Con un acertado uso del color y un gran respeto por la palabra, María Medem y sus viñetas nos transportan a paisajes irreales, casi oníricos, donde sensaciones y situaciones se deforman hasta ser extrañas y, hasta en ciertos momentos, paradójicas. Con una amplia simbología y motivos recurrentes, como el agua y su materialidad, el trabajo de esta ilustradora nos refleja su realidad; un mundo que, aunque nace de lo cotidiano y el recuerdo, deja espacio a la libertad de interpretación, la reflexión y la ambigüedad. Hablamos con ella de su universo, sus personajes, y de futuros proyectos.
Para empezar, para los que no te conozcan, cuéntanos un poco sobre María Medem.
Dibujo mucho y hago cómics, aunque mi vocación inicial fuera la de detective.
¿Cómo descubriste el mundo de la ilustración y en concreto el de la novela gráfica? ¿Cuándo te diste cuenta de que te querías dedicar plenamente a ello?
Este tipo de cosas siempre son muy progresivas, por lo menos en mi caso. Fui consciente del mundo del cómic y de la novela gráfica mucho antes que del de la ilustración. Cuando estudié Bellas Artes no tenía ni idea de lo que iba a hacer ni a donde me iba a llevar lo que estaba aprendiendo. Fue a finales de la carrera cuando empecé a dibujar cómics, vino un poco solo: era lo que más disfrutaba hacer, a lo que más tiempo quería dedicar y lo que más satisfacción me proporcionaba.
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¿Qué es lo que más te gusta de este medio de expresión? ¿Trabajas otras vertientes artísticas?
Es el medio más libre que conozco. Siempre me ha gustado narrar y dibujar así que no se me ocurre una mezcla mejor. Tiene muchas facilidades, no se necesitan ni muchos materiales ni mucho espacio y ofrece una capacidad de experimentación infinita. Antes trabajaba mucho la pintura y el grabado, pero llevo tiempo sin hacer nada relacionado con ello –aunque me gustaría volver a la pintura pronto.
Pocas palabras, un curado uso del color y un sentimiento de extrañeza. Háblanos un poco de tu identidad como artista. ¿Cómo definirías tu estética?
Eso siempre es complicado de responder, pero si tuviera que añadir algo a lo que ya has dicho diría que mi estética es concisa en cuanto a la línea y el color. A pesar de lo conciso en lo formal, busco que lo narrado sea en cierto modo ambiguo. Algo muy relacionado con el sentimiento de extrañeza que ya has señalado.
Tu trabajo es ilustrativo, pero ante todo son historias, experiencias, momentos. ¿De dónde nacen todas esas ideas y relatos? ¿Es la vida cotidiana, son ciertos autores, canciones, una experiencia que te marcó? ¿Qué te inspira en tu día a día?
Nacen de lo cotidiano, la observación y el recuerdo. Me interesa deformar las sensaciones o las situaciones hasta que son extrañas e irreales. En cuanto a las ideas, dejo que maduren a su ritmo. Si algo me llama la atención y veo que puedo construir una historia con ello, voy pensándolo un poco cada día hasta que me viene la respuesta. Lo asemejo a buscar soluciones a problemas que yo misma me impongo. Siempre está la angustia de que quizás no haya respuesta posible, pero de alguna manera acaba llegando. Me ayuda mucho salir a pasear.
“Me interesa deformar las sensaciones o las situaciones hasta que son extrañas e irreales.”
Viendo tu obra más reciente, hay un ambiente de extrañamiento; configuras atmosferas en las que una sensación destaca por encima de las demás: la de la soledad. Te diría que me recuerda a la obra de De Chirico. ¿Dirías que existe alguna conexión entre vuestro arte? ¿Quizás la forma de mirar el mundo, las situaciones, ese punto surrealista?
Sí, es cierto. En lo estético encuentro una conexión con los paisajes y escenarios de De Chirico, que muchas veces son amplios e irreales. En cuanto al concepto, De Chirico ayudó a crear el movimiento italiano de la pintura metafísica que investigaba lo misterioso en lo cotidiano, algo que a mí también me interesa.
Aunque veamos cambios en la forma, por lo general las palabras están de más en tus obras. Son las imágenes las que realmente dan vida a las historias que relatas. Durante el proceso creativo, ¿tienes una idea clara de cómo quieres plasmar la historia en el papel o es la historia la que surge del propio trazo?
Cuando hago obras mudas intento concretar mentalmente el sentimiento que quiero transmitir y me pongo a darle vueltas a la situación que más puede reflejar esa sensación hasta que tengo clara la secuencia en mi mente. Antes de ponerme con la definitiva hago distintos bocetos para buscar la mejor composición de la página. Antes no hacía bocetos, pero me podía pasar horas haciendo y rehaciendo la misma página. Con los bocetos el proceso es más rápido.
En los cómics más largos la narración verbal adquiere más importancia porque a veces, como en Palique –mi último fanzine–, esta difiere totalmente de lo que se narra con la imagen. Siento mucho respeto por la palabra así que por lo general prefiero los textos austeros.
¿Hay algún proyecto del que te sientas más orgullosa o con el que te sientas más identificada?
De los que he dado por finalizados hasta ahora diría que Palique, sobre todo la segunda historia que aparece: Lógica. Aunque creo que con lo que más satisfecha me siento es con esta serie de cómics mudos que estoy realizando en los que busco provocar extrañamiento en una página sin el uso de la palabra, pero todavía es un proyecto en proceso.
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Aunque ya habías publicado en plataformas online como Tik Tok, este año has publicado tres fanzines: Kinki Onírica, Déjà vu y Palique. ¿Cuándo decidiste que era el momento ideal para empezar a auto editar tus ilustraciones? ¿Por qué fanzines?
El momento fue un poco por casualidad. Hacía tiempo que tenía en mente editar mis cosas pero nunca me decidía. Pensaba que no iban a quedar tal y como yo quería o que a nadie le iba a interesar –lo típico, supongo–, y siempre atrasaba el momento. Pero se me presentó la oportunidad de llevar cosas mías al Graf de Barcelona del año pasado así que maqueté lo que ya tenía de la Kinki e hice Déjà vu, que se compone de dos historias a las que les estaba dando vueltas desde hacía unos meses.
El fanzine es un medio con muchas ventajas. Todo lo controlas tú así que tienes mucha libertad, tanto en lo formal como en la temporización. Soy bastante autoexigente a la hora de hacer algo de calidad, lo que me obliga a hacer las cosas lo mejor que pueda. Aunque todo es un proceso, nunca será perfecto; el siguiente fanzine será probablemente mejor que el anterior. 
De Kinki onírica, una serie monocromática en rosa, amarillo o azul, a tus viñetas más actuales vemos una clara evolución, no solo en el uso de los colores, sino también en el diálogo –que casi ha desaparecido por completo–, en los personajes y me da la sensación que en tu forma de mirar. ¿A qué crees que se debe? ¿Qué ha cambiado?
Kinki onírica para mí fue como descubrir ‘el hacer’ el cómic. Nunca me había atrevido a hacerlo en serio porque no creía que pudiera dibujar la historia tal y como yo quería, más o menos lo mismo que me pasaba con los fanzines. Cuando por fin me puse, descubrí ese sentimiento de libertad que da el crear y sobre todo el hacer cómic, donde las limitaciones a la hora de narrar son poquísimas. Lo único que me interesaba –y que me sigue interesando– es transmitir la sensación de extrañeza y ensoñación, de no distinguir lo que es real y lo que no; pero no le daba tantas vueltas a lo demás, más que nada me lo pasaba bien.
Me gusta y me hace mucha gracia el cine kinki, así que poder hacer yo mi propia serie así me parecía muy divertido. Tampoco pensé que eso fuera a ver la luz cuando lo empecé, y se me ocurrió enviarlo a Tik Tok Cómics cuando la serie ya estaba empezada. Me hizo mucha ilusión cuando me dijeron que sí, y que se publicara me ayudó mucho porque me forzó a continuarla y a mejorarla.
Lo del color ha pasado de una manera bastante natural. Con Kinki onírica, al principio, usaba pocos colores porque no me sentía segura, y luego continué con la monocromía para darle homogeneidad a la serie. Cuando edité Déjà vu empecé a usar más de un color y ahora ya me parece indispensable para transmitir sensaciones y crear atmósferas.
“El agua es el elemento que más me interesa. Me atrae por sus propiedades, que no tenga color, olor, ni forma. Parece algo mágico.”
Además, tus últimas viñetas tienen un marco mucho más conceptual con personajes intimistas, hasta solitarios, que exploran su ser y su contexto y que lejos quedan de la actitud chabacana de la Kinki y sus colegas. Háblanos un poco de estos nuevos personajes, de esta sensación. ¿Es soledad? ¿Abandono? ¿Por qué estos intrigantes y desolados paisajes casi oníricos? ¿Qué te inspira el plasmar estos conceptos?
Me interesa mucho la acción que transcurre en el plano mental y eso es algo bastante solitario. Aun así, no pienso en sentimientos negativos –como el abandono– cuando estoy dibujando, sino en algo parecido al sentimiento de amplitud, de algo vasto, incomprensible e inabarcable. En cuanto a la inspiración, tengo muchos paisajes grabados en la memoria de cuando era pequeña y hacía viajes en coche de diez horas con mis padres con Tangerine Dream de fondo, una experiencia muy extrema, y a veces intento recuperar estas escenas del recuerdo.
Aun así, entiendo que el hecho de que sean mudos y de las diferentes connotaciones que tienen los colores y las situaciones para cada persona hacen que pueda tener muchas interpretaciones y eso es algo que también me gusta. 
En tus últimos trabajos me llama especialmente la atención el uso del color. Naranja, amarillo, azul oscuro y pinceladas de rojo que de alguna manera me lleva a pensar en el continente asiático. ¿Es así?
Sí, algo de eso hay, aunque tampoco es un proceso muy consciente. Es cierto que me gustan mucho las estampas japonesas, sobre todo la obra de Katsushika Hokusai o, ya mucho más reciente, la de Ikko Tanaka. También en cuanto al color todas las técnicas de estampación me interesan porque se tiende a trabajar mediante tintas planas y de tonalidades vivas.
También encontramos motivos que se repiten como el agua, la silueta, el sol o recurrentes vasos de cristal. En concreto hay una simbología recurrente que me llama mucho la atención: una figura moldea su reflejo para luego colocárselo como si de una máscara se tratara. Háblanos de ello. ¿Por qué son estos conceptos los que forman parte de tu imaginario, los que conforman tu simbología? ¿Dirías que en cierta manera buscas hacer pensar al lector o que más bien son un reflejo de tu propia realidad, preguntas y preocupaciones?
El agua es el elemento que más me interesa. Me atrae por sus propiedades, que no tenga color, olor, ni forma. Parece algo mágico. También su gran capacidad de transformar, de alterar las propiedades de otros objetos. Los vasos son una manera de contenerla y darle forma, de acotarla. Estos símbolos y el cómo los uso son, en principio, un reflejo de mi realidad.
Cuando estoy haciendo los cómics lo que quiero es trasladar al lector la misma sensación que a mí me provocan esas imágenes, una sensación que la mayoría de las veces gira en torno al extrañamiento y la paradoja. Tengo claro que es complicado porque el significado de las imágenes es muy subjetivo, más aún si no hay palabras que marquen claramente el camino a seguir. Cuando hay personas que me comentan cómo les afecta lo que hago, tanto si perciben lo que yo he intentado que se perciba o no, me alegra mucho porque algo que nace como un sentimiento individual se convierte en algo compartido.
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Volviendo a tu obra más reciente, Palique. ¿Qué podemos esperar de ella? ¿De qué trata? 
Palique va sobre el diálogo. Son dos historias: Ubicuidad y Lógica. La última es la que más peso tiene en el fanzine y es el cómic del que antes dije que estaba más satisfecha. En el proceso de su creación apenas dudé, tuve todo bastante claro desde el principio –algo que no suele pasarme. En lo visual aparece un plano secuencia de un felino y a modo de voces de fondo transcurre el diálogo entre dos personas. No me gusta decir mucho de qué trata porque prefiero que al leerlo se vaya descubriendo. Podría decir que va sobre la claustrofobia de la lógica, entre otras cosas.
Para terminar, ¿qué le depara el futuro a María Medem? ¿Te encuentras con algún proyecto entre manos? Y si es así, ¿puedes adelantarnos algo?
Ahora mismo estoy terminando un cómic en el que llevo trabajando desde verano y que publicaré con los holandeses Terry Bleu. Estará impreso en risografía y creo que va a quedar precioso porque trabajan muy bien y lo cuidan todo mucho. También empecé ya hace unos meses con otro cómic largo que publicaré el año que viene con la editorial Apa Apa, algo que me hace mucha ilusión, porque todo lo que han publicado hasta ahora es de una calidad increíble. Estoy muy contenta con esos dos proyectos y con cómo están quedando. Por otro lado, me gustaría recopilar todos los cómics que tienen que ver con el agua y autoeditarlos, pero tampoco tengo mucha prisa en ello. Me gustaría que fuera una edición bastante cuidada, así que para que salga bien prefiero ir haciéndolo poco a poco.
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