Nos abre la puerta su creador, Felipe, con una pequeña mancha verde flúor en la cara de lo que se adivina como pintura de spray o grafiti. Viste un delantal salpicado, de profesor o de científico apasionado por los descubrimientos que realiza en su pequeño laboratorio diseñado ad-hoc para darle vida a sus creaciones. Una atmósfera que él mismo define como cuqui e inquietante: mobiliario de mármol y metacrilato con una iluminación que consigue crear sombras y mucho movimiento, así como una disposición abierta a luz natural capaz de proyectar distintos colores.
Felipe sabe cómo dar valor a su producto y así lo ubica para potenciarlo y romper con lo convencional, como las plantas que abandonan sus macetas para vestir el techo a modo de satélites, las ensaladas de ambrosía, las bases enganchadas a la pared que evocan la cornamenta de un animal e incluso en el packaging, con unas cajitas en forma de ataúd que envía desde el corazón del distrito de Conde Duque a toda España: “Va en este soporte hexagonal, que es como una maletita, con un vaso de plástico y una esponja para que vaya bebiendo agua todo el día. Como el repartidor ve el plástico y lo que hay dentro, tiene mucho cuidado. Nunca he tenido ningún problema”.
Si a uno le aplicaran el test de Rorschach saldría de aquí bastante preocupado, ya que no dejamos de ver Aliens, Chukys y princesas Leia por todas partes. “Ahora, por ejemplo, estoy haciendo coronas funerarias para vivos. Me da coraje que la gente se gaste ese dineral en un centro que se va a destruir. De repente le quieres regalar una corona a tu novio basada en Star Wars; yo te la hago divina, súper espacial y asequible y, en vez de verla como algo fúnebre, lo ves como una ventana a otro mundo en medio de tu salón que te va a durar siempre”.
Orquídea Drácula desmonta cualquier tipo de cliché floral: ¿por qué regalar solo cuando estás enfermo y no regalar porque sí? Felipe nos cuenta que eso no se hacía y era aburrido: “Como San Valentín, que me parecía un rollo. Lo que hice fue buscar una pareja muy intensa como Drácula y Mina e hice un Anthurium (anturio) de color azul que luego pinté de rojo y en un corazón cortando metí una rosa blanca. Los dos personajes bebían de una probeta con témpera roja y la rosa se iba poniendo roja poco a poco. Simbolizaba cómo Mina sucumbía a Drácula. Me apetecía algo diferente y romper con lo tradicional, pero siempre con una base elegante y con sentido. Puede ser una locura pero está hecho sobre una pieza de porcelana maravillosa. Si todo fuese locura me quedaría en nada. La fórmula es esa”.