Cuando hablas con Núria Graham no te sientes muy lejos de su esencia. De fondo suena Blue in Green, de Miles Davis. Su naturalidad es hasta descarada y secante. En cambio ella es sencilla, agradable y cándida. Lo tiene todo para que te la creas. Cuando hablas con Núria te transportas a Connemara (Irlanda), en una casa en frente del mar. Su baqueta y las cuerdas de una guitarra son su escudo hacia un mundo que, por ahora, la ha recibido gratamente. Dice que madurar no está entre sus planes, que solo quiere aprender. No es extraño que su mundo favorito sea el de Julio Cortázar y sus Historias de cronopios y famas. Dice que una vez versionó Ashes To Ashes y que el alma de David Bowie se coló entre la melodía.
Desde tus comienzos se te ha definido de muchas formas, pero ‘joven promesa’ se repite constantemente. ¿Cómo se convive con la sensación de crear tantas expectativas?
Supongo que la única manera de convivir con esto es no teniendo muchas expectativas contigo mismo. Se tiene que ser autoexigente (tampoco mucho) pero desde dentro y para autocomplacerte; los de fuera, al fin y al cabo, importan una mierda. Tampoco creo que el hecho de ser joven genere más expectativas, simplemente es un factor que, aunque es positivo, añade presión. La edad al final es solo una anécdota, y va pasando y ya está.
A Núria no le gustan las etiquetas, ¿pero con qué te identificas musicalmente?
Me identifico con los músicos y las personas libres. No siento que pertenezca a nada en concreto, me inspiran mis amigos y también otras personas como Annette Peacock, Miles Davis, Kate Bush; gente que hace lo que le sale de los cojones básicamente.
Eres irlandesa y vigitana. ¿Estas hecha de las dos culturas?
Depende de lo que consideres que es la cultura vigitana o irlandesa, porque todo es extenso. Pero sí. Yo nací en Vic, he vivido siempre en un barrio más bien feo –pero que me encanta– en las afueras de la ciudad. Soy nieta de andaluces que emigraron aquí. Mi madre catalana se fue a Irlanda y conoció a mi padre de casualidad, se enamoraron, y vinieron aquí. Y luego nací, también todo de media casualidad. Irlanda es mi segunda casa y hay algo muy fuerte que me une a ella. La sensación de pertenecer a dos sitios siempre te hace sentir que no acabas de estar nunca en tu lugar, y esto me ha influido en mi manera de ser supongo.
A los seis años ya tocabas la guitarra. ¿Cuál es tu primer recuerdo o encuentro con la música?
De pequeña siempre escuchaba música por casa y supongo que ya me generó interés en aquel momento. Siempre me han interesado los ritmos. Han sido muchas jams con mi padre picando con las manos. Somos unos pesados. Mi padre también toca la guitarra. Él me ha enseñado a John Martyn, ya me hablaba de afinaciones abiertas de la guitarra hace años. Es mi primera influencia. La música siempre ha formado parte de mi vida pero nunca me planteé nada hasta más tarde. Era una niña dispersa y había días que quería ser arqueóloga, o historiadora, o vendedora de colchones, o actriz, yo que sé. Al final, de manera natural, me acabé dando cuenta de que lo único que se me da bien y me hace feliz es crear música.
Hemos oído que un día te levantas escuchando C Tangana y te acuestas con Miles Davis. ¿Qué te aporta cada género, cada sonido?
Creo con firmeza que es muy importante estar abierto a todo, pero también ser una persona crítica. Para ser crítico o tener tu propio gusto es necesario estar informado. A mí todo me parece interesante, tanto lo que ocurre ahora como lo que ocurría en los años 70, 30 o antes de cristo. Todo es importante y todo ha influenciado. Escucho todo tipo de música y esto queda allí, en algún sitio de la cabeza, y luego sale lo que sale.
Tu nuevo álbum se titula Does It Ring a Bell? y no has dudado en confesar que se trata de un disco sanador, terapéutico y que encuentra su esencia en ciertos estragos emocionales. ¿Es un disco de autoayuda? ¿O tu música siempre habla mucho de ti y de tu mundo interior?
Sí, de hecho me he hartado de decir que es un ‘disco de sacar mierda’ y ahora creo que es mejor que me explique un poco. Cuando hablo de sacar mierda no lo digo en un sentido negativo, si no desde un concepto de exorcismo de sentimientos o acontecimientos. El disco es totalmente autobiográfico pero también explica y cuestiona muchas cosas que no entiendo de mi misma. Habla de la dualidad, y esto, evidentemente, es una cosa que tenemos todos.
Háblanos de la tristeza y de la depresión como vías de expresión. ¿Te identificas con la rebeldía y el dramatismo del artista romántico? ¿O simplemente encuentras la inspiración en ciertos estados melancólicos?
Me enfado conmigo misma si digo que estar mal va bien para inspirarse, básicamente porque ahora no creo que sea verdad. En todo caso, todo lo que nos pasa en la vida influye nuestra obra o nuestro carácter y cómo cambiamos como personas. Es muy necesario cagarla muchas veces para conocerte, pero esto no quiere decir que tengas que ir buscando el desastre y forzando lo dramático para inspirarte. Sería engañarse a uno mismo.
En un disco tan sincero y claro en sus mensajes lanzas preguntas como “¿Te suena?” ¿Esperas que el público nos sintamos identificados con lo que cuentas? Así pues, ¿hablas de sentimientos y emociones transversales?
Todo el mundo puede entender todo lo que quiera, como cuando escucho una canción de Joni Mitchell y me veo reflejada en sus letras. A veces, paradójicamente, contra más hablas de ti mismo, más universal es lo que cuentas, y más gente te va a entender. No trato de hacer ningún esfuerzo de conectar con la gente. Creo que cuanto más conectas contigo mismo, más sentido tiene tu mensaje.
“It’s time to grow up, girl!” ¿En este disco, Núria ha madurado?
No creo que madure nunca ni es mi intención, simplemente me han pasado muchas cosas. Mi intención no es madurar sino aprender.
Háblanos de las dos Núrias, la de las letras y la de la portada de tu disco (inocente y cándida, rodeada de flores y de un vaso de agua).
Este disco en concreto habla muchísimo de la vida de noche. Supongo que es lo que tiene pasarse muchas horas cerrado en un bar. Hay gran parte del disco que habla de todo lo que surge allí, de todas estas horas, de toda esa gente que te rodea. También habla de una ruptura, pero no es un disco oscuro. No considero esto como una época oscura. Simplemente son épocas y es lo que te hacen ser quien eres. Obviamente, es divertido que las canciones hablen de drogas, alcohol, etc. y la portada, en cambio, sea tan inocente. Al fin y al cabo tiene mucho más sentido que todo esto. Decidí que la foto de portada se tenía que sacar en la mesa que escribí Does it Ring A Bell?, en el comedor de mi antiguo piso en Vic. De ahí la ruptura, de ahí el disco, de ahí el nombre del disco.
¿Cómo surge la conexión con Joan Pons como productor? ¿La pureza y la intimidad d’El Petit de Cal Eril eran necesarias para entender tu lenguaje? ¿Te sentiste tan protegida como se siente una al escuchar sus canciones?
Totalmente necesarias. Cuando me planteaba grabar el disco tenía una idea a nivel de sonido y producción: quería decir lo máximo posible con los mínimos elementos posibles. El sonido crudo y directo y el modo de entender las cosas que tiene Joan es inspirador y me ha aportado mucho en mi manera de hacer.
He seguido un poco tus redes sociales, donde te diriges al público siendo tu misma, fresca, natural, directa, sin pretensiones. ¿Cómo llevas el tener que autopromocionarte?
La palabra ‘autopromoción’, ya de por sí, me da mucha pereza. Soy una viciada de Instagram como tanta gente de mi alrededor, pero la única manera de sobrevivir a esta mierda con la cabeza medio sana es tomármelo con buen humor y medio de broma. Es una ventana a tu vida pero tampoco es la realidad. No tengo nada que esconder, por lo tanto muestro cosas cotidianas para hacerme unas risas. Pero a nivel de promoción, Instagram es donde conectas con la gente.
En tu caso, ¿cómo incluyes la estética dentro de un universo artístico? ¿Es algo casual, natural, o al contrario, lleno de referentes?
Debe ser entre casual, natural, y extra calculado. Yo no soy ninguna experta y uno va forjando el gusto con el tiempo, pero me estoy dando cuenta de que tenemos que ser tanto naturales como perfeccionistas. Cuando hablo de estética hablo del escenario, de las luces, del vestuario, del diseño del disco, etc. Todo es igual de importante. No es solo la música. Cuando fui a ver la expo de David Bowie Is, una de las cosas que más me inspiraron fue precisamente esto. Es interesante tener las ideas claras alrededor del diseño, de la ropa que llevas, de las luces de tu espectáculo, de los videos, de la escenografía. Luego, lo más importante es rodearte de personas que te aportan todo eso y te inspiran.
¿Por qué apareciste en un escenario con el relámpago de David Bowie, referente incuestionable de la cultura pop? ¿Hubo una reivindicación escondida o fue un mero homenaje al genio?
Era un homenaje. Lo más bonito de aquella noche fue salir con mi guitarra de doce cuerdas eléctricas a hacer una versión de Ashes To Ashes. Creo que la gente no se muere del todo y que hay algo de sus almas que reside por aquí. Cuando cantaba esta canción tuve esta sensación, como si parte de él residiera en la melodía, y fue bonito.
Te hemos visto formar parte del Proyecto D’ones (Palau Robert), donde se pone de manifiesto el papel de la mujer en el ámbito musical. ¿Qué realidad vive la mujer en este sector?
Sí. La realidad que vive la mujer en este sector es muy variada. Si hablamos de la cantante, vamos sobrados de referentes. ¿Pero dónde están las técnicas de sonido, las productoras, las mezcladoras, las masterizadoras, etc.? ¿Por qué no les damos más bombo a estas figuras? Es evidente que hay muchos festivales que no tienen tantos grupos con mujeres, personalmente creo que las cosas no pueden cambiar de un día para otro. Aún así, hay mujeres y tienen que haber mujeres en los carteles, no solo como reivindicación sino porque se trata de una pura realidad. Yo trabajo en una escuela de música y siguen habiendo más chicos tocando la batería, el bajo o la guitarra eléctrica. Por favor, también pido que llegue el día en el que no llamen de un festival porque necesitan mujeres en el cartel. Que me llamen porque les interesa lo que hago.
Me entusiasma la espontaneidad y la crudeza con la que te expresas. ¿Puedes contarme, con esta misma franqueza, que se siente al cantar en L’Auditori?
Tocar en un auditorio siempre añade más nervios, pero ya me gustan. En las salas, el público es más próximo. He de decir que disfruto en todos los formatos. A veces los conciertos con los que tienes más expectativas no son los más divertidos. Tocar en L’Auditori de Barcelona fue genial pero tengo que confesar que estaba muy nerviosa porque había mucho público conocido, y esto añade presión. Eso sí, una vez empiezas a tocar dejas de pensar en todo, está claro.
¿Qué tal es ser telonera de St.Vincent y Unknown Mortal Orchestra? ¿Cómo sucede?
No sé muy bien cómo sucede, pero no hay nada mejor que conocer y ver de cerca a personas a las que admiras. Si encima conectas con alguien que te fascina, es algo mágico y bonito.
Y si piensas (aún más) a lo grande, ¿dónde te gustaría cantar y tocar?
No tengo ningún sitio en concreto en la cabeza, solo me encantaría ir a muchísimos sitios, pueblos, ciudades y países del mundo. Me gusta conocer a la gente, comer, viajar, y compartir todas las horas que te pasas con la banda. Tocar me gusta, pero también todo lo que comporta.
¿Qué nuevos horizontes vislumbra Núria?
Grabar mucho, tocar y no parar por ahora. Vivir cosas.