En un país como España donde –a pesar del talento– la danza y todo aquello que tiene que ver con el arte performativo se sostiene por un hilo muy fino, es toda una maravilla ver que hay quienes consiguen sacar adelante propuestas atrevidas y cargadas de intención y crítica. La bailarina y performer barcelonesa Mabel Olea explora las torsiones y los límites a los que puede llegar su cuerpo, pero ella ve su trabajo como un juego.
“Los cuerpos siguen estando en un estado de sexualización muy grande, pero creo que apropiarnos del concepto y reconocernos en él es cómo conseguimos reapropiarnos de nuestros cuerpos y hacer con ellos lo que nos apetezca, sexualizando lo sexualizable para elevarlo y crear un material crítico”, nos dice Olea. Y es que hay que darle la vuelta al papel que puede tener la danza respecto a la imagen y la autoestima (que, como es sabido, promueve dinámicas destructivas como dietas o la obsesión por la autoimagen). Debemos escapar de los requerimientos tan estrictos y, en su mayoría, poco saludables que solo hacen que degradar nuestra relación con los cuerpos. La danza y la performance pueden ser la perfecta combinación para huir de esta constante deshumanización en la que nos encontramos sometidas, sobre todo las mujeres, y podemos descubrir en ellas una forma de liberación.

El componente social siempre está presente en sus obras, sea tratando conceptos como la imagen, la sexualización, los conflictos de exponerse en redes, el querer gustar a los demás… Tras formar parte de obras como Comedia sin título dirigida por Marta Pazos o en la propuesta de Ay mamá de Rigoberta Bandini, este fin de semana presenta Japan, su primera pieza de gran formato en el SAT (Teatre de Sant Andreu) de Barcelona. Hablamos con ella sobre el poder crítico de la danza y su próximo gran estreno. ¡No te lo pierdas!
¿Quién es Mabel Olea?
Mabel Olea es una bailarina y performer. Creo que a veces acotar quién eres por lo que haces es muy limitante, pero no puedo definirme de otra forma que no sea esa. Me considero fundamentalmente bailarina, independientemente de que me contraten o no, este es mi lugar en el mundo. Podría decir que Mabel Olea es una hormiga.
Cuéntanos, ¿cuál es el primer recuerdo que tienes de entrar en contacto con el baile?
Cuando trato de conectar con ese recuerdo, pienso en una niña anotando múltiples coreografías en una libreta con ilusión y entusiasmo. Aún guardo alguna libreta de esas y releerla me genera una ternura inmensa, pensar que aquello que hacía entonces podría llegar a ser mi trabajo en la actualidad es realmente emocionante.
Mezclas la danza y la coreografía con lo performativo para explorar los límites del cuerpo. ¿Cómo describirías tu trabajo y tu movimiento?
En la base de mi trabajo hay algo que para mí es primordial y es el poder jugar. Jugar con el cuerpo e intentar llegar a sitios complejos físicamente por sus torsiones y encajes. Me encanta imaginarme como un dibujo animado capaz de saltar de una cosa a otra en muy poco tiempo, y eso creo que genera un estilo muy concreto, porque me da unas tensiones y unos matices determinados a nivel físico e interpretativo que definen por completo mis propuestas escénicas, llenas de muchos estados y pensamientos que ocurren a la vez produciendo escenas satíricas, crudas, tiernas…
Escritoras y activistas feministas como Silvia Federici hablan del papel de la danza en la liberación de las mujeres. Sabiendo que nuestros cuerpos han estado y están en constante sexualización, ¿consideras que la danza puede ser una herramienta para reapropiarnos de nuestros cuerpos?
Sí, por supuesto. Considero que la danza tiene un poder tremendo en ese sentido. A mí me gusta mucho utilizar metáforas y crear imágenes sugerentes con el cuerpo para lanzar mensajes sobre los cánones de belleza y el cómo agradar a los demás. Los cuerpos siguen estando en un estado de sexualización muy grande, pero creo que apropiarnos del concepto y reconocernos en él es cómo conseguimos reapropiarnos de nuestros cuerpos y hacer con ellos lo que nos apetezca, sexualizando lo sexualizable para elevarlo y crear un material crítico.
Comedia sin título es una puerta hacia un teatro nuevo, una invitación a recorrer nuevos caminos, cuidándonos las unas a las otras”, dice Marta Pazos, directora del montaje de la obra inacabada de Federico García Lorca que estuvo en función a finales del año pasado. Estuviste dentro del reparto, formado por un elenco de jóvenes actores y artistas. ¿Cuáles crees que fueron los elementos clave para que la obra resultase tan impactante para el público?
Creo que una de las cosas más importantes del montaje reside en el proceso de este. Marta creó un equipo maravilloso que conectó de una forma muy especial desde el principio, y eso ya construía una base muy valiosa de humildad y de respeto por y para la propuesta. Marta es una mujer que admiro mucho, tanto a nivel personal como profesional, tiene algo chulísimo y es que juega con los colores y las texturas con una sutilidad bellísima, creando cuadros en movimiento con escenas muy rocambolescas, como si estuvieras soñando despierto. Y eso impacta, claro.
Hace poco estuviste en el IDEAL (el Centre de les Arts Digitals de Barcelona) para la exposición Active, Activism, Act. Ahí comisariaste Embodied Manifesto, e hiciste una performance llamada I love you I hate you, en un ring de boxeo. ¿Bajo qué idea se englobaba todo? Viendo algún clip en Instagram, entiendo que tu pieza tenía un toque metafórico y sexual.
La idea de I love you I hate you parte de proponer una zona de combate donde depositar el conflicto que genera, en algunos casos, exponerte en las redes sociales. Cómo hacer frente a los comentarios y las críticas, cómo actuar para agradar a un usuario digital… Y todo teñido de una atmósfera muy irónica y extremadamente graciosa, convirtiéndose realmente en algo creepy para generar tensiones a partir de la mirada directa con un público que no puede esconderse tras la pantalla. Como dices, también había un componente sexual muy crítico, precisamente por lo que decía antes de apropiarme del concepto sexual y usarlo a mi favor, recogiendo todos esos comentarios y visiones acerca del cuerpo, del dinero o del poder y reírme de ello, además de azotarlo.
También has trabajado junto a Rigoberta Bandini en la actuación de Ay Mamá, una de las propuestas para representar España en Eurovisión, así como de su posterior videoclip. ¿Cómo cambia tu trabajo cuando la coreografía te pertenece a cuando sigues las instrucciones de otrx artista? ¿Cómo fue formar parte de un proyecto tan mediático como este?
¡La verdad es que a mí me encanta estar en proyectos como intérprete! Generar mis propias creaciones trae consigo algo muy satisfactorio, pero estar en las creaciones de los demás me da una tranquilidad extra que me despierta mucho a nivel creativo para proponer alejada del juicio o el miedo de que algo lleve tu nombre. Es un momento que disfruto mucho también, me gusta ir alternando ambas posiciones e ir recolectando experiencia de ambos lados.
Estar con Rigoberta y toda la banda en Benidorm fue un sueño. La experiencia fue como estar en un parque de atracciones lleno de una mezcla de emociones muy variadas, pero sin duda me sentí como en casa y en familia, y creo que se mostró en nuestra actuación. Ahora estoy con ellos de gira y ese sentimiento sigue latente, es un equipo maravilloso.
Ya queda nada para que estrenes Japan en el SAT (Sant Andreu Teatre), tu primera pieza de gran formato que defines como “una carta de amor a la torpeza”. Cuéntanos un poco más acerca de esta obra.
Japan se crea a partir del caos incontrolable de la vida, una comedia romántica de sábado noche. El amor y la torpeza son conceptos que me fascinan y me obsesionan muchísimo. Solemos quejarnos y castigarnos cuando las cosas nos van mal, o pensamos que nos van mal, y nunca pensamos en la cara b del asunto.
Siempre utilizo la misma imagen, pero me parece muy gráfica: imagina que vas por la calle y pierdes un billete de cinco euros. Crees que es una putada haberlos perdido y te sientes un poco estúpida también, pero pasados unos minutos alguien se fija en ese billete del suelo y al recogerlo, ¡pam! Choca y se encuentra con otra persona que, sin saberlo, va a formar parte de su vida de una forma muy especial. Es muy romántico, muy fantasioso, muy cursi, lo sé, pero me encanta la idea de escribirle una carta de amor a la torpeza para darle las gracias por el descuido. Además, me parece fascinante que lo único que logre llamar nuestra atención sea el dinero. Es bastante crítico también, muy Disney, muy capitalista.
¿Y cómo fue el proceso de creación? Me imagino que han sido meses y meses de ensayos.
Han sido casi 2 años creando y trabajando de forma intermitente, compaginando con otros trabajos e ideas. ¡No puedo creer que vaya a estrenarse ya! Me va a dar mucha pena (risas). El proceso ha sido increíble, acompañada de mis bailarinas fantásticas y de un equipo que eleva todo lo que deseo al infinito, la verdad. Además, Joan Ros, como siempre, va a vestir la pieza y no puede hacerme más ilusión.
Después de este estreno, ¿qué planes tienes para lo que queda de año?
Después del estreno espero poder iniciar una pequeña gira por algunos festivales y teatros. ¡Ojalá haya suerte!