El consumo de esta bebida icónica de la ceremonia del té se ha incrementado en los últimos años. Países como Estados Unidos, Alemania o Francia ya lo han adoptado en su cotidianidad. Pero viendo que no había ninguna marca europea de alta calidad a precio competitivo, los fundadores se lanzaron a comercializar el producto a través de Matcha & Co. Pero ese primer objetivo se les ha quedado corto. Ahora, junto a su socio Víctor Abrines, han querido que las propiedades del secreto mejor guardado de los monjes zen se incorporen, también, a los rituales de belleza, “para cuidarse tanto desde el interior como desde el exterior”.