“Tuve experiencias sexuales y relaciones previas a mi liberación que eran actuaciones, eran las que correspondían o las que se suponía que debía tener. La liberación no es solo salir del armario, también es no querer una familia convencional o un trabajo estable. Cuando esto sucede, todo aquello que estaba latente despierta, de repente todo toma sentido. Cuando me liberé, me liberé totalmente”, me confiesa Leo.
Lejos de querer centrar este relato solo en el término ‘liberación’, quiero hablaros del efecto liberador que Leo Adef transmite a quien tiene el placer de escucharle. Un liberador es, según Wikipedia, “aquella persona que le da libertad a otra”. Imagino que esta puede ser una responsabilidad abrumadora. Voy a tratar de explicarme mejor. Si partimos del león, el animal, enseguida nos damos cuenta del efecto liberador que tiene, y no lo digo yo, lo dice la historia. Un león acarrea el significado de audacia, valentía y decisión. No sé si Leo se define con estos rasgos –solemos interpretarnos de forma distinta a los ojos que nos miran–, pero yo sí se los atribuyo.
El león también fue un animal encarcelado para luchar contra los gladiadores en la antigua Roma; preso, reducido y sometido por su carácter grandilocuente y rebelde. Nada muy alejado del funcionamiento de nuestra sociedad. Al fin y al cabo, el león es un animal que ha gruñido y guerreado hasta ser liberado. Cuando pienso en un león, o en una leona, el sentimiento es el mismo: protección hacia todo lo sudado y conseguido, carácter firme, y, sobre todo, la autoliberación. Pues así es Leo Adef, un león, o una leona.
Mi conversación con él fue un encuentro con mi liberación y un empuje hacia la exploración y la creación, por eso quiero compartirla con todas vosotras. Admito, también, que ha sido la entrevista más difícil que he hecho hasta ahora, en el buen sentido. Resumir es algo que no se me da bien, y de las casi tres horas de charla destacaría dos horas y cincuenta y cinco minutos.
Me recibió en su casa del Raval (Barcelona). Leo tiene una mirada azul y profunda, unos labios muy gruesos, y un acento argentino dulce. Confieso que me puse un poco nerviosa. Su casa es un síntoma más de su universo, en el que no existen límites entre lo que vive y lo que crea. Su voz es como un caramelo. Su discurso es natural, directo y sensible.
Lejos de querer centrar este relato solo en el término ‘liberación’, quiero hablaros del efecto liberador que Leo Adef transmite a quien tiene el placer de escucharle. Un liberador es, según Wikipedia, “aquella persona que le da libertad a otra”. Imagino que esta puede ser una responsabilidad abrumadora. Voy a tratar de explicarme mejor. Si partimos del león, el animal, enseguida nos damos cuenta del efecto liberador que tiene, y no lo digo yo, lo dice la historia. Un león acarrea el significado de audacia, valentía y decisión. No sé si Leo se define con estos rasgos –solemos interpretarnos de forma distinta a los ojos que nos miran–, pero yo sí se los atribuyo.
El león también fue un animal encarcelado para luchar contra los gladiadores en la antigua Roma; preso, reducido y sometido por su carácter grandilocuente y rebelde. Nada muy alejado del funcionamiento de nuestra sociedad. Al fin y al cabo, el león es un animal que ha gruñido y guerreado hasta ser liberado. Cuando pienso en un león, o en una leona, el sentimiento es el mismo: protección hacia todo lo sudado y conseguido, carácter firme, y, sobre todo, la autoliberación. Pues así es Leo Adef, un león, o una leona.
Mi conversación con él fue un encuentro con mi liberación y un empuje hacia la exploración y la creación, por eso quiero compartirla con todas vosotras. Admito, también, que ha sido la entrevista más difícil que he hecho hasta ahora, en el buen sentido. Resumir es algo que no se me da bien, y de las casi tres horas de charla destacaría dos horas y cincuenta y cinco minutos.
Me recibió en su casa del Raval (Barcelona). Leo tiene una mirada azul y profunda, unos labios muy gruesos, y un acento argentino dulce. Confieso que me puse un poco nerviosa. Su casa es un síntoma más de su universo, en el que no existen límites entre lo que vive y lo que crea. Su voz es como un caramelo. Su discurso es natural, directo y sensible.