A pesar de la aparente simpleza de sus obras, el artista madrileño Marco Godoy consigue mostrar y exponer temas sociales con un poder descomunal mediante el uso de la simbología, desde el puro tratamiento del significado de una moneda, hasta la realización de elementos para las protestas del estallido social chileno. Artista y activista, Godoy percibe todos los elementos de su entorno y usa todo aquello que le afecta para transformarlo en arte.
Al buscar tu nombre aparecen varias exposiciones como La distancia que nos separa, Lo que aún queda por hablar o The fiction of power. ¿Quién es Marco Godoy?
Soy un artista que se interesa por entender cómo nos relacionamos, ya sea a través del poder, de los afectos o de la historia.
Me parece que tu trabajo es tanto conceptual como activista, ¿cómo definirías tu estilo?
Cuando estaba más vinculado a los movimientos sociales para ellos siempre respondía al perfil de ‘artista’, y luego entre la gente del arte era el que parecía ‘activista’, así que me di cuenta que era más desde dónde estás intentando definir la práctica. Aun así no me preocupa si es una cosa o la otra. Tengo varias líneas de investigación que se van tejiendo entre ellas, según los temas y el momento.
Las formas de materializar los trabajos cambian, las obras se adaptan en los formatos pero suelo trabajar con vídeo, escultura y procesos colaborativos. Me preocupa entender cómo nos relacionamos y cómo eso afecta a nuestros espacios, a la construcción de la historia, a la proyección de futuro, al poder político o la gestión de los afectos.
¿Cómo se consigue esconder un mensaje tan amplio en un objeto tan pequeño, como puede ser una moneda como en tu proyecto Devaluing an image, en el que física y metafóricamente devaluaste monedas en euros al limarlas hasta que no tuvieran imagen?
Hay objetos con un poder simbólico muy fuerte y que suponen un ritual entre nosotros. El dinero, por ejemplo, es el más evidente porque funciona como un acuerdo de valor entre personas, pero no hay una relación real entre el objeto (moneda en este caso) y el valor de cambio. Entonces, ¿dónde está el valor? A la moneda le legitima la imagen en relieve, que al desaparecer también rompe ese ritual de valor. Me interesa ese momento de extrañamiento, que casi parece magia, la imagen se convierte en el compuesto alquímico. No se trata de convertir el plomo en oro, sino en hacernos creer que la imagen es la que dota de valor un objeto.
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La crítica social es uno de sus temas centrales, como por ejemplo tu proyecto No es tiempo para metáforas en el que hablas de la crisis económica española y la hambruna que deja en el pueblo español. ¿Qué te llevó a basar tu arte en estos temas y no en otros? ¿Cómo crees que el arte puede cambiar nuestra sociedad?
Aunque me gustaría pensarlo así, me temo que no creo que el arte sea una herramienta de cambio social por sí misma, sin embargo estoy convencido que pertenece a un red de otras expresiones que nos permiten entender puntos de vista sobre lo que nos pasa, muchas de ellas a través de un lenguaje menos racional pero igual de potente. Y que es este sistema de distintas disciplinas, no solo del arte, donde se mezclan palabras, imágenes y experiencias, de las que también participa el arte, que tiene una capacidad de cambio sobre cómo imaginamos la sociedad.
Y que la práctica artística forma parte de un sistema de distintas disciplinas donde participan las humanidades, el cine, que atraviesan lo que vivimos. Todas ellas se mezclan, generando palabras, imágenes y experiencias, y entre ellas tienen la capacidad de generar cambios sobre cómo imaginamos la sociedad.
No es tiempo para metáforas era una respuesta, cruda y directa, para que dentro de la sala de exposiciones se hiciera alusión a lo que estaba pasando en España en el marco de la crisis financiera que nos atravesó.
Tu proyecto Al servicio de la visión presenta escudos antidisturbios con espejos diseñados para ser usados en protestas a favor de los derechos humanos y para conseguir una sociedad más igualitaria. ¿Cómo se te ocurrió esta idea y qué impacto tuvo en las protestas de Chile?
En los últimos años he ido mucho a Chile y es un país con el que tengo un vínculo muy fuerte. Cuando comenzó el estallido social chileno yo estaba allí, y redirigí el proyecto artístico que estaba haciendo en Santiago para primero observar y aprender que estaba pasando en la Plaza Dignidad, el centro de la protesta. Lo primero fue poder generar una herramienta: escudos que permitieran a los manifestantes defenderse de los Carabineros, que estaba dejando ciegos a los manifestantes disparando perdigones contra ellos. Aprovechando los recursos que tenía de la exposición de arte, lo encaminé a hacer todos los escudos que fueran posibles, que fueron sesenta, y repartirlos entre los que estaban en primera línea, que son personas anónimas que contienen la violencia policial para que la manifestación pueda ocurrir.
Estos escudos tenían una doble función, reflejar la imagen y deslumbrar. Usando la luz del sol para deslumbrar a Carabineros y poder pararlos sin tener que tocarlos. A través del reflejo teníamos un pequeño ejército de luz. Al servicio de la visión surgió de estar en la calle y responder a lo que pasaba. Ahora es una oportunidad para hablar de lo que se vivió en Chile, un proceso de revuelta que dejó más de cuatrocientas personas que perdieron parcial o totalmente la visión por violencia policial, y que ha terminado cambiando la Constitución del país. Una experiencia que aún me atraviesa.
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¿Cuál es tu proceso creativo? Más importante aún, ¿qué te inspira para crear?
Trabajo con lo que tengo cerca, con lo que me afecta. Me emocionan los momentos de imaginación colectiva, trabajar para proyectar el futuro, para enfrentarse a la autoridad. Me afectan los gestos que nos ayudan a estar juntos, a trabajar menos desde la ideología y más desde el vínculo. En todo esto hay una proyección para generar mundos nuevos, lo que nos ayudan a estar en relación al otro. Pienso en una pintada de la protesta en Chile que decía “ven, seremos”, el estar juntos con esa doble función de ‘venceremos’, el empoderamiento colectivo.
La creatividad suele ser un talento único. Siempre se les da más importancia a las ciencias y a las nuevas tecnologías, pero el arte, la imaginación y la creatividad son algo que poca gente tiene y entiende. Tu arte puede parecer fácilmente comprensible porque trata temas sociales bastante comentados, pero hay otras corrientes artísticas que necesitan de una interpretación como pueden ser las obras de Henri Matisse, Jackson Pollock o Vasily Kandinsky. ¿Cómo crees que la concepción del arte evoluciona? ¿Te ha sido fácil ser artista y encontrar tu estilo?
La creatividad es algo con lo que contamos todos y la idea de artista genio es algo romántica y limitadora, no estoy nada de acuerdo que sea un talento único, todo lo contrario. Una vez escuché a la historiadora Julia Ramírez hablar de la definición de arte no como un sustantivo, sino como un verbo, donde lo importante es lo que hacemos con él y lo que genera: la acción. Me acuerdo de esas palabras y pienso que no hay una concepción fija de lo que es arte, sino un lugar de acción que se practica en todos los ámbitos de la vida y no solo por los que están profesionalizados en él.
2020 ha sido un año un tanto terrible, ¿crees que se puede sacar algo bueno de esto? ¿Veremos alguna obra tuya inspirada en esta situación de pandemia mundial?
Aún es pronto para sacar conclusiones, pero si tenías algo que cambiar, y no lo hiciste durante la pandemia, perdiste una oportunidad. La pandemia lo ha parado todo, nos ha obligado a estar en un mismo sitio y centrarnos en nosotros. En mi caso llevaba 10 años fuera de Madrid y la pandemia me hizo volver y asentarme. En parte lo agradezco.
Pero en lo que más me ha afectado la pandemia es en la forma de producir los trabajos. Con todo quieto, las instalaciones grandes y los videos ambicioso han carecido de sentido. He tenido que buscar formatos más sencillos y autosuficientes como el dibujo, que me ha permitido otra relación con mi trabajo, más íntima y abstracta. Aunque llevaba años dibujando ha sido este parón lo que me ha permitido centrarme y hacerlo parte de la obra.
Para concluir, ¿cuál es el mejor consejo que ha recibido tanto en lo personal como en lo profesional?
Los consejos han ido cambiando con el tiempo, y no me fiaría de ninguno en concreto para escribirlo en piedra. Imagínate, si últimamente hasta los monumentos se caen, los consejos según pasa el tiempo también es difícil mantenerlos en pie.
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