Para Laura Llopart, más conocida como Museless, la decisión de retomar sus clases de piano (y el mentor adecuado) fue el punto de partida de un camino que la ha llevado a convertirse en una de las figuras más relevantes de la escena electrónica emergente de Barcelona (y de España). Y en este poco tiempo, la catalana de veintinueve años y psiquiatra de profesión ya lleva un buen recorrido a sus espaldas: ha publicado dos discos con Luup Records y ha actuado en festivales como el SXSW, o el más reciente, Sónar Barcelona.
Su proyecto, Museless, es una combinación de sintetizadores analógicos, texturas sonoras cálidas y nocturnas muy sensuales, y mucha experimentación. Tiene la capacidad de crear relatos a través de los sonidos electrónicos: a veces de forma muy literal, como en su anterior trabajo, Grey Boy, en el que nos cuenta una distopía con un protagonista decidido a salvar animales de granja; y en otras nos transporta a universos más abstractos.

Al contrario de lo que podríamos pensar, Laura sí cree en las musas y en la importancia de dejarse llevar por ellas. Y es así como surgen sus composiciones: de forma natural y honesta. Dice seguir buscando sus sonidos, sin prisa, porque el presente es mutante. Hace unas semanas estrenaba su último sencillo, Japanese Church, de la mano de Red Bull Music, y la pudimos ver en el escenario SónarDome y charlar un rato con ella.
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Dices tener la sensación de haber empezado un poco tarde en la música profesional pero las cosas han ido rápido para ti: desde que tocaste en el Primavera Club en 2016 todo empezó a rodar. Ahora has sacado ya tu segundo álbum y tocado en los festivales más importantes tanto de España como internacionales. Este año, por fin, vuelta a casa para el Sónar. ¿Cómo ha encajado todo esto en el día a día de Laura Llopart?
Pues he dejado temporalmente mi trabajo de psiquiatra para respirar, vivir y crear. Mi vida ha dado un giro. A ver cuándo frena esta circunferencia de radio corto.
Tu nombre artístico, Museless, reacciona junto con tu música, dándole casi un punto osado, como de desafío. Parece decir: “las musas no tienen nada que ver en esto”. ¿Por qué este nombre?
(Risas) Curiosamente cada vez creo más en las musas y desconfío más de los cálculos y de aquellos que calculan, de los que no se dejan llevar por la brisa de su propia inspiración y se someten a presiones y variables externas circunstanciales e insignificantes. Además, un punto de pragmatismo siempre impregna mi entendimiento, y siempre lo hará. Así que Museless sigue siendo también una declaración de falta de fe ante lo que me rodea, lo otro, los otros; pero con una pizca de ingenuidad, que siempre va bien.
Es verdad que las musas siempre están por ahí: Björk, Portishead, Grimes, etc. ¿Alguna más?
Moskitoo, Fever Ray, Miss Kittin, Christina Rosenvinge, etc. Son ellas.
El sentido narrativo es fuerte en tus canciones. A través de ellas, tienes la capacidad de contar historias, muchas con un mensaje activista muy potente de fondo. ¿Cómo surgen estas historias sonoras?
Cuando están, surgen en el mismo momento. A veces he intentado forzar un guión y claramente no era lo que tocaba. Cuando surgen, van de la mano, sincronizadas.
Tus últimos trabajos han tenido muy buena recepción tanto de la crítica como del público general y te han calificado de “nueva promesa de la electrónica nacional”. En Sónar te presentan como “diva de la electrónica”. ¿Cómo asimilas todo esto?
Disfruto el presente que ahora es este y tiene este titular. No me tomo nada muy trascendentalmente porque todo cambia. Bienvenidos los piropos y también los reproches.
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Y todo sin quedarte en la vía fácil. Por ejemplo, en tu último disco, Dichotomic History, no has buscado complacer. El proyecto muta y evoluciona. ¿Cómo afrontas este punto de riesgo que siempre conlleva el cambio?
Una cosa que siempre he tenido clara es que voy a ser honesta con lo que haga. Puede que, como experimento, me interese hacer algo más de pista, más bailable, pero será porque me interesa aprender y salir de mis zonas de confort. Con Dichotomic History quise hacer gala de esta honestidad artística y decir, en doce temas, “Oye, esto es lo que hago ahora”. Ya veremos mañana porque el presente es mutante.
En tus actuaciones también mantienes ese lado arriesgado. Has comentado que concibes el directo como un espectáculo, una experiencia audiovisual para el público. ¿Qué te gustaría que se llevara la gente después de uno de tus conciertos?
Una experiencia más a recordar, una sensación, un sentimiento o varios. Como cuando hueles una cosa que te recuerda a algo en concreto. Recuerdos, un déjà vu. Grabar algo en la memoria de la persona.
Además, esta concepción del directo también te da pie a jugar con otras disciplinas. Por ejemplo, en ocasiones te acompaña Enric Sant, ilustrador de algunos de tus singles, creando los visuales en tus conciertos. ¿Crees que es importante apostar por esta sinergia entre distintas artes?
Me encanta crear y  me fascinan los creadores. Por este motivo me encanta colaborar con otros artistas de todas las disciplinas que se puedan aplicar a mi proyecto. Ahora ha sido Enric, en otros conciertos Marc Trafak y, recientemente, ha sido Marcel Bagó, quien me acompañó con sus visuales en el Sónar de este año. Sin sus imágenes, el espectáculo no hubiese estado completo. Y luego están también las bailarinas, que le dan un toque de organicidad y pone la guinda al pastel. Ariadna, Sau, Anna, Paula, Ángela y Blanca son las valientes que me han acompañado hasta el momento.
Recientemente has estado también en el SXSW de Estados Unidos y en el Eurosonic en Holanda. ¿Cómo ha sido la experiencia de jugar fuera de casa?
Ha sido una batalla superada. Tocar en otros países significa ponerte a prueba, salir, resolver problemas logísticos para poder llevar a cabo tu espectáculo en un entorno donde nadie te conoce. Pero, al mismo tiempo, nadie espera nada, y esto es genial. Eres libre.
En tu último sencillo, Japanese Church, que se ha presentado recientemente como una de las apuestas de Red Bull Music, el cambio también es evidente. Te acercas ahora a un techno más oscuro, a una cara de la electrónica menos amable. El propio título nos transporta al cine de terror japonés, enigmático y misterioso. Un universo muy potente, igual que el propio tema. ¿Qué historias nos traerá lo nuevo de Museless?
Aah… ¡expectativas! Las amo y las odio. Seguramente ocurra algo parecido que con Dichotomic History. O no. Lo que está claro es que me sigue apasionando crear y cada vez de forma más nítida y sincera. De todos modos, sigo buscando mi sonido (uno o varios). Ya veremos, no tengo prisa.
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