El amor por cada prenda, el deseo de calidad eterna y la inspiración onírica resumen el imaginario creativo de la marca madrileña La Casita de Wendy. Detrás de cada una de sus piezas de cuento de hadas está una persona real que se preocupa por su entorno. Ahora, después de más de una década de existencia, el equipo llega por vez definitiva al suelo americano de la mano de la marca Anthropologie y nos promete una colección masculina. La garantía de un final feliz para el movimiento slow fashion está cada vez más cerca.
Tras más de una década de existencia, ¿ha cambiado el tipo de cliente que busca La Casita de Wendy?
La clientela se ha ampliado mucho en todo este tiempo, pero seguimos teniendo los clientes del principio, a los que se han ido sumando muchos más. De hecho tenemos tiendas, como una cadena de Hong Kong, que nos llevan comprando las colecciones fielmente desde hace quince años. A las tiendas multimarca y concept stores se han unido desde hace unos años muchas clientas que compran nuestra ropa día a día en la tienda online, y eso sí es publico nuevo y una nueva forma de vender nuestros diseños.
¿Creéis que la arquitectura ha influenciado en vuestro proceso creativo a lo largo de los años? ¿Y la filosofía?
Todo lo que nos gusta nos influencia, también todo lo que aprendimos en nuestra formación de arquitectura y filosofía. Queremos que lo que hagamos tenga un sentido, una intención. Tratamos de dotar a nuestras colecciones de un mensaje y respetar siempre unos principios. No queremos hacer únicamente objetos bellos, también queremos que estén hechos de una forma bella, utilizando técnicas artesanales y cuidando el medio ambiente. Por eso nuestra formación intelectual y el hecho de estar constantemente leyendo y estudiando son básicos.
¿Cómo explicaríais el concepto tras vuestro proclamado slow fashion?
Surge en contra del fast fashion, que es algo que impera hoy en día, en el que se siguen rápido tendencias que cambian de una temporada para otra. Se producen prendas con materiales baratos en países sin derechos humanos o laborales y así se consiguen prendas desechables, muy baratas y de mala calidad. Nosotros pensamos que una buena idea lo es para siempre, y un buen diseño hecho con buenos materiales, también. Nuestra ropa está producida localmente, apoyando la artesanía y los talleres de nuestro alrededor, tratando de no crear mucho impacto ecológico con transportes innecesarios, pagando sueldos justos, etc. Al estar producida aquí es bastante más cara que la ropa de las grandes cadenas, pero compensamos dando un producto que durará muchos años y que, al estar alejado de tendencias, no pasará de moda y siempre será especial. Preferimos consumir poco y de calidad, que mucho y de mala calidad y de diseño efímero.
Hidden Place, vuestro último trabajo, es una colección que se basa mucho más en lo geométrico que las anteriores. ¿Por qué este cambio? ¿Cuál fue el punto de partida?
Realmente nosotros hemos usado mucho la geometría en nuestras colecciones, eso sí, siempre coordinada con nuestros estampados más oníricos y nuestras prendas más orgánicas. La mezcla de colores es nuestro fuerte, componer geometrías nos divierte y nos recuerda a las antiguas colchas de patchwork y a la artesanía textil más antigua y básica. Nos gusta mucho reinventarla y fijarnos en sus códigos. En nuestras colecciones siempre hay homenajes a estas cosas que nos fascinan, y en el caso del arte textil, a la composición tan maravillosa que han hecho durante siglos las mujeres de muchas civilizaciones. Un arte que siempre se ha considerado secundario y que nos gusta reivindicar como la base de la abstracción y del arte moderno. Por otro lado, Hidden Place está inspirada en nuestros escondites secretos, los lugares donde nos sentimos nosotros mismos: el bosque, los libros, los amigos de verdad o estar sentados al lado de la chimenea bajo una manta.
En cada colección intentáis reavivar historias, pero seguramente hay una pieza que resumiría toda la fantasía de vuestro imaginario creativo. ¿Cuál sería?
Es difícil elegir una prenda, cada temporada tenemos varias favoritas y en esta nos gustan mucho las piezas de punto artesanal tejido a mano, como la maxi bufanda o el abrigo azul. También las prendas con bordados, como la camisa con las setas, o los accesorios de patchwork, como el bolso prisma.
Hay colecciones de niños, de casa, incluso de accesorios. ¿Para cuándo una colección masculina?
Ese siempre es nuestro reto futuro. Siempre estamos tan liados que no tenemos el tiempo que se merece. Lo haremos, porque Iván siempre está deseando que creemos algo para hombres y en algunas ocasiones hemos hecho piezas unisex, o incluso una colección de corbatas. Cosas puntuales, pero nos apetece desarrollar una colección completa... ¡Próximamente!
La Casita de Wendy da importancia a las redes sociales, en especial a través de su blog. ¿Cómo ha empezado la idea?
Comenzamos con el blog hace 8 años para mostrar un poco más de nuestro día a día y creemos que eso es una parte básica de nuestra marca. La gente puede asomarse a nuestro Instagram o al blog y saber cómo somos de verdad, qué cosas nos inquietan, cuáles son nuestras aficiones y sobre todo ver que detrás de la ropa no hay una empresa grande al uso, sino unas personas creativas con una vida sencilla y preocupaciones sociales reales. No nos gusta esa idea del diseñador estrella que se refleja en las revistas de moda, ese diseñador tan de los 90 que va a fiestas y posa en lujosos apartamentos, o tiene showrooms con lámparas de araña y solo se codea con modelos, sin implicarse en mejorar nada. Nos gusta mostrar un mundo más real, más humano, nuestras familias y amigos, nuestras luchas y reivindicaciones, nuestros problemas, todo... Las redes también nos sirven para tener feedback de clientas y seguidores. A veces subimos algún estampado antes de lanzar una colección y por los comentarios ya podemos ver que será un éxito, otras veces todo lo contrario. En fin, es una herramienta súper útil para nosotros y nos hace disfrutar mucho e intercambiar ideas con mucha gente.
¿Qué significa para la marca llegar físicamente al público americano? ¿Hace quince años era un objetivo o solamente una utopía?
La verdad es que desde casi el comienzo hemos vendido en Estados Unidos, pero siempre en pequeñas boutiques o en tiendas puntuales como Barneys, en New York. Lo de Anthropologie es un salto grande porque tienen muchísimas tiendas por todo el país y sabemos que eso dará mucha visibilidad a la marca. Ha sido un reto enorme cumplir con todos sus requisitos, pero estamos muy felices de tener nuestras prendas en las que consideramos son las tiendas más bonitas del mundo.
¿Qué características compartís con Anthropologie?
Ellos nos han pedido firmar muchos documentos sobre la calidad de nuestras prendas y que estén producidas en Europa con las mejores condiciones. Creo que compartimos el amor por las cosas bien hechas. Aparte, tenemos una estética afín porque nos encantan las tiendas, la decoración tan exquisita que tienen y la selección de productos tan bellos.
Con una presencia a nivel internacional ya tan evidente, ¿cuál es futuro a corto y largo plazo y qué se puede esperar de La Casita de Wendy?
La verdad es que resulta complicado predecir el futuro; nos gustaría seguir como somos, seguir haciendo prendas bonitas para siempre, seguir compaginando nuestra empresa con una vida personal plena, con naturaleza y paseos por el bosque, con amigos y diversión. Nos gustaría seguir viviendo de lo que nos gusta y apasiona, y seguir conociendo gente interesante con la que hacer proyectos emocionantes. También nos ilusiona mucho nuestro proyecto de formación El Estudio, una escuela pequeña y exclusiva que tenemos en nuestro taller y donde contamos nuestros secretos y experiencias a grupos muy reducidos de alumnos, es muy enriquecedor dar clase y compartir conocimientos con ellos.
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