Ambientada en un momento en el que el VIH se llevaba demasiadas vidas por delante y en el que los enfermos eran estigmatizados por la sociedad, el gobierno y las farmacéuticas –que los dejaban morir sin remordimientos– la película 120 pulsaciones por minuto es un retrato (casi) real de lo que sucedió. Robin Campillo, su director, formó parte de Act Up-París, la asociación que llevó a cabo multitud de acciones para sacar de las sombras a un colectivo criminalizado y repudiado, y ha contado lo que se vivió en los convulsos 90 a partir de la historia de amor, lucha y supervivencia de Sean (Nahuel Pérez Biscayart) y Nathan (Arnaud Valois), que acabará siendo tan romántica como política.
Sin embargo, el hecho de haberlo vivido, tal como nos cuenta Nahuel, hace que el resultado final incluya “humor, cinismo y desparpajo; no es una película solemne, morbosa o patética”. Y en su vitalidad y en su crudeza radica la clave del éxito que está cosechando allá por donde pasa. El largometraje fue la gran protagonista de la 70ª edición del Festival de Cannes, donde se llevó el Gran Premio del Jurado y el FIPRESCI. Además de tener una narrativa exquisita y unos planos llenos de belleza, la actuación de Nahuel fue de las más aplaudidas del festival. Y hoy hablamos con él para saber cómo fue el rodaje y preparación de un tema tan duro, cómo se siente con su personaje, y cómo valora la buena acogida.