Como la diosa, Lydia es una artesana luchadora, venerada por una clientela fiel que reconoce su habilidad para hacer de ellas unas mujeres distinguidas. Sí, la distinción. Eso es lo que consigue Lydia, sea con un abrigo adornado con palmeras, un pantalón bicolor, o unos pendientes de nácar. En los ochenta descubrió a Ariadna Gil como modelo cuando tan solo tenía dieciséis años; era un momento en que todo estaba por hacer y todo era posible. Todavía recuerdo en la tienda de Minerva una foto imponente de la actriz de perfil con un vestido negro de Lydia. Como la diosa, la diseñadora hoy lleva el timón de su propia nave, y es su voz interior la que le indica por dónde debe seguir su rumbo y cómo conducir por las curvas sinuosas de la vida.