No soy muy buena presentándome. Para simplificarlo y no dar detalles, si esta pregunta me la hicieras tomando un café, te contestaría, “becaria del mundo”, o te diría, “hago cositas.”
Estudié diseño de moda y después he trabajado como estilista, directora de arte o diseñadora de sets. En el ámbito laboral soy multidisciplinar, y siento que el decir todo lo que hago me resta credibilidad como profesional.
Este proyecto empezó el día en el que me di cuenta de que la gente me presentaba como estilista y no como diseñadora de moda. A diferencia de otros diseñadores, mi pensamiento inicial no era crear mi propia firma, pero a medida que trabajaba en otras áreas me di cuenta de la importancia de apostar por mi gran pasión, que es el diseño.
Estoy en el proceso inicial de la fabricación de las prendas, búsqueda de proveedores de tejidos, realización de patrones y corrección de los prototipos.
Las expectativas de mi marca, al no empezar como un proyecto comercial, estaban puestas en disfrutar con el proceso y, ya que no se rigen por temporadas oficiales, en tener tiempo para mimarlas, para desarrollar bien los conceptos y cuidar los detalles.

Aún no le he puesto las palabras exactas. Por ahora son conceptos: actual, lineal, minuciosa, práctica, luminosa, equilibrada y armónica.
Mi estilo es una mezcla entre básicos, grunge y minimalista. Simple, cómodo y con rollo. A la hora de diseñar yo no soy mi propio figurín. Hay una parte de mí que sí está presente, como la ruptura lineal de las prendas con moños altos deshechos o looks despeinados. Hay mucha luminosidad en el cromatismo que empleo. Posiblemente eso sea lo que más me diferencie a mí con respecto a lo que diseño, ya que yo, de elegir un color a la hora de vestir, escogería la ausencia de este: el negro.
Lo que todos tienen en común es mi forma de trabajar. Haga lo que haga, siempre doy lo mejor de mí y me entrego completamente.
Es difícil hablar de un estilo único que se refleje en los diferentes trabajos. Plasmo las referencias que me han dado con anterioridad para crear el editorial y, a partir de ahí, juego con los elementos hasta conseguir un buen outfit o set. A nivel de estilismo, me gusta mezclar elementos formales con otros más cotidianos, e intento darle un uso diferente a la hora de colocar las prendas. Con las escenografías, la estética viene marcada, generalmente, por el realizador. Mi trabajo se centra en trasladar esas ideas a atmósferas que acompañen a los personajes y que, a la vez, aporten contenido que los ayude a crecer.
El director del videoclip quería que el personaje masculino tuviera un perfil creativo y a la vez oscuro, ya que no deja de estar obsesionado con una desconocida.
La habitación del joven debía adentrarnos en el mundo del personaje a través de los objetos que aparecen en ella: la cama deshecha, un televisor viejo, botellas por el suelo, comida pasada, periódicos, un radiocasete, rollos de papel… Referencias tomadas de la famosa My bed de Tracey Emin y de la instalación Exorcism of the Last Painting I ever made, en la que se encierra en una habitación y pinta sin parar como una forma de exorcizar sus preocupaciones y angustias y de superarlas, a través de la atenta mirada de los observadores tras una mirilla. En el caso del videoclip, nosotros, los espectadores, somos los que miramos por esa mirilla que es la pantalla pero, a diferencia de Emin, las turbaciones del chico nunca se vencen al repetirse una y otra vez con cada reproducción del vídeo.

Me encantaría seguir vinculada a él. Es fascinante lo que se puede aprender de todos los miembros que forman parte del equipo de una producción.
La capacidad de narrar historias a través de imágenes, y la gran cantidad de piezas que hacen falta para que todos esos elementos encajen y exista una estética general, pasando la mayoría de esos detalles desapercibidos para el espectador.
Las redes sociales nos dan la licencia para crearnos un álter ego. ArroyoRill empezó siendo un Tumblr donde agrupaba fotografías según sus gamas cromáticas, haciendo que se degradasen y fusionasen unas tonalidades con otras.
Era todo un reto, visualizar y enlazar esas imágenes para que tuviesen algo que contar y, a su vez, se transformasen en otros colores. Después me planteé hacerlo con mis propias fotografías en Instagram. Ahí el reto aumentó: debía ser yo la creadora de ese universo, sin la facilidad que da coger fotos de otros autores.
Ambas redes son una forma de mantenerme creativa diariamente y en las que divertirme haciéndolo. Los colores tienen la capacidad de suscitar emociones en quienes lo ven, y espero que esto sea lo que transmiten.
Posiblemente nuestras tías son las que más huella nos han dejado a nivel creativo. Desde pequeñas nos llevaban a exposiciones, a conciertos, o nos recomendaban libros. Ese fue el inicio, pero nuestra curiosidad y sensibilidad por estas disciplinas ha hecho que sigamos ese rumbo y no otro.
Louise Bourgeois, Marina Abramovic y Tracey Emin me han marcado desde el momento en que conocí sus obras. Usan el lenguaje plástico para lidiar contra sus temores, y ya sea mediante la pintura, la escultura o la performance, son capaces de emplear el arte como un método de liberación personal.
Somos lo que somos gracias a todas las experiencias malas o buenas que hayamos adquirido a lo largo de nuestra vida. Me fascina el hecho de que estas mujeres transformen esas malas vivencias en algo artístico a modo de terapia vital.
Creo que la moda es una carrera de fondo y por eso sé que un año es muy poco tiempo para que esos sueños se hagan realidad. Mis propósitos para este año son: ver terminada mi página web, producir mi colección, que viese la luz un proyecto que tengo con un amigo sobre moda y tecnología, y empezar a formar parte del equipo creativo de una marca nacional. Si todo eso se cumpliese, sería un gran año.







