Siempre conectada a la naturaleza y al campo, María José Llergo encontró en la música la libertad que anhelaba. Desde su estrecha relación con sus abuelos María la Malaña y José el Molinero, dos de sus pilares fundamentales, hasta los más de 10 años de formación en el conservatorio, donde encontró “un lugar seguro donde desarrollar” todas las experiencias (y emociones) vividas que han hecho de la cordobesa la artista que conocemos. “En esta profesión es muy fácil perderse a uno mismo”, reconoce, mientras recalca la certeza que conocer y tener presente sus orígenes le ha dado en su camino. Y es precisamente por este motivo por el que la sinceridad, con su entorno y consigo misma, ha sido primordial desde que se adentrase en la industria musical. “Les dije que si me veían como un producto al que cambiar y moldear, íbamos a tener un problema”.
A principios de 2020, María José desvelaba su primer álbum, Sanación, un trabajo definido por la intérprete como “disco de autor”, en el que la eterna esencia del flamenco se impregna de misticismo y simbología con un marcado carácter andalusí. Crítica ante la insuficiente implicación con la preservación de la herencia cultural del pueblo gitano por parte de las instituciones, la artista hace de la realidad que le rodea auténticas poesías melódicas, que encierran reivindicación y denuncia. ¿Su propósito para 2021? Seguir creando. “No salgo del estudio, formo parte del mobiliario”, comenta entre risas.