Lejos de la tradición, la firma Matagalán lleva sobre sus hombros el peso de haberse convertido en pura vanguardia y experimentación con la cerámica y plantas exóticas. Instalaciones, fotografía y diseño de arte para firmas como Givenchy o Hermès son solo algunos de los proyectos en los que Carolina Spencer –cabecilla de la firma– ha estado involucrada desde la última vez que hablamos con ella en 2015. Ahora sus productos dan vueltas alrededor de todo el globo terráqueo viajando desde Barcelona, Francia, pasando por Estados Unidos, Australia y llegando hasta Japón.
Todo empezó en Poblenou con unas simples fotografías a jarrones y flores en su casa de aquel entonces sin saber que, tiempo después, se convertirían en la herramienta a través de la cual podría expresar, liberar tensiones y definirse a sí misma. Hablamos con Spencer para tratar de profundizar en la evolución, inspiraciones, sus nuevos objetivos en los últimos años y su nuevo showroom Efectos de Escritorio
¿En qué momento dirías que se encuentra actualmente Matagalán?
Acabamos de abrir Efectos de Escritorio, una tienda/showroom junto a Owl e Iririate Iriarte en el Borne, un desafío para mí ya que durante 8 años mi principal canal de difusión ha sido online. Este proyecto me ilusiona un montón porque ahora tengo un espacio físico donde mostrar mi trabajo. Paralelamente sigo con proyectos de dirección de arte, set design y floral styling.
¿Qué le diferencia del resto de firmas del sector?
Supongo que trabajar a la par el jarrón con flor y la maceta con planta es algo que no hacen muchas firmas y tal vez me diferencia un poco del resto. Vengo del mundo del diseño y después aprendí la profesión de florista. Supongo que esa implicación directa durante todo el proceso creativo, partiendo al diseñar un objeto, refuerza la unicidad de un estilo. Cuando me pongo a componer utilizo muchísimo el color y me alucina el poder que tiene dependiendo de cómo o dónde lo trabajes. También intento utilizar los materiales de manera más abstracta y desestructurada, explorar lenguajes.
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Gracias a este proyecto y tu trabajo has conseguido descontextualizar el significado clásico de las flores, además que la liberación de sus tópicos es parte de tu sello personal como firma. En este sentido, los productos finales, refiriéndonos a la cerámica más su decoración floral, aúnan gran cantidad de colores y formas abstractas. ¿En qué te inspiras para la creación de estos diseños? ¿Qué es lo que les vuelve verdaderas joyas artesanas?
A veces los recuerdos, las imágenes, sonidos o las ideas me activan una parte del cerebro y se me ocurre algo. Ese algo lo veo como imagen y luego intento reproducirlo en la realidad. Otras veces me pongo enfrente de un jarrón o flores y me inspiro en ello. Intento ser un canal por el que fluyen cosas sin pensar tanto en qué quiero conseguir o adonde voy a llegar.
En cuanto a lo de joyas artesanas, ¡muchísimas gracias! Tal vez tiene que ver con el hecho de retomar un oficio milenario y contemporalizarlo a través de su forma, color y acompañarlo en un estilo de composición floral a mi gusto. Es como una relectura o la reinterpretación de dos oficios bastante clásicos.
¿De dónde surgió la idea de crear esos sets y direcciones artísticas para promocionar los productos? ¿Llegó como una necesidad para la empresa o fue algo más por amor al arte?
En febrero de 2016 me fui a vivir a una nave en Poblenou, y fue ahí cuando empecé a hacer fotos de jarrones, flores y a las cosas que iban pasando entre trabajo y trabajo, porque además de ser mi hogar, también era mi estudio. Había una luz especialmente bonita que se mezclaba súper bien con la informalidad del espacio. Una cosa llevó a la otra y, poco a poco, Matagalán se transformó en un canal creativo con el que pude canalizar mis pensamientos y emociones a nivel artístico. Todo lo que hago parte de un deseo muy personal de expresar lo que siento.
Empezaste trabajando con el cactus, y ahora solo hay que echar un vistazo al perfil de Instagram para comprobar que has ido mucho más allá. Así que me pregunto: ¿cuáles son las nuevas variedades de flores con las que trabajas? ¿Sigue siendo el cactus tu favorita por excelencia?
Los cactus siempre serán medio favoritos porque fueron el trampolín para darme a conocer. Cuando comencé tenía muy claro que si usaba flores era difícil poder vender, porque en esos tiempos el tema floral no estaba muy desarrollado, y tampoco tenía muy claro cuál era mi estilo. Por eso partí con un producto simple y funcional a nivel de cuidados, y neutro en cuanto a diseño y color: el cactus, para que la gente me fuera conociendo y confiara en mi criterio estético.
Actualmente tengo total libertad creativa, la posibilidad de trabajar y experimentar con cualquier tipo de especie que encaje para un determinado proyecto, sean flores, cactus o lo que se aplique y estoy infinitamente agradecida. Todo lo raro o que me sorprenda será siempre mi nuevo favorito.
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La última vez que hablamos fue en el 2015, por aquel entonces estabas totalmente obsesionada con el color verde. En las decoraciones y editoriales que lanzas vemos que otros colores están cogiendo especial protagonismo. Hablemos más en profundidad sobre esto, ¿qué otros nuevos cambios has introducido en Matagalán a día de hoy desde aquel entonces?
El verde fue el tono que me ayudó al principio con el proyecto, no solo por el tema del color sino también por la funcionalidad. Me llevó 3 años volver a tocar la flor porque hasta entonces solo sabía componer de la manera en que yo había aprendido a través de Donna Stain (trabajé 7 años con ella antes de Matagalán). En 2016 logré conectar con un lenguaje floral que sentí genuino y pude dar el salto al color, que sin duda fue un gran desencadenante para la evolución del proyecto. No sé si vino primero el jarrón o la flor, pero la cuestión es que salió.
Otro momento de cambio importante llegó en 2020 cuando estaba viviendo en Islandia, no tenía acceso a muchas flores y comencé a investigar el mundo de las flores de papel. A partir de ahí me abrí a la posibilidad de componer mezclando flores de verdad, de papel y de plástico para conseguir un efecto de fantasía en el que las personas no saben detectar muy bien cuál es real y cuál no. Las flores de papel y de plástico me permiten jugar con los tallos y lograr que todo tenga más movimiento, algo que busco mucho en las flores reales pero que pocas especies lo tienen. Y diría que el 2021 ha sido un poco el salto que he ido explorando…
De igual manera, ¿sigues trabajando exclusivamente desde Catalunya o has ampliado fronteras de alguna forma? ¿En qué espacios podríamos ir a descubrir expuestos estos diseños?
Seguimos produciendo los jarrones en Catalunya, vendiendo y trabajando globalmente. Tenemos puntos de venta en Francia, Estados Unidos, Australia, Japón y Barcelona. Sin embargo, mi principal objetivo no es hacer venta al por mayor, sino continuar con un mercado pequeñito, cuidado, priorizando la venta particular o estar en tiendas específicas de otros países.
A la par hacemos instalaciones puntuales y dirección de arte para diversos proyectos, hemos trabajado para marcas internacionales como Givenchy, Burberry, Adidas, Lafayette, Maje, Volvo, Hermès y firmas nacionales como Adolfo Dominguez, Masscob, Canadá, Bobo Choses, Rowse, Rassa, Saye o Mietis, entre otros. La mayoría de nuestros proyectos los podéis ver online o en Efectos de Escritorio desde ahora.
¿Cuáles son las metas que te has marcado a medio y largo plazo? ¿En qué te gustaría convertirte como firma?
Como firma espero tener la capacidad creativa para poder mantener el trabajo fresco aunque pasen las modas y los años. Poder seguir viviendo de esto durante mucho tiempo hasta que en un plazo más pronto que temprano, Matagalán, a nivel producto, sea totalmente autosuficiente y yo pueda moverme fuera de la ciudad.
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¿Cómo gestionaste el proyecto durante los meses de pandemia? ¿Qué supuso este factor para la empresa?
Lo dejé al mínimo e hice cosas que nunca hubiese hecho de no ser porque todo el mundo se detuvo. Dos meses antes del Covid me hackearon la cuenta de Instagram, que fue un poco shock a nivel de clientes, pero cuando vino la pandemia sentí que todo apuntaba a que tenía que hacer un stop, llevaba muchos años trabajando sin parar. Me fui a vivir a Islandia, compramos una casa en el campo y ahí estuvimos durante el 2020, solo tomé trabajos muy puntuales y continué con la tienda online.
En 2021, gracias a la pandemia, pudimos alquilar un local increíble en el Borne, que es hoy Efectos de Escritorio, un lugar físico para mostrar lo que hacemos y adonde queremos que pasen cosas. Han sido tiempos muy bizarros en muchos aspectos, pero creo que a pesar de todo la pandemia trajo bastantes cambios que han sumado experiencias en mi vida.
Personalmente, ¿qué significado tiene para ti todo este proyecto?
Matagalán es un canal que me permite liberar pensamientos, emociones e ilusiones. Es una extensión de mí misma que me ha permitido tener autonomía a nivel personal, económico y creativo para poder viajar y conocer a gente de todo el mundo. Nada de esto hubiera sido posible sin el apoyo de la gente que conecta de manera positiva con lo que hago, confían en mi manera de ver las cosas y han permitido que el proyecto pueda seguir creciendo. A Matagalán le debo todo lo que soy ahora mismo.
¿En qué más estás trabajando actualmente? ¿Algo que puedas adelantarnos sobre Matagalán?
Ahora mismo estoy bastante focalizada en Efectos de Escritorio, viendo cómo gestionarlo y mantenerlo activo y con un stock que sea interesante. También me estoy planteando sacar una línea de objetos utilitarios relacionados con la comida.
Por otro lado, estoy bastante ilusionada con volver a Latinoamérica un tiempo y poder hacer instalaciones en la naturaleza en Chile, que es de donde vengo, y colaborar con artistas de ahí. Me fui hace muchos años y me apetece reconectar con ese lado un poco perdido de mí que, ¡espero poder concretarlo!
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