Mar de Dios es una artista bizkaina especializada en cerámica quien combina elementos funcionales de la vida cotidiana con figuras contemplativas, creando formas indefinidas y de libre interpretación. Reconsiderando la cerámica y buscando su revaloración como técnica artística, la artista crea figuras híbridas entre la funcionalidad y la estética. No solo muestra su creatividad a través de sus figuras, sino que potencia la de sus espectadores, creando un espacio de reflexión crítica y creativa: “Considero el arte como un lenguaje autónomo per se. Sin necesidad de ser traducido o masticado. Todas tenemos dientes. Además, en toda traducción, hay parte del alma del lenguaje de origen que se pierde, que no se puede aprehender.” Y es que su obra no necesita traducción alguna porque es alma pura.
En primer lugar, me gustaría saber más sobre tus inicios, ¿cómo te interesaste por la cerámica? ¿Quiénes son los ceramistas que más te inspiran?
Cuando pienso en mis inicios en la cerámica, en realidad me voy a un año antes de empezar a estudiar esta disciplina, que fueron 2 años de Máster en la Universidad del País Vasco, en el 2017 y 2018.
Este año anterior cursé un Máster de Investigación en Arte en Madrid. El exceso (para mi gusto) de mente y academia que se vertían en todas las asignaturas me generaron un quiebre con el arte en general. Era muy joven y realmente fue una crisis con la que lo pasé mal, porque perdí toda la fe que había depositado en el arte. Cuando volví a Bilbao, y después de un año dando tumbos laborales, decidí inscribirme en el Máster de Cerámica. Mi intuición me decía que una vuelta a las manos, a lo corporal, era lo que necesitaba. Y así fue, porque a través del cuerpo, la mente se fue poniendo en su sitio.
Como referentes, me fijo mucho en el trabajo de ceramistas de Japón que sigo por redes sociales, país en el que pasaré julio y agosto realizando un proyecto, para mi suerte. Por poner algún nombre, mencionaré a Takuro Kuwata.
Algunas de tus piezas son visiblemente cerámicas, otras no son tan evidentes, ¿todas tus piezas están hechas únicamente de cerámica o incorporas otros materiales en ellas? ¿Cómo consigues crear ese efecto ‘metalizado’?
Efectivamente todas mis piezas incluyen únicamente materiales cerámicos, desde el barro hasta los acabados en color, que pueden ser engobes (explicado muy sencillo, barro con gran parte de agua y pigmentos) o esmaltes. El acabado ‘metalizado’ que mencionas es un producto que se llama lustre. El lustre, que en mi caso suele ser de platino u oro, se aplica en lo que llamamos Tercer Fuego, por encima del esmalte. Es un material que en ‘crudo’ tiene un color cobrizo o betún, y que con el calor del horno (en concreto a unos setecientos cincuenta grados) se transforma en platino u oro.
Has expuesto tu obra Batzuk en Tabakalera, San Sebastian. En ella reúnes más de treinta cerámicas contemporáneas y coloristas, aunque en tu práctica también creas objetos como jarrones, vajillas, lámparas, juegos de té… ¿qué define lo que es contemplativo de lo que es funcional?
Hay mucha literatura escrita al respecto de este tema, que viene de antiguo, y es algo que en las aulas de las universidades y escuelas de arte nunca se ha dejado de hablar. Y está bien que así sea, porque todo lo que se sigue cuestionando genera pensamiento en torno a sí, y esto a su vez genera movimiento, trabajo.
Este tema me tuvo pensativa mucho tiempo, años. Inicié una tesis doctoral en torno a ello, que después abandoné. Y es que decidí, después de mucho rumiar, soltar. Soltar porque en realidad da igual. Personalmente creo en lo híbrido, en lo del medio, en lo que es difícil de medir y de definir. Para mí está ahí lo fértil. No digo que siempre lo haga, ya que cuando me encargan un juego de té, me centro en cuestiones prácticas como la ergonomía, el tamaño… voy a lo concreto y a la practicidad. Pero en mi práctica artística no pienso en esta ni otras cuestiones. Dejo apartado todo lo que creo saber y simplemente, hago.
Sin embargo, para quien quiera indagar más en torno a estas cuestiones recomiendo la lectura de El lenguaje de las cosas de Dejan Sudjc y La belleza del objeto cotidiano de Soetsu Yanagi.
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Batzuk hace referencia a lo indefinido, rompiendo con la dicotomía texto-imagen. Y es que en varias ocasiones has señalado lo complicado que te resulta traducir el lenguaje creativo. ¿Son piezas de libre interpretación o tienen una intención comunicativa?
Parto de la base de creer que toda manifestación artística es de libre interpretación. En ninguna de mis exposiciones hasta la fecha he introducido ningún texto explicativo, ni tan siquiera una cartela que señale el título de las piezas, ya que son elementos con los que me da miedo poder acotar la propia creatividad del espectador.
Una de las mejores cosas de mi trabajo es cuando la gente se me acerca en las muestras y señala las piezas contándome lo que les evocan. He oído de todo: juguetes sexuales, elementos de tortura, piercings, personajes o mascotas…
Soy bastante esquiva y cuidadosa a la hora de contestar preguntas del tipo qué quiero comunicar con mi trabajo. Y no porque quiera levantar ningún tipo de misticismo. Es un acto de resistencia y solidaridad con mis compañeras artistas. Considero el arte como un lenguaje autónomo per se. Sin necesidad de ser traducido o masticado. Todas tenemos dientes. Además, en toda traducción, hay parte del alma del lenguaje de origen que se pierde, que no se puede aprehender. Resistir esa traducción es ir a ese alma y simplemente vivirla. Lo que sea que eso pueda significar para cada una.
Este proyecto se presenta como una representación de lo irracional, de lo diferente, esquivando los marcos narrativos establecidos y sugiriendo pensamientos alternativos. ¿Por qué crees que es necesario este discurso? ¿Consideras que el aceleracionismo artístico está limitando la creatividad?
Para empezar, no creo que el aceleramiento se esté dando solo en las artes, si no en la vida en general. La velocidad en la que se sucede todo se multiplica de forma proporcional cada día, y en concreto en lo que a nosotras –las artistas– respecta, se traduce en un tener que responder a unas demandas y unos tiempos que no se corresponden con la realidad del trabajo en arte.
Hoy en día, la productividad y el triunfo de un artista se miden en la cantidad de publicaciones de Instagram, que reflejen la cantidad de logros, como exposiciones, ferias, publicaciones… Simplemente no es real ni sostenible. La creatividad y la creación van por otro lado, son ritmos desacompasados.
Batzuk fue una propuesta para “Un público sin tiempo para frenar, que invitaba a estar, desacelerar el cuerpo y a activar otros imaginarios posibles”, cómo escribió la comisaria Ane Lekuona en el texto de la exposición. Para las dos, lo más importante a la hora de articular la muestra, era “Esquivar los marcos narrativos o la necesidad de Occidente por racionalizar las incertezas” (cómo también se puede leer en su texto).
Mientras sucedía la exposición Batzuk, publicaste el libro Home, Casa, Hasiera en colaboración con Peio Aguirre, diseñado por Ffraca Design Office, con fotografías de Mikel Godoy y textos de Estrella de Diego y Pilar Blanco. ¿Cómo entrelazas la complicada traducción de la palabra ‘hogar’ con la relación entre los objetos en el ámbito de la cotidianidad? ¿Por qué la incorporación del inglés, español y euskera en el título?
El título no es sino un guiño y una referencia más al tema de la traducción del trabajo en arte, del que hablábamos antes. “Home, Casa, Hasiera” viene de una anécdota en la que un amigo inglés, nos envió a mi compañera de piso y a mí un corazón grabado en madera con esas palabras, para colgar en la puerta de entrada. Él buscó la traducción de la palabra home en Google, que le devolvió casa y hasiera. Hasiera, en euskera, significa literalmente comienzo o inicio. Tradujo home como el inicio de las páginas web.
Para darle estructura y narrativa a la publicación, y que no fuese un catálogo al uso de fotos de mis piezas con fondo neutro, se nos ocurrió la idea de acudir a los hogares de las compradoras de dichas piezas y retratarlas en su nuevo hábitat y cotidianeidad. Solo les pedimos naturalidad y nada de disfraz en cuanto a cómo y dónde habían emplazado las obras. Así, en el libro se reúnen una suerte de imágenes que nos muestran diferentes escenarios de cotidianeidad, con pequeños vistazos a las vidas de esas personas: fotos de familia, dibujos, demás objetos, polvo sobre la mesa… Todo esto conforma (o puede que no) lo que es un hogar. Hay tantas traducciones de esta palabra como personas hay en el mundo.
Después, dentro del libro, nos encontramos también con los textos de Peio Aguirre, Pilar Blanco y Estrella de Diego, que tratan sobre estos temas, además de otros como la ritualidad ligada a la cerámica, la estética, lo doméstico, el papel de la mujer en la historia de esta disciplina…
Tu obra en general está definida como una reivindicación a la complejidad de trabajar con cerámica, ¿crees que es una técnica infravalorada?
Creo que sí ha podido ser una técnica infravalorada hasta ahora, dentro de la esfera del arte contemporáneo. Dentro de esta esfera, a veces, lo que pueda tener cierta connotación de uso o utilidad queda relegado a algo que no puede ser etiquetado como “arte”. Y a la cerámica le ha costado (y aún hoy en día le sigue costando) quitarse la etiqueta de alfarería, vasija, botijo, cuenco, cacharro. Que nada tienen de malo o peyorativo, pero simplemente no entran en esa esfera.
Como dice Sudjc en El Lenguaje de las Cosas, “supone una curiosa paradoja que incluso las personas más pragmáticas tiendan a valorar lo inútil por encima de lo útil”, y hace una serie de disertaciones que nos ayudan a entender por qué en el último siglo y medio hemos entendido el diseño como una actividad menor en comparación con el arte. Creo que esto es lo que le ha sucedido a la cerámica en comparación con otras manifestaciones artísticas, como han podido ser la pintura, el videoarte, el arte sonoro, la performance, la escultura, la instalación…
Sin embargo, creo que en los escasos últimos cinco años esto está comenzando a cambiar. Está sucediendo un mirar hacía esta disciplina y replanteamiento de ésta. Cada vez más artistas la acogen, temporalmente o no, como su lenguaje. Creo que es un momento muy interesante para la cerámica, y que cada vez veremos más trabajos e investigaciones de calidad en torno a ella.
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Me encantan los colores que combinas en tus obras, especialmente los seleccionados para Kata, la oposición entre piezas macarras y puntiagudas frente a formas esféricas y cutes es muy chula, ¿por qué esta elección de contrastes?
Tal y como he mencionado antes, mi forma de trabajar es más un soltar toda narración mental y dejarme llevar por lo corporal: lo que me va sugiriendo la propia corporalidad del barro, y cómo se va sucediendo la mía propia en confrontación. Es más intuitivo que otra cosa. No boceto previamente, por ejemplo. Toda la narración o literatura que lleva mi cuerpo de trabajo ha sido posterior al proceso, no anterior. Y se lo han dado otras.
La vida se vive hacia delante y se entiende hacia atrás. Muchas veces el trabajo en arte también.
Has participado en innumerables concursos de cerámica y has sido premiada en numerosas ocasiones, ¿qué te han aportado estos concursos? ¿Por qué es necesaria su celebración?
Los concursos de arte son una forma de darte a conocer, sobre todo cuando estás empezando. Son una forma de establecer redes y de hacer que tu nombre vaya sonando. Para las artistas jóvenes, aportan cuerpo y seriedad al currículum; y en el caso de ser premiadas, la dotación económica supone una ayuda a la creación y al mantenimiento de tu práctica, que en el caso concreto de la cerámica es muy costosa, debido a toda la infraestructura que precisa: estudio, espacio de almacenamiento, horno, herramientas, materiales…
Para finalizar, ¿puedes adelantarnos algún proyecto en el que estés trabajando?
Como he mencionado, pasaré julio y agosto en Japón, en la residencia para artistas Paradise Air, en Matsudo, realizando un proyecto en torno a mi práctica en la cerámica.
Ahora mismo me encuentro produciendo nuevas piezas para mi próxima exposición en octubre, en la galería Filet de Londres, junto a la artista Natalia Suárez, en el marco del proyecto B.A.C.E. Project, fundado por la galería Aldama Fabre.
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