A lo largo de un año entero, Paul Gaffney caminó más de 3.500 kilómetros con el objetivo de explorar visualmente la idea del camino como forma de meditación y transformación personal. El resultado es "We make the path by walking", una serie de imágenes silenciosas que evocan la experiencia de estar inmerso en la naturaleza y guían al espectador a través de un recorrido en el que el paisaje marca sutiles cambios internos y psicológicos. Un trabajo –nominado en la última edición del Photobook Festival de Kassel– con un punto misterioso, alimentado por los versos de Machado.
¿Cómo nació este proyecto?
Digamos que empezó a tomar forma en 2009, poco después de mi primera meditación Vipassana, una experiencia que resultó un aprendizaje a la vez intenso y muy inspirador. Me impuse a mí mismo el reto de crear un proyecto sobre esta antigua técnica y pasé más de un mes en un centro especializado de Inglaterra. Allí tomé una serie de imágenes de los interiores del centro y las zonas de paseo para sugerir el camino que atraviesa una persona que medita durante uno de esos cursos. Ese mismo verano recorrí 800 kilómetros del Camino de Santiago por primera vez y la experiencia me afectó de una forma muy parecida. Esto sembró en mí la idea de hacer un proyecto que reflejara el viaje interior que ocurre durante la meditación y pusiera de manifiesto esa sensación de consciencia de lo que te rodea a la que puedes llegar cuando caminas largas distancias.
"We Make the Path by Walking" captura la esencia de un viaje y, sin embargo, no se parece en nada a un diario de viaje.
Me di cuenta muy pronto de que no quería crear una especie de diario personal, así que más que simplemente documentar mis propias experiencias durante el camino quise crear imágenes que más tarde pudiese colocar juntas para, de alguna manera, capturar la esencia del viaje y formar un paisaje narrativo. Me pareció mucho más potente dejar las cosas abiertas a la interpretación y que fueran otras personas las que trasladaran sus propias experiencias al proyecto.
¿Sentiste mucha presión durante el viaje sabiendo que tenías un proyecto en mente? ¿Condicionó el proyecto tu forma caminar?
Es verdad que me puse a andar con el propósito de llevar a cabo un proyecto fotográfico que acabara siendo un libro, pero también fue una buena excusa para tirarme unos meses caminando entre 30 y 40 kilómetros diarios. Pero sí, hubo muchos momentos de tensión entre el hecho de estar realmente presente y vivir el momento y el querer capturar la esencia de todo aquello. Viéndolo en perspectiva me doy cuenta de que al principio luchaba constantemente por encontrar mi camino artístico, así que paraba cada dos por tres para sacar fotos. A medida que iba pasando el tiempo todo se volvió mucho más natural y el proceso comenzó a ser algo más intuitivo.
¿Cómo gestionaste el hecho de que los aspectos técnicos de fotografiar interrumpieran el proceso de meditación?
Hay algo muy meditativo en el ritmo lento que se establece al andar, y cuando paso largos periodos caminando en la naturaleza siento una sensación de conexión única con lo que me rodea. Pero cuando te detienes, sacas la cámara y haces el encuadre o tomas decisiones sobre lo que crees que va a ser buena imagen, tu mente se impone otra vez y pierdes muy rápido esa conexión que te hizo parar.
Estas fotografías están tomadas en el Camino de Santiago, una ruta mundialmente conocida y cargada de significado. Sin embargo, son lugares que parecen no pertenecer a ninguna parte. Tú eres irlandés, ¿por qué elegiste esta ruta y no otra? ¿Hasta qué punto te afectó que fuera una ruta con tanta historia?
Muchas de las razones por las que escogí rutas del Camino de Santiago fueron prácticas. No hay ningún otro lugar en el mundo, al menos que yo sepa, en el que exista una red tan extensa de rutas de larga distancia. Esto me permitía viajar ligero de equipaje, porque sabía que siempre me toparía con un sitio en el que dormir. Además, los senderos están muy bien marcados, así que no tenía que pasarme todo el día con la cabeza metida en el mapa y podía concentrarme en el entorno. Y luego está la cantidad de gente interesante que te vas encontrando, claro… Pero el tema principal del proyecto era darle más importancia al camino que al destino y enfatizar que puedes apreciar tu entorno con independencia de dónde estés, por eso era crucial que se tratara de imágenes que podían haber sido hechas en cualquier sitio. También me di cuenta de que si mencionaba que habían sido tomadas en el Camino de Santiago, la gente inmediatamente empezaría a verlas con sus propias ideas preconcebidas, más que a las imágenes por ellas mismas.
Este trabajo ha supuesto para ti un acercamiento muy intenso a la naturaleza que, sin embargo, resulta leve al espectador. Son paisajes que, por decirlo de alguna manera, no pesan.
Cuando me puse a editar el trabajo me centré en cómo las imágenes debían reflejar un cierto estado de ánimo y el reto estaba en cómo vincularlas entre ellas para crear una sensación de flujo y cambio. Quería dar la sensación de progresión en el libro, que empieza con escenas más espesas, llenas de maleza, con obstáculos… y a medida que avanzas el sendero se va abriendo y empiezas a ver más horizontes. Quería aludir a un proceso interno de cosas que se desentierran y con las que tienes que arreglar cuentas y seguir hacia adelante… El objetivo era crear una experiencia íntima para el espectador y el diseño del libro jugó un papel importante también.
¿Cómo fue el proceso de selección de las imágenes? ¿Siguen un orden cronológico o has buscado una conexión psicológica entre ellas?
El proceso de edición era una parte muy importante del proyecto y me llevó bastante tiempo. La secuencia final de 40 imágenes es el resultado de descartar entre miles y utilicé diferentes técnicas de secuenciación, edición y diseño. Hay imágenes, como las de caminos y senderos, por ejemplo, en las que se invita al espectador a que conecte con el paisaje, a que participe en la experiencia y se pregunte a dónde lleva ese camino, mientras que otras imágenes son utilizadas para crear una sensación de pausa y ser más conscientes de cada detalle que te rodea. Así que, aunque hay algunas secuencias en el libro con varias imágenes que pertenecen a una misma etapa, su disposición no es cronológica.
"We make the path by walking" fue nominado para el premio internacional Photobook Award 2013 de Kassel. ¿Qué significó para ti esta nominación?
Es un libro autoeditado y yo mismo me he encargado de la promoción y la distribución, así que no me vino nada mal un poco de visibilidad. Ser nominado a un premio desde luego ayuda a las ventas y también hace que empieces a sonar en el mundillo. Lo mejor de autopublicarse es que puedes mantener un control total sobre todas las decisiones creativas como el diseño, el orden de las fotos o incluso elegir el papel que te guste. Siempre es un riesgo trabajar solo, sin el apoyo de un editor, pero también es un camino por el que se están decidiendo cada vez más y más fotógrafos. Y aunque en un principio subestimé la cantidad de trabajo que llevaba, al final sin duda ha valido la pena.
¿En qué proyecto estás trabajando ahora?
Actualmente estoy haciendo un doctorado en fotografía en la Universidad del Ulster, en Belfast. Mi investigación se centra en cómo nuestra actitud occidental típica hacia el paisaje se basa en las teorías estéticas del siglo XVIII de la experiencia perceptiva, en la que se seleccionaba una pequeña parte del mundo natural y se objetivaba, se representaba y se convertía en un fragmento de naturaleza enmarcada. Este enfoque tradicional no encaja con mis propias experiencias artísticas y me he acercado a otras teorías del paisaje y la estética en busca de métodos y herramientas que pueda aplicar de forma práctica y me ayuden a encontrar un modo más intuitivo de trabajar con el paisaje. Es un proyecto que me va a tener ocupado durante bastante tiempo pero espero poder presentarlo la próxima primavera.
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