El estudio de diseño y centro de operaciones de la marca de ropa y accesorios Kling y de su hermana pequeña Clean, es uno de esos lugares maravillosos en el que nada más entrar descubres algunas de las razones de su éxito: el buen ambiente de trabajo y el espíritu creativo de los que forman el equipo. “Ser una marca independiente y sin mayor pretensión que mantener nuestra forma de entender el arte y la moda, creo que nos ha hecho un hueco en los armarios”, nos cuenta su fundador y director Papo Kling. Lo cierto es que, en pocos años, han logrado crear un universo propio consiguiendo ir más allá de ser solamente una marca de ropa y convirtiéndose en una filosofía de vida que se mantiene fiel a su estilo temporada tras temporada.
Llevo años reflexionando sobre esto y siempre llego a la misma conclusión: el poder trabajar con un equipo increíble de profesionales y haber tenido la fortuna de que confiaran en mí en su momento y que lo sigan haciendo a diario. El resto, sin lugar a dudas, es todo mérito de ellos.
Hay una especie de aversión a lo clásico. Parece como si todo debiera ser moderno y asusta la velocidad con la que las ideas envejecen y la obsolescencia de las cosas parece imparable. Hoy en día todo tiene que ser nuevo y novedoso, y el Mercado Fuencarral, que alguna vez gozó de todo ello, perdió ese halo hace años y su identidad desapareció.
Lo más importante para nosotros es la coherencia. Coherencia es llevar las ideas más allá de lo instantáneo. Tener tatuado el rumbo y defenderlo frente al mercado, sin pelearte con él pero resaltando un discurso propio. Experimentar, innovar y poder tener el lujo de equivocarnos todo el tiempo también forma parte de nuestra forma particular de aproximarnos a la moda.
Soy optimista respecto a esto. La gente es perezosa pero no es estúpida, y les costará asumir que la calidad y el valor son más interesantes que la cantidad, pero terminará sucediendo. Y cuando desaparezca esa presión por ofrecer productos baratos en cantidad, el cambio aflorará solo. El futuro está, sin lugar a dudas, en el valor de las cosas y, aunque en España tardemos más en aceptarlo, es solo una cuestión de tiempo. La gente empieza a comprar menos cantidad de objetos pero mejores, es más inteligente y más sostenible. El low cost tiene los días contados.
Lo que más me ha influido no es tanto el origen si no el hecho de ser inmigrante. Emigrar acarrea una infinidad de problemas, es cierto, pero al mismo tiempo es muy liberador en muchos aspectos. Dudo mucho de que hubiese asumido la mitad de los riesgos que asumí en estos años de no haber sentido que no tenía nada que perder y que valía la pena incluso si fracasaba. La desaparición del miedo escénico y la ausencia de referentes a quienes demostrarles algo, suelen dejar a un individuo a solas consigo mismo. Si el desafío es exclusivamente personal, las posibilidades de fracasar suelen reducirse.
Somos un poco atípicos en nuestra forma de trabajar. No tenemos horarios, la gente entra y sale según sus necesidades, no se controlan las horas de llegada ni los días por vacaciones. Cada uno tiene sus obligaciones y se hace cargo de las responsabilidades que ello implica. Personalmente intento que todo el mundo haga, arriesgue, tome sus propias decisiones y decida lo que crea que es mejor. Muchas veces nos equivocamos y es genial que así sea, de hecho nos pasa todo el tiempo, todos los días. Lo único que está prohibido es equivocarse dos veces con lo mismo.
Creo que quienes trabajamos en Kling compartimos una visión común en lo que hacemos, una forma de entender e interpretar el mundo y la estética de lo que nos rodea. Intentamos decodificar símbolos, signos y señales y hacerlos llegar más allá de las paredes de nuestro lugar de trabajo. Cuando lo logramos, la sensación es que algo mágico está sucediendo.
Hemos tenido varias ofertas y propuestas en estos años para desfilar. Si bien nunca es posible descartar algo del todo, personalmente creo que los desfiles y las pasarelas están obsoletas. Preferimos los fashion films, los editoriales, las campañas y todo lo que nos permita generar nuestra propia propuesta estética sin necesidad de presentarla en un formato que, creemos, no nos pega en absoluto.
Desde los orígenes de Kling hemos estado colaborando con artistas y la marca ha crecido rodeada de ellos. Es parte de nuestro ADN. Las relaciones que se basan en la admiración mutua suelen ser honestas y creíbles y el Tea&Cake es una especie de residencia de artistas que enmarca estos vínculos. Apoyar el arte y a los artistas en general nos parece tan básico que no concebimos Kling sin ello.
Ruby Star es en un work in progress diario. Semestralmente seleccionamos las mejores notas, entrevistas y colaboraciones para luego imprimirlas en la revista física. En cada edición nos cuesta más dejar fuera cosas y, la revista, es cada vez más grande, con más colaboraciones, más secciones y también ¡más cara! (risas). Está 100% hecha a pulmón por el equipo creativo y sin ningún tipo de ingreso por publicidad. Así y todo nos parece mucho más interesante tener una revista sobre lo que nos atrae, sobre el universo estético de Kling, que un catálogo publicitario que solo te muestra unos cuantos looks para que compres.
Muchas veces le preguntamos a la marca qué prendas podrían tener cabida dentro de la colección. Hay muchas cosas que nos interesan hacer, una línea de estilo que queremos explorar a diario y que se nos aleja un poco de lo que es Kling. Incluso aunque esté perfectamente emparentada y conviva en total armonía, creíamos que debía tener su propia habitación en nuestra casa. Y así nació Clean, un proyecto del que somos todos muy fans y que está dirigido por nuestro director creativo Adrian Gonzalez-Cohen.
Mis padres siempre me alentaron a olvidarme del dinero y a perseguir lo importante. Más inspirador, imposible.
Imposible adelantarlo, pero en la primavera del 2015 tenemos pensado armar algo de lío (risas).