Os presentamos Rayos, el nuevo libro de Miqui Otero editado por Blackie Books. Una novela íntima que relata la historia de Fidel Centella, alguien que se parece mucho al propio autor, y no solo físicamente. Enmarcada en la Barcelona más subterránea, nos habla de los rayos de luz que emergen de Montjuic e iluminan la ciudad, pero sobre todo de los Rayos, sus amigos de la infancia, que iluminan su camino. Hablamos con Miqui sobre la amistad, la nostalgia y el miedo a madurar.
Intuimos que abogas por la propia experiencia como recurso para la creación literaria, ¿qué te impulsó a escribir una parte de la historia de Miqui Otero a través de Fidel Centella? 
En realidad no siempre es así. De hecho, en las novelas anteriores la primera persona no era tan evidente. Pero en Rayos, por la etapa y por lo que quería explicar, pensaba que tenía que hacerlo de una manera más confesional. Pensaba que esos años en los que yo tenía entre veintipocos y veintimuchos eran destacables por una serie de razones. Por eso me decidí por una primera persona más o menos disfrazada. Es evidente que Fidel Centella tiene muchas cosas de mí, empezando por el diastema de la dentadura (risas), pero eso no significa que todo haya pasado en la realidad. Sobre todo en el último tramo de la novela hay cosas totalmente inventadas, aunque podrían haber sucedido tranquilamente.
Fidel Centella a ratos da risa, y a otros, ganas de abrazarlo. ¿Había esa voluntad desde un principio?
Hay una voluntad de seducir al lector, y una manera de hacerlo es esa: que el espectador identifique algunos de sus miedos como suyos. Es curioso, porque según el lector da risa o provoca mucha angustia. Nunca sabes, es como cuando entras en un sitio y piensas que estás siendo muy gracioso, y en realidad estás haciendo el pena. Y en cambio, otras veces crees que estás siendo muy triste, y entonces haces gracia. Nunca sabes muy bien cómo lo recibirá la otra persona.
La ciudad de Barcelona se percibe desde una dualidad, entre el amor y el odio, ¿no es así? 
Sí, no creo que pudiera escribir esta novela sin querer mucho a Barcelona y sin que me diera mucha rabia a la vez, creo que se debe escribir desde ese punto intermedio. Y en el Raval, desde el piso donde vivía, que es el que sale en el libro, veía las pancartas que colgaban los vecinos, y una de ellas decía que aquello era un escenario. Detrás del relato de multiculturalidad y de integración absoluta que vendía el ayuntamiento había muchísimas historias que no se explicaban nunca. Yo creo que las novelas tienen que servir para eso, para contar las historias que en otros sitios no se explican, o no de esa manera. Y yo que viví allí durante casi diez años, veía que el Raval escondía una cara oculta, que no era necesariamente ultra gris, también tenía su encanto, su color, su ritmo y muchas cosas buenas.
Debes de ser muy fan de las leyendas y de las historias que se escuchan en la calle y en los bares.
Sí, esa es mi gran obsesión. Intento poner la oreja y trato de imaginarme las historias de la gente que me rodea, y de hecho es una especie de deformación clínicamente ingresable que tengo. Intento completar las vidas de la gente que no conozco. En el caso de Rayos, el prota hace la beca en el periódico donde se imprime la verdad oficial, y en paralelo va escuchando otras historias del barrio que la contradicen. Quería explicar todas estas leyendas urbanas que podían ser muy locas. De hecho, uno de los personajes dice en un momento, “me gusta mucho la historia,” y después añade “bueno, más bien me gustan las historias.” Yo soy un poco así, creo que no se entiende ninguna vida ni ningún momento histórico sin atender a las anécdotas y las historias y batallitas personales de la gente normal de la calle.
“A nuestra generación es como si nos hubieran dejado rodar un episodio piloto de una serie que después han cancelado.”
Fidel se refugia en la nostalgia poniéndose camisetas que le quedan pequeñas y que le recuerdan a épocas pasadas, ¿tú tienes alguna manía, que se pueda contar, para refugiarte en ese sentimiento?
Bueno, también tengo muchas camisetas, además hay nuevas. Al principio de la novela, estuve una semana recluido en el Monasterio de Poblet, y allí había como una tienda de merchandising donde me compré una camiseta con un monje dibujado. Al principio de la promo, cuando estaba más agobiado, me ponía esa camiseta por debajo de la camisa. Estoy continuamente creando este tipo de mierdas, no es algo solo de la adolescencia.
Reflejas una generación a la que le da miedo madurar y salir del lugar seguro y confortable para encararse al futuro, ¿cómo ves a las nuevas generaciones que suben? 
Tengo amigos de ventipocos y veo que son una generación mucho menos nostálgica e incluso menos sentimental, los veo mucho más intuitivos y voraces. Todo tiene cosas buenas y malas, yo no cambio mis fetiches y mis nostalgias, pero me parece súper sano que esta peña de veintipocos no acumule tantos discos, libros o fotos. Viven todo de una manera súper expansiva que también me gusta.
Con Rayos me están llegando mails muy emocionantes de gente súper joven, y sí que hay cosas que las sienten muy suyas, pero creo que hay otras que han cambiado un poco. Por ejemplo, si ahora tienes veintidós, la crisis del 2007 o del 2008 te ha cogido de lleno y ya no has tenido la idea de que te iría bien la vida, ya sabes que no. A nuestra generación es como si nos hubieran dejado rodar un episodio piloto de una serie que después han cancelado.
En la novela aparece ese tipo de amistad de toda la vida que lo es como por inercia.
Sí, los amigos que casi haces por afinidad geográfica que te tocan en el cole, y después continuas teniendo, y es mucho más difícil abandonarlos que las nuevas amistades que has hecho por otro tipo de afinidad. Son estos amigos del cole de toda la vida que conociste diciendo su nombre y apellidos, eso es algo mucho más difícil de romper porque tienes unos vínculos super heavies. Con otra gente es muy fácil hacerte amigo muy rápido porque tienes un montón de cosas en común, pero seguramente la amistad es más endeble, se puede romper con más facilidad. Hay una película muy bonita que se llama Les Amigues De l'Àgata sobre cuatro amigas que pasaban justo este momento en que vas a la uni y tienes que romper con las amigas del cole. Me pareció preciosa.
Y ya para acabar, ¿qué canciones nos recomiendas que ilustren el libro?
Por ejemplo, el día de la presentación tocaron las Ruinas, un grupo de Barcelona que tienen unas letras súper divertidas y muy chulas. Tienen una canción que se titula Cansado de mí que está muy presente en toda la primera parte de la novela. Y después con toda la cosa de la nostalgia, en mi cabeza sonaba todo el rato Acordarnos de Astrud, que me parece que tiene una letra magnífica.
Lo que diferencia a esta novela de la primera es que todos estos referentes están para quien los pueda ver, no tan marcados. Cuando escribes tu primera novela es casi como forrarte tu primera carpeta, ahí metes todos tus grupos preferidos, tu modelo o actor favorito, y lo vas enseñando por todo el instituto. Pero cuando haces la tercera, intentas que esto no esté tan a la vista, porque excluye a un montón de lectores que podrían entender la historia, y que al poner todos estos nombres quizá dejas fuera.
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