Mai Blanco siempre había estado rodeada de pintura, ya desde su infancia, e incluso llegó a ganar un premio de dibujo con cuatro años. Ahora, años más tarde, con su excepcional estilo que huye de aquello que es canónico, se reafirma como artista que busca lo interesante en los límites, donde afirma que siempre pasan y se encuentran las cosas más interesantes. Además acaba de exponer en la galería Miscelánea de Barcelona la serie Mujer flor, una crítica total a los estereotipos de la debilidad de la mujer, siempre relacionada con la naturaleza para dejar ver que, erróneamente, es delicada como una flor.
Para aquellos lectores que no te conozcan, ¿podrías presentarte?
Me llamo Mai y soy una artista asturiana afincada en Barcelona. La pintura es el medio con el que me siento más cómoda, por eso siempre me presento como pintora. Disfruto mucho de la soledad, sobre todo para crear porque me permite perderme en mi mundo y eso me encanta. Claro que, si se organiza un buen sarao, no puedo resistirme y tengo que acudir allí donde se tercie.
¿Cómo aparece el arte en tu vida? ¿Fue una decisión fácil para ti dedicar tu vida al mundo del arte?
En mi caso no siento que haya sido una elección, sino algo que me ha acompañado desde siempre. Mi padre es pintor, por lo que he crecido rodeada de tubos de pintura. A los nueve años decidí que quería ser escritora porque en el colegio era en lo único que destacaba y eso me hacía sentir especial. Por aquel entonces escribía poemas fusilando a Gloria Fuertes. En la adolescencia, era más de Kerouac y Baudelaire (claro que, aún no era consciente de lo misóginos que eran).
Cuando tuve que elegir entre bachillerato de artes o de letras, escogí el de artes porque eso significaba salir del instituto de mi pueblo para ir a estudiar a la Escuela de Artes de Oviedo. Trasladarme allí, conocer artistas, gente nueva e interesante me parecía mucho más divertido que quedarme en el pueblo, ¡y así fue! Estuve cuatro años allí, donde acabé un grado superior, y luego ya me vine a Barcelona a estudiar Bellas Artes. Soy muy soñadora y pasional, con las cosas importantes de la vida siempre me he movido por impulsos, lo que me ha llevado a cometer muchos errores; pero el arte siempre ha sido un gran acierto.
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Tu carrera artística, más a nivel profesional, empezó a despegar gracias a los encargos que te llegan vía redes sociales. ¿Piensas que sin ellos tu vida sería muy distinta a lo que es ahora?
Como ya te he dicho soy bastante soñadora, así que me resulta muy difícil pensar la vida fuera de las películas que me monto. Aunque los encargos no hubiesen llegado, habría encontrado la manera de seguir pintando y haciendo las cosas que hago. Obviamente ahora me siento mucho más libre y más feliz que cuando me pasaba la mitad del día trabajando como camarera o como dependienta, pero en esencia la vida sigue siendo la misma: luchar, amar e ilusionarse.
Tienes un estilo que parece realista, no por la manera de representar, sino por la expresión de los personajes que pintas. ¿Qué quieres reflejar con ellos? ¿En qué están basados tus personajes?
Creo que lo que nos diferencia de otras especies es que los seres humanos siempre estamos creando. Creamos realidades para dar sentido a las cosas dentro de una realidad que no entendemos, y así nuestra existencia se hace mucho más soportable. Algunos creen en Dios, en la ciencia o en el horóscopo, yo creo en la creación misma y utilizo la pintura para dar sentido a las cosas que para mí carecen de ello.
El ser humano me fascina y me asquea a partes iguales, por lo que en esta vida no solo disfruto representando mi película sino que también me encanta observar las películas de los demás. Cuando sitúas a los personajes ahí, dentro del cuadro, se convierten en actores escenificando algo o escenificándose a sí mismos dentro de un marco más o menos planificado. Para mí, la pintura tiene mucho que ver con el cine, el cómic, la fotografía, el teatro, o la vida misma. Siempre estamos representando algo frente a nosotros mismos o frente a los demás.
Tus cuadros están llenos de color y de figuras caricaturescas, ¿cómo es el proceso para hacer un cuadro? ¿Qué debe tener un tema, personaje o momento para que decidas inmortalizarlo?
Pues hasta hace bien poco, simplemente buscaba fotografías o personas a las que fotografiar cuyas caras despertaran en mí algún tipo de interés. A raíz del último proyecto he cambiado bastante mi forma de trabajar, básicamente porque me ha surgido la necesidad de incluir más elementos en la escena. El primer paso del proceso consiste en crear una imagen mental sin pensar demasiado, hasta que esa imagen borrosa e imprecisa va tomando forma en mi cabeza. Entonces intento darle un sentido a través de la escritura, buscando referentes, dibujando o leyendo cosas.
A continuación pienso en cómo podría representarlo. Si lo veo factible, entonces monto un escenario con todos los elementos necesarios, contacto con amigas o personas de mi entorno para que hagan de modelos, les explico la idea a grandes rasgos y les invito a que se vengan al estudio a maquillarse, disfrazarse e improvisar; una vez los tengo ahí disparo miles de fotos, hago una selección y utilizo esas fotos como referentes para pintar. Siempre busco personas con fuerza para mis cuadros, así es mucho más fácil, solo tengo que ponerlos ahí y el trabajo se hace solo.
“Con las cosas importantes de la vida siempre me he movido por impulsos, lo que me ha llevado a cometer muchos errores; pero el arte siempre ha sido un gran acierto.”
Acabas de exponer por segunda vez de manera individual, así que cuéntanos, ¿cuándo fue la primera vez que expusiste? Para ti, ¿es mucha la diferencia entre exponer sola a exponer con otros artistas?
No tendría más de cuatro o cinco años. Gané un concurso de pintura infantil que organizaban en mi pueblo; hicieron una exposición con las obras seleccionadas y premiadas del concurso, organizaron una ceremonia en la plaza mayor con entrega de premios, banda de música y de todo. Aquel día me dieron una copa dorada enorme que tuve que sujetar con las dos manos y el fotógrafo del pueblo me sacó una foto que mi madre tiene enmarcada en el salón. En las exposiciones en grupo el trabajo se reparte mucho más. Llenar una sala de exposiciones una sola requiere mucho más esfuerzo y más responsabilidad, pero también eres más libre. Yo lo veo como la ocasión ideal para darlo todo y desnudarme frente al mundo. El subidón que da eso lo compensa todo.
Tu primera exposición solitaria fue Save the Weird, ¿en qué se basaba? ¿Intentaste explicar una dualidad entre este punto extravagante que quieres dar a tus personajes con lo que explican con su expresión?
Save the Weird parte de la premisa de que los límites son los lugares donde suceden las cosas más interesantes. Entre la verdad y la mentira, entre lo bello y lo feo, entre lo profano y lo sagrado. Yo creo que el mundo es un lugar caótico y desordenado, por eso la belleza para mí no está en la perfección sino en aquello que nos hace sentir más vivos. Baudelaire decía que lo bello es siempre raro: la irregularidad, lo inesperado, la sorpresa o lo asombroso constituyen una parte esencial de la belleza. Los cánones, los patrones y lo normativo son lugares comunes donde refugiarse de la incertidumbre, pero ahí la vida deja de ser interesante; puro aburrimiento.
Acabas de exponer en la galería Miscelánea de Barcelona Mujer flor, una crítica a la analogía que compara a la mujer con el mundo vegetal. ¿Es una subversión total ante esta relación que se le ha dado a la mujer como algo delicado como una flor o el concepto de mujer florero, por ejemplo?
Totalmente. A lo largo de la historia siempre ha prevalecido una representación de la mujer terriblemente dual. Por un lado, frágiles, sensuales y bellas: mujer jarrón, mujer florero, mujer fruta exótica, mujer contenedor de semillas –siempre al servicio del placer y el disfrute del hombre. Por el otro lado, mujer fatal, mujer histérica, pecadora, puta o dicho de otra manera, mujer contenedor de basura en el que depositar toda la mierda y la culpa de la humanidad –desde que Eva comiera la manzana e incluso antes. Desde el origen de los tiempos son innumerables las alegorías que establecen una conexión entre la esencia de la mujer y la naturaleza a través de los ciclos lunares o los de la siembra (mujer flor, mujer semilla, mujer fruto prohibido).
Como la cultura con todos sus símbolos no desaparece sino que se transforma, llegados ya los tiempos modernos y tras la declaración universal de los derechos humanos, las mujeres comienzan a exigir sus derechos como ciudadanas. Muchos de sus coetáneos masculinos (muy avanzados que eran ellos y muy de izquierdas) utilizaron esta imagen de la mujer ligada a la naturaleza para intentar desacreditar los intentos de emancipación mediante estudios supuestamente científicos que presentaban a la mujer como ser irracional, intelectualmente inferior, más cercano a lo salvaje, perfectamente apto para la crianza y el cuidado de los hijos, pero mucho menos evolucionado que los hombres para la vida social y, por lo tanto, incapaz de ejercer su autonomía. Con todo, actualmente estos estereotipos no han desaparecido, continúan grabados a fuego en nuestro subconsciente y son utilizados constantemente.
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Las expresiones que vemos en las mujeres representadas están llenas de teatralidad, tanta, que parece incluso una burla. ¿Se están riendo de esta visión retrógrada (y masculina) de una mujer pasiva que solo sirve para dar placer e hijos?
Sí, sí, es justo eso. Tiene mucha gracia porque lo que me ha pasado con Mujer flor es que cuando estaba preparando el proyecto para presentar a la Galería Miscelánea, me esforcé mucho en mostrar una imagen de la mujer fuerte y poderosa, y por más que lo intentaba solo me venían a la mente imágenes de mujeres lánguidas de miradas vacías, escenificando el eterno y patético papel de musa de siempre. Eso me hizo entrar en una especie de conflicto conmigo misma porque mi cabeza parecía incapaz de liberarse de aquella imagen mental impuesta por el patriarcado.
Finalmente, llegué a la conclusión de que no podía ser de otra manera: si aquello estaba allí era por algo, y auto-censurarse no serviría para nada, así que decidí darle la vuelta. Comencé a entender y aceptar aquella escena como una especie de broma y eso me gustó. A fin de cuentas, el teatro popular de toda la vida, desde la Grecia clásica hasta la Comedia del Arte del s. XVI, ha sabido representar la miseria humana con humor y todo el mundo lo ha entendido perfectamente. Lo que hice entonces fue montar un escenario: compré frutas, telas de colores, cientos de flores de plástico, (¡me gasté la pasta en el chino de la esquina!), y ya por último, llamé a algunas amigas para que vinieran a casa a jugar al teatrillo.
Ahora que ya has expuesto en grupo y en solitario, ¿estás preparando tu tercera exposición? ¿Qué tema te gustaría tocar esta vez?
Hacer una exposición en solitario ocupa tanto tiempo y mueve tantas cosas que cuando acabas siempre queda una sensación de vacío que hay que llenar, así que empiezo a pensar en la siguiente desde el minuto uno e incluso antes, (pintando las obras de Mujer flor ya estaba pensando en cosas que podía hacer para la siguiente). Una cosa siempre te lleva a la otra, por eso las exposiciones no son algo separado entre sí sino que yo entiendo que existe una continuidad. El tema es algo que aún tengo que desarrollar.
Finalmente, ¿qué otros proyectos quieres abarcar en un futuro no muy lejano?
Pues justo ahora estoy preparando una pequeña serie de retratos en pequeño formato a partir de algunas imágenes del fotógrafo Pablo de Pastors. Hace ya algún tiempo nos encontramos en una fiesta y hablamos de que sería divertido hacer algo juntos. Siempre es interesante colaborar con gente con la que conectas y a la que admiras.
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