo; el proyecto había cambiado. Al presentar el proyecto invité a mis compañeros a adentrarse, todavía por el agujero del ventilador, a la sala del aula que había sido reinterpretada a partir de ese artefacto amarillo que lo cubría todo. Así nacía la primera intervención, Espai 1.
En relación al colectivo, siempre creí que todo acto creativo es colectivo así que decidí que buscaría un nombre artístico que contemplase esa condición. Por otro lado, el hecho de que ya en la siguiente instalación mi amigo Pablo Baqué creyera en el proyecto y quisiese formar parte de él me empujó a continuar trabajando y a convertirlo, con la ayuda de tantos otros, en el Penique Productions que conocemos hoy.
Recuerdo que, después de dar bandazos por las hipótesis más descabelladas, el inicio de la solución me la dieron unos muñecos hinchables en el Camp Nou que se hinchan cuando el Barça marca un gol –aunque también los había visto en algunas gasolineras. Muñecos que en la base tienen un ventilador y aberturas en los brazos; cuando la presión es suficiente, los brazos se extienden liberando el exceso de aire para volver a doblarse y contener el aire hasta el siguiente hinchado, generando un movimiento regular como si de una danza se tratara.
A partir de esta referencia hice el primer hinchable, del tamaño de la sala que iba a intervenir, y, al instalarlo, me di cuenta de que podía introducirme por el agujero del ventilador. Me di cuenta de que desde dentro era mucho más interesante que la propuesta invasiva que estaba persiguiendo; el proyecto había cambiado. Al presentar el proyecto invité a mis compañeros a adentrarse, todavía por el agujero del ventilador, a la sala del aula que había sido reinterpretada a partir de ese artefacto amarillo que lo cubría todo. Así nacía la primera intervención, Espai 1.
En relación al colectivo, siempre creí que todo acto creativo es colectivo así que decidí que buscaría un nombre artístico que contemplase esa condición. Por otro lado, el hecho de que ya en la siguiente instalación mi amigo Pablo Baqué creyera en el proyecto y quisiese formar parte de él me empujó a continuar trabajando y a convertirlo, con la ayuda de tantos otros, en el Penique Productions que conocemos hoy.
¿Cómo es el proceso de llenar un espacio una vez elegida la localización: estudio del lugar, montaje, etc.?
La localización es el inicio de todo y parte indisociable del resultado, y a partir de esta es de dónde vienen todas las demás elecciones. Se hace un proyecto específico para el lugar, se construye –normalmente en otro espacio, ya que es interesante trabajar en uno grande, diáfano, limpio y cubierto– y se transporta hasta el lugar para ser instalado, hinchado. Posteriormente se construyen las entradas que, para suerte de los visitantes, dejaron de ser realizadas por el agujero del ventilador. En el momento de escoger un espacio hay que tener en cuenta una serie de cuestiones técnicas y formales, aunque después de estos diez años, nos atrevemos con casi todo.
Vuestra obra tiene una condición muy plástica, lo cual se ve acentuado por el uso monocromo del color, la textura del material y el juego de luces y sombras. Todo esto crea una atmosfera mágica, hechizante e irreconocible para el ojo humano, que se encuentra con una realidad que no había experimentado antes. Cuando empezáis con un proyecto, ¿podéis anticiparos y predecir el resultado final, o también os sorprende a vosotros mismos?
Sí, normalmente sabemos por donde irá el resultado, pero nos gusta probar cosas nuevas, encarar nuevos desafíos y, con ellos, surgen los imprevistos y las sorpresas. Por ejemplo, nunca habíamos trabajado con la temperatura que alcanzamos en el interior de la instalación de A Piscina do Parque Lage. En pleno verano de Rio de Janeiro el aire del globo no pesaba, con lo que el hinchable quería irse volando y se hacía muy difícil controlar la presión. Un ingeniero lo calcularía y quizás lo descartaría, nosotros lo hicimos y lo mejoramos en la siguiente.
Podemos decir que nuestro método no es un método precavido. Es científico en la medida en que es prueba-error, pero no hacemos grandes estudios previos con los que calcular los riesgos para evitarlos. Nos gusta forzar los materiales y probarlos en situaciones para las que no han sido pensados. Una de las cosas buenas de trabajar en el mundo del arte es que te permite investigar y puedes evitar mostrar los resultados que no te interesan. Numen for Use o Mark Jenkins, por ejemplo, han llevado el celo a otro nivel. Las cosas hay que probarlas.
Podemos decir que nuestro método no es un método precavido. Es científico en la medida en que es prueba-error, pero no hacemos grandes estudios previos con los que calcular los riesgos para evitarlos. Nos gusta forzar los materiales y probarlos en situaciones para las que no han sido pensados. Una de las cosas buenas de trabajar en el mundo del arte es que te permite investigar y puedes evitar mostrar los resultados que no te interesan. Numen for Use o Mark Jenkins, por ejemplo, han llevado el celo a otro nivel. Las cosas hay que probarlas.
Al ser las instalaciones totalmente performáticas, ya que intervienen el lugar, el tiempo, el contacto con el cuerpo, etc. ¿Consideráis que la obra adquiere significado y se completa cuando el público entra en escena e interviene con el espacio?
¡Sin duda! Nosotros instalamos la obra y solo insistimos en la idea de que es un hinchable en la medida que es un objeto que se ha expandido hasta relacionarse con la arquitectura. En cuanto a significado, la obra es abierta y es el espectador quien, a través de la experiencia de la obra en relación con su ‘equipaje’, la significa. También nos gusta mucho el momento del hinchado y estamos trabajando para que el público participe, también, de esta experiencia.
En las instalaciones utilizáis balones inflables que actúan como una segunda piel de los espacios. Vuestro sello de identidad está muy definido. ¿Os habéis planteado experimentar con otros materiales para obtener nuevas percepciones?
Sí, seguimos probando. Si no habéis visto nada más es porque quizás no nos ha salido como querríamos.
¿Y trabajar más allá de la arquitectura, realizando las instalaciones en espacios naturales, por ejemplo, como vuestros principales referentes, Christo & Jeanne-Claude?
Estamos muy abiertos a ello. Al fin y al cabo, necesitamos una arquitectura que contenga el hinchable con la que se relacionará pero esta estructura no tiene por qué ser construida. Quizás si está hecha por la naturaleza no se le puede llamar arquitectura… Lo que no nos interesan, por lo menos por ahora, son los espacios abiertos. Queremos que la obra tenga su lugar.
¿Cómo fue trabajar para un evento de tales magnitudes como es la semana de la moda de París para el mismísimo Martin Margiela?
No fue un proyecto fácil pero fue un proyecto muy bonito. En primer lugar por el evento en sí –la semana de la moda de Paris–, pero sobre todo por poder trabajar y colaborar con un cliente que entiende perfectamente lo que haces y te quiere por eso. ¡Alquilaron un palacio para que lo cubriéramos!
Vuestro arte es efímero. Me preguntaba si el apogeo de la instalación es el momento de desmontarlo todo, cuando la infraestructura regresa a su estado original y desaparece para siempre la identidad temporal que le habíais concedido.
Todo es efímero, incluso la propia arquitectura en la que trabajamos un día perderá su uso y tendrá otro o simplemente desaparecerá. El tiempo es una condición, lo que nos interesa es la experiencia. ¿Apogeo? Todo el proyecto es parte de la experiencia: desde escoger el espacio hasta la producción, la intervención, el público, los registros, etc. Nos gusta trabajar con lo local, desde los proveedores hasta los colaboradores. Cuando fuimos a México nos quedamos un mes. Siempre que se puede, nos gusta vivir la región, la cultura, las costumbres, la historia, y conocer a los otros artistas locales, hablar, pensar con ellos. Eso también forma parte de la arquitectura. Quizás poder establecer estos puentes es lo más bonito del proyecto.
Si solo pudierais hacer una instalación más, ¿qué lugar erigiríais?
¿Solo una más? ¿Como una obra maestra? Esta pregunta es como preguntarle a alguien sobre qué experiencia le gustaría tener en la vida, como si hubiera una experiencia reveladora que le pudiera dar sentido. Me acuerdo de una retrospectiva de la obra de Ives Tanguy en la que la exposición terminaba con la última obra que había producido. En sus obras ‘flotan’ unos elementos en un espacio onírico donde establecen relaciones entre ellas y el vacío mientras que, en la última obra, todos los elementos estaban encajados, caídos, ocupando todos los huecos hasta el horizonte. Me sorprendió mucho cómo el artista consiguió hacer de toda su producción una obra única.
Supongo que nosotros haríamos la instalación siguiente buscando e investigando como siempre y, así, hasta que el tiempo se acabe. Por otro lado, tenemos nuestros deseos, como todos. Nos gustaría instalar en el Palacio de Cristal de Madrid, en el espacio de la base del Museu de Arte Moderno de Rio de Janeiro, en el lucernario del Guggenheim de Nueva York o, últimamente vengo pensando en catedrales en ruinas como el Convento do Carmo de Lisboa o la Tintern Abbey en Gales. Veremos…
Supongo que nosotros haríamos la instalación siguiente buscando e investigando como siempre y, así, hasta que el tiempo se acabe. Por otro lado, tenemos nuestros deseos, como todos. Nos gustaría instalar en el Palacio de Cristal de Madrid, en el espacio de la base del Museu de Arte Moderno de Rio de Janeiro, en el lucernario del Guggenheim de Nueva York o, últimamente vengo pensando en catedrales en ruinas como el Convento do Carmo de Lisboa o la Tintern Abbey en Gales. Veremos…