Marc lo tiene claro, sabe lo que quiere y cómo lo quiere e irradia una sorprendente seguridad, un aplomo atípico de su joven edad. Su rostro frío choca con el calor que irradian sus canciones, cargadas de ritmo y sentimiento. Junto a su inseparable Xavibo, compositor y amigo, los dos han llegado a Madrid desde Mallorca para vivir el sueño, siempre, eso sí, bajo sus propias normas.