El material es, para Olga Dubovik, lo más importante a la hora de hacer sus bolsos. Sin embargo, las técnicas tradicionales, el coser a mano, y el estar en contacto directo en cada proceso de creación de una pieza también es vital, claro. Nació en Siberia pero a los trece llegó a Barcelona, y ahora vive con su pareja y tres hijos en una masía cerca de Igualada. “La vida en el campo es pausada pero en un constante proceso de transformación. Solo tienes que aprender a observar”, nos dice. Y esta pasión por lo natural y por el cambio constante se ve en los bolsos de Lubochka, modelos que combinan lo práctico, lo bello y lo simple a la perfección.
Eres rusa pero decides asentarte en Barcelona. Y tras un tiempo en la ciudad, va y te mudas al campo, más concretamente, a Can Migris, una masía/taller en la que tanto tú como tu familia habéis invertido tiempo, esfuerzo, energía, e imagino que mucho amor. ¿Sigues allí? ¿Qué te hace dar el paso de la ciudad a un ambiente más rural? ¿Cómo afecta esto a tu creatividad?
Sigo aquí con mi marido y mis tres hijos, y aquí nos quedaremos mucho tiempo. Xavi había crecido en una casa de campo y siempre ha querido volver. Aun así nos costó decidirnos dejar Barcelona; mirábamos pisos con precios de locos y un triste balcón, y los comparábamos con opciones en las afueras, pero todos los terrenos estaban muy apartados.
Hasta que apareció Can Migris, una ruina de cuatro paredes sin luz ni agua, cerca de la ciudad de Igualada. Allí creció mi marido y tenemos familia, así que nos lanzamos a reformar la casa, donde llevamos ya un par de años viviendo. La vida en el campo es pausada pero en un constante proceso de transformación. Solo tienes que aprender a observar. De hecho, el taller de Lubochka está en la misma casa, de manera que todo respira naturaleza.
¿Por qué te decides por el diseño de complementos y bolsos?
Un marroquinero se encuentra entre sastre y carpintero. Es la delicadeza de lo basto y me siento cómoda aquí. Me apasiona trabajar el material y crear formas y combinaciones de manera intuitiva, encontrar el equilibro entre ambos. 
Diría que cuando te mudaste a Can Migris, la identidad de la marca cambió un poco, o al menos el proceso de creación/producción. ¿Cómo era antes y cómo es ahora? Explícanos más cuáles fueron los mayores retos que afrontaste, y cómo valoras ese cambio ahora que tienes un poco más de perspectiva en el tiempo.
Desde los inicios de Lubochka he diseñado para complacer los sentidos: agradar a la vista y al tacto a través del equilibrio entre la forma, la combinación del color y la funcionalidad. En mi primera época, la producción estaba limitada al proceso de fabricación estándar que seguía según mis posibilidades. Me resistía a producciones en cadena o a contratar talleres externos, pero cuando los pedidos crecieron vi que no podía llegar a todo de la manera en que, idílicamente, me gustaría trabajar. Cuando no tienes un plan te atrapas.
En 2015 nació Àgata y desconecté. Decidí que ya no quería volver a trabajar así. Quería ser fiel a mi manera de hacer y necesitaba buscar fórmulas para hacerlo realidad. Lo primero fue volver a las raíces del oficio y trabajar la piel con técnicas tradicionales. El coser a mano requiere concentración, conectar con el momento y no tener prisa. El diálogo entre la mano y la cabeza es constante. Trabajar sin prisas te aporta bienestar, el trabajo se adapta a ti igual que tú a él. El ritmo no permite hacer grandes producciones y sólo gastas lo necesario.
Uno de los retos de la fabricación artesanal es su comercialización. Por un lado, las grandes marcas han marcado unos precios por debajo del coste real de fabricación que los artesanos no podemos ni queremos adoptar. A eso hay que sumarle que, hoy en día, los sueldos no permiten a la gente acceder a aquello que realmente les gusta y aprecian, sino que les empuja a contentarse con lo que marca la industria. Me gustaría ayudar a concienciar al consumidor respecto a los hábitos de consumo, ¡así que seguiré picando piedra!
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Una de tus apuestas es el proceso artesanal de la marca. En un mundo cada vez más dominado por la automatización de los procesos, ¿por qué deberían verse más propuestas como esta?
No estoy en contra de la automatización en sí, sino mas bien de lo que implica. La automatización ayuda al desarrollo del consumismo y es rentable cuando se trabaja con cantidades de producción elevadas. Para rentabilizar la máquina hay que producir mucho, para producir mucho hay que vender mucho, para vender mucho hay que vender barato y convencer al consumidor de que necesita mucho porque, sino, no es feliz. ¿Quiénes son felices? No quiero formar parte de este juego, es difícil pero hay que intentarlo. Deberíamos ver más propuestas éticas que velen por el bienestar emocional de la persona, la estabilidad económica del trabajador y que busquen un mínimo impacto en el medioambiente. Y si aquí encaja la automatización, bienvenida sea.
A raíz de eso me gustaría preguntarte un poco acerca del proceso creativo. ¿Cómo se materializa una pieza de Lubochka?
Las piezas se montan a mano y se tarda entre seis y doce horas, dependiendo del modelo. Cada parte del proceso requiere su tiempo y un orden. En la fabricación artesanal se utilizan diferentes tipos de herramientas y accesorios, tanto por la calidad de la pieza como por la comodidad del artesano. Mi obsesión más reciente radica en practicar la técnica y adaptarla a la forma.
La serie Redondo busca la simplicidad del círculo y remarca su fuerza en la identidad de su interior. Las piezas tienen una apariencia discreta con formas limpias. El interior muestra el nombre del bolso y el numero de serie que lo identifica, aplicado con la técnica de impresión sobre piel, que es relativamente nueva y experimental. En cambio, la técnica de coser a mano la piel contando las puntadas es de las más antiguas y laboriosas. Cada pieza es el resultado del equilibrio entre la forma, el material y la técnica. Este es su lenguaje.
Háblanos un poco de tu día a día en tu taller, ¿tienes alguna manía? ¿Algún ritual?
Para trabajar necesito un espacio limpio y ordenado cuando fabrico las piezas. Pero cuando el proceso es experimental el orden se vuelve imposible. Tengo el taller en casa, aunque esto no significa que se pueda trabajar en pijama.
“Deberíamos ver más propuestas éticas que velen por el bienestar emocional de la persona, la estabilidad económica del trabajador y que busquen un mínimo impacto en el medioambiente.”
Arrancas esta faceta con la serie El Redondo, del que justo nos estabas hablando. Cuéntanos un poco más sobre estas piezas y como surgieron. ¿Alguna anécdota detrás de su creación? ¿Qué tiene el círculo que otras formas no?
La colección El Redondo es mi homenaje al ciclo de la vida representado por el círculo y a la importancia de cerrar etapas para empezar otras. La serie consta del Redondo Bag en dos tamaños, de diecisiete o de veintidós centímetros de diámetro, y tres colores de vaquetilla de curtido vegetal: el negro, el marrón y la vaquetilla natural.
En una estética que, aún siendo simple, esconde mucha practicidad. Mi obsesión reside en conseguir la forma a través de la técnica. El Redondo Clutch sigue la misma paleta de color y el objetivo es que la pieza sea bella por su funcionalidades, sobre todo. En el exterior de la pieza se observa una única costura, pero su interior esconde una estructura más compleja que permite varios usos.
Y, por otro lado, ¿cuáles dirías que son tus mayores fuentes de inspiración?
El material. Me inspira adaptar las formas a funciones y usos sin perder la esencia de lo simple.
Para ir terminando, ¿qué le depara el futuro próximo a Olga? ¿Y a Lubochka? ¿Alguna acción en mente?
Encontrar un espacio para el taller que tanto imagino.
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